Samuel Gallastegui

Nos seducen los antihéroes porque sus historias consiguen sacarnos de nuestros códigos morales.

Hablar del valor del ser humano con los más jóvenes puede cuestionar hasta los cimientos más resistentes.

El civismo con la naturaleza nos conviene egoístamente, pero no deja de convertirnos en expoliadores de recursos.

Cuando nos creemos salvados nos cuesta mucho renunciar a los privilegios.

Necesitamos más que nunca el ideal caballeresco: no nos sirven los ejemplos de santidad, sino los de excelencia.

La verdadera libertad y autonomía no es poder tener una opinión, sino decidir si queremos tenerla.

Para superar los problemas globales, no bastará con ceder todo al amor, aunque sea el amor a la humanidad.

Nuestra civilización va hacia algún sitio, eso está claro. Pero, ¿sabemos hacia dónde?

El origen de todas las injusticias es creerse mejor que otra persona o creer que por ello tenemos derecho a castigarla.

Necesitamos recuperar el espíritu de la aventura, el deseo que nos lanza al mundo en pos de un ideal.

La empatía, por sí sola, no es suficiente para eliminar normas injustas. Necesitamos algo más robusto: la solidaridad.

Mañana nos parecerá increíble que hoy aún existan personas condenadas a la pobreza y la discriminación.

Podemos alcanzar un gran acuerdo por el que todos los seres humanos tengan los mismos derechos y la misma dignidad.

Compartimos los esfuerzos para encontrar una cura que nos lleve hacia la victoria, pero no compartimos la derrota.

Hoy nada nos es lejano, pero hay realidades que se nos escapan e individuos a los que no podemos ayudar colectivamente.

Si buscamos el sentido del mundo en los demás, solo seremos pequeños astros que no aportan luz, solo la reflejan.

Pondremos un parche al azúcar, pero hemos puesto la razón al servicio de los deseos. Y los deseos son infinitos.

Surfeamos una ola del tiempo en la que no podemos decidir dónde llegaremos, pero sí la dirección que queremos tomar.

Como le sucede a Christopher McCandless, Europa está pecando de diferenciar entre el 'nosotros' y los 'otros'.

El talento no se basa en la cantidad y calidad de la capacidad específica de sus miembros, sino en su puesta en común.