Opinión

Emergencia climática: todos estamos en el mismo Titanic

La velocidad con la que sociedad civil, comunidades indígenas, juventud y ciudadanía se han movilizado para estar tan presentes en Madrid demuestra que la acción climática de actores no estatales es fundamental e imparable.

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17
diciembre
2019

La COP25 ha batido todos los récords posibles, convirtiéndose desde el principio en un ejemplo de resistencia. Sin embargo, los resultados logrados están muy lejos de los esperados por la ciudadanía y por todas aquellas organizaciones que piden mayor ambición y urgencia en vista de los últimos datos científicos. Es hora de pensar en un multilateralismo radical en el que todos –incluidas las empresas–, materialicemos las acciones ambiciosas y urgentes que reclamamos a nuestros propios Estados.

La Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático de 2019 (COP25) no solo ha sido la más larga de la historia, sino la que se ha organizado en menor tiempo. Aunque hubo cambio de continente a un mes de comenzar, delegados de todas partes del mundo y de más sectores que nunca han hecho lo imposible por llegar hasta Madrid. Justo en este 2019, las emisiones de dióxido de carbono y las temperaturas volvieron a marcar un máximo histórico.

A pesar de que más de 20.000 personas se han movido durante dos semanas a lo largo de moquetas interminables bajo palabras como ambición, ahora, inclusión o acción, los acuerdos alcanzados no son suficientes para la urgencia que tenemos. No ha habido consenso sobre el mercado de emisiones (artículo 6 del Acuerdo de París), ni los países con mayor responsabilidad en la emergencia climática han mejorado sus contribuciones nacionales (NDC).

Pero también hay muchos aspectos positivos. La decisión «Chile – Madrid Tiempo de Actuar» orienta los temas principales que deberán debatirse en el camino hacia la COP26 de Glasgow: protección de tierra y océanos, mayor ambición en reducción de emisiones, y alianzas con actores no gubernamentales. En el marco de esta COP25 también hemos visto la aprobación del Green Deal por el que la Unión Europea se compromete a ser carbono neutral en 2050, reto al que se sumaron ahora también un creciente número de empresas, fondos de inversión y ciudades.

«Los procesos multilaterales entre estados son completamente necesarios, pero no suficientes»

Sobre todo, durante esta Conferencia, hemos visto gritar a la ciudadanía más que nunca, y a la juventud  tomar el testigo de sus derechos con una fuerza creciente. Hemos visto a cinco millares de organizaciones exponer sus progresos de acción climática tanto en las zonas verde y azul de la COP25 como en la cumbre social, y también en los cientos de eventos que han tenido lugar en Madrid. La velocidad con la que sociedad civil, comunidades indígenas, juventud y ciudadanía se han movilizado para estar tan presentes en Madrid demuestra que la acción climática de actores no estatales es fundamental e imparable. El esfuerzo de la organización por habilitar estos espacios en tiempo récord demuestran su importancia clave.

Estos elementos nos dejan un mensaje claro: los procesos multilaterales entre estados son completamente necesarios, pero no suficientes. La búsqueda de consensos ralentizan las decisiones y limitan los resultados al común denominador de todos. Sin embargo, son imprescindibles para marcar el rumbo y mantener la sensación de que todos estamos en el mismo Titanic. Los estados negocian en base a las emisiones de sus sectores productivos, empresas, ciudades y ciudadanía, navegando todos ellos sobre un modelo de desarrollo altamente intensivo en emisión de gases de efecto invernadero y uso de recursos naturales.

Por ello, es necesario pensar en un multilateralismo radical en el que se sumen con acciones ambiciosas y urgentes todos los sectores productivos, las ciudades y la ciudadanía. Bajo esta filosofía se celebró la Cumbre de Acción Climática de Nueva York este septiembre, y bajo ella se trabaja en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, que invita a que todos los sectores y actores puedan avanzar en los mismos objetivos (ODS) de manera integral y generando alianzas entre ellos.

La COP 25 no es solo una negociación ambiental, sino también económica e incluso ética. Por este motivo, además de ministros de medio ambiente, acudieron este año ministros de finanzas, de ciencia, de agricultura y de otros sectores. Por eso la sociedad civil presente es cada vez más numerosa y diversa. Por eso, muchos de los que llevan años de negociaciones, susurran en los pasillos que la pregunta real es qué tipo de valores queremos impulsar como humanidad y cuánto estamos dispuestos a renunciar por el bienestar ajeno.

A fin de cuentas, el cambio climático es el efecto más evidente de un modelo de desarrollo altamente intensivo en recursos naturales. Esto se visualiza fácilmente en el overshoot day o día de rebasamiento: el 29 de julio de 2019 gastamos todos los bienes y servicios que la Tierra era capaz de generar para la humanidad durante todo el año. Esto quiere decir que desde julio estamos viviendo «de las rentas», con recursos de otras especies y de las próximas generaciones. Llevamos acumulando este déficit durante los últimos 40 años por lo que, en el momento actual, alcanzar la sostenibilidad implica regenerar para cubrir la deuda planetaria contraída en las últimas décadas. En las emisiones ocurre lo mismo: en vista de las últimas evidencias científicas, más allá de la neutralidad de carbono, deberíamos ya plantear con mayor seriedad cómo ser «carbono negativos».

«Los bosques y el suelo representan el 33% de la solución al cambio climático, aunque reciben solo el 3% de la financiación»

Hasta el momento, los bosques, el suelo y los océanos han sido las «grandes tecnologías» que han llevado todo el peso de esta captura de carbono y han conservado el equilibrio para el ser humano, a costa de una pérdida masiva de biodiversidad. En esta COP 25 se han mantenido referencias a ella, a los bosques, al suelo y los océanos en la decisión final, a pesar de la negativa inicial de Brasil. Estos serán temas a trabajar hasta Glasgow, en vista de los dos últimos informes especiales del IPCC. Los océanos absorben alrededor del 30 por ciento del dióxido de carbono producido por los humanos, además de capturar el 93% del calor de la atmósfera terrestre; y por otro lado, los bosques y el suelo representan el 33% de la solución al cambio climático, aunque reciben solo el 3% de la financiación. Aun así, se sigue deforestando al ritmo de una hectárea de bosque tropical por segundo, sobre todo con el objetivo de aumentar los terrenos para cultivos y cría de ganado.

Esta última realidad pone en evidencia que nuestro plato de comida sigue siendo una de las principales soluciones a la emergencia climática y un poderoso instrumento en la mano de cada persona. El Proyecto Drawdown enumera cien soluciones para el cambio climático y recuerda que, uniendo la reducción de desperdicio alimentario a una dieta basada fundamentalmente en vegetales, además de mejorar nuestra salud, tendremos la respuesta más inmediata al calentamiento global.

Justo ahora se acercan unas fechas en las que podemos tomar el pulso de este plato de comida y de lo que estamos dispuestos a hacer de manera inmediata para frenar la emergencia climática y actuar por el desarrollo sostenible. Las navidades son fechas en las que se dispara la compra de bienes de consumo sin preguntarnos de dónde vienen, cuánta energía se necesitó, en qué condiciones se produjeron y si realmente es necesaria su compra. Estos días se disparan además las emisiones por consumo de energía, por transporte y por residuos. El ser humano es la única especie que genera basura, y la mayor parte es innecesaria: envoltorios de un solo uso que no serán reciclados, comida que no consumiremos o productos que apenas usaremos.

¿Se imaginan el impacto que tendríamos si compráramos solo lo imprescindible estas navidades? ¿Si dejáramos de envolver regalos con papel nuevo? ¿Si eligiéramos solo productos de cercanía? ¿Si redujéramos el consumo de proteína animal? ¿Y si acortáramos nuestros viajes? ¿Y si cambiáramos nuestro proveedor de energía a uno 100% renovable para comenzar 2020? La señal inequívoca que daríamos como consumidores y votantes diarios sería aún más fuerte y clara que la que tenemos en las manifestaciones, ya que no solo gritaríamos por la justicia climática, sino que daríamos señales a empresas y gobiernos de que estamos dispuestos a cambiar de manera individual, y de que son necesarias las decisiones positivas y rápidas para que todos los habitantes del planeta y las generaciones futuras puedan tener las mismas oportunidades.

En definitiva, estos son algunos de los principales aprendizajes de esta COP25: la fuerza que podemos llegar a tener como ciudadanía, la rapidez con la que podemos movilizarnos cuando tenemos una causa común y un plazo determinado y la necesidad de un multilateralismo radical por parte de todos los sectores, que trabaje en alianza con los gobiernos por una verdadera agenda transformadora de desarrollo sostenible.

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