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¿Quién construyó la Gran Muralla China?

Qin Shi Huang y los libros incendiados

El emperador Qin Shi Huang mandó construir la Gran Muralla China a la par que ordenaba la quema de todos los libros anteriores a su reinado. El escritor argentino Jorge Luis Borges utilizó ambas acciones para erigir una sutil metáfora del hecho estético en que anida su idea de la poesía.

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17
julio
2025

Más de 21.000 kilómetros de soberbia fortificación serpentean, desde el desierto del Gobi hasta la península coreana. La Gran Muralla China, una de las siete maravillas del mundo, comenzó a construirse en el siglo V a.C., pero su trazado era disperso y compuesto de diversos muros erigidos como protección militar entre los distintos reinos feudales en que se dividía el país. Todo esto cambiaría con la llegada al poder de Qin Shi Huang Di, que en 221 a.C. sometió a todos aquellos estados feudales, unificándolos y proclamándose emperador.

Muchos siglos después, en 1950, el diario argentino La Nación publicó un breve relato que pasaría a convertirse en uno de los más conocidos, de entre los numerosísimos célebres que dejase escritos Jorge Luis Borges. Un relato que no deja de ser un ensayo a la par que una de las más afiladas reflexiones del autor bonaerense. En «La muralla y los libros», Borges nos recuerda la gesta del emperador chino al unificar la nación tras derrocar a los diversos reinos. Pero también rememora otras dos de sus proezas.

La soberbia de Qin Shi era tal que añadió a su nombre las palabras huang y di.  En aquella época, el vocablo huang se utilizaba para referir a tres míticos soberanos, mientras que la palabra di se aplicaba a cinco legendarios emperadores. Qin Shi pasó a ser, así, emperador soberano.

De alguna manera no equivocó el apelativo al dar inicio, con su autocrático régimen, a la China Imperial, que ya estaría vigente hasta 1912. Aunque, haciendo también honor a sus aires de grandeza, hasta dicho año aquellos vastos territorios fueron conocidos como «Estado de Qin».

Para evitar cualquier ataque externo que pudiese poner en riesgo su reinado, Qin Shi, tomando como base los muros de defensa militar erigidos en el siglo V a.C., ordenó la construcción de una monumental muralla que protegiese los territorios recién conquistados. Mientras establecía una serie de reformas políticas que apuntalasen la unificación de los diversos reinos, el emperador ordenaba la construcción de lo que hoy sigue siendo la Gran Muralla China.

Miles de trabajadores fueron empleados, por la fuerza, en una empresa desmedida que incrementó la megalomanía de Qin Shi, apasionado de la ingeniería que también construyó una inmensa red de caminos y canales que aún siguen intactos. En su titánica labor de unificación, también homogeneizó la economía de los diversos reinos, e incluso la escritura, que impuso a todos los habitantes de su imperio con un nuevo conjunto de caracteres.

Apasionado de la ingeniería, Qin Shi también construyó una inmensa red de caminos y canales que aún siguen intactos

En todas estas empresas fue aconsejado por su ministro Li Si, una suerte de Rasputín que enardeció los aires de grandeza del emperador. También Li Si tuvo mucho que ver en otra de las grandilocuentes órdenes dictadas por el emperador y que Borges utiliza, en su relato, para darnos la medida de cómo la simultaneidad de fuerzas contrapuestas puede dar forma al hecho estético.

Fue Li Si quien advirtió al emperador de que filósofos y poetas, amparándose en los libros depositados en las innumerables bibliotecas dispersas por todo el territorio, podrían poner en riesgo su gobierno. Aquellos libros podían incitar a sus súbditos a comparar su reinado con los precedentes e iniciar una sublevación. La orden de Qin Shi fue ejecutada de inmediato: todos los libros anteriores a su toma de poder debían ser quemados. La historia comenzaría a escribirse con él.

En «La muralla y los libros», Borges nos narra las dos contradictorias gestas del emperador chino para elaborar una sutil y penetrante teoría del hecho estético. Tras enumerar una serie de hipótesis que puedan explicar cómo una misma persona emprendió la más grande de las construcciones a la par que concluía la más devastadora destrucción, el escritor edifica una nueva simbología basada en los opuestos. Construir y destruir, conservar para el futuro el presente y suprimir el pasado. Hacerse dueño del tiempo eliminando la cronología.

Qin Shi ordenó quemar todos los libros anteriores a su toma de poder, según relata Borges

Lo que de relevante pueda acontecer al ser humano no habita el pasado, la memoria, sino lo inminente, ese futuro aún no materializado. Y nada más relevante para las personas que esos momentos de éxtasis estético que puede provocar la belleza. Él refiere a la música, los estados de felicidad o la contemplación de ciertos crepúsculos como la máxima expresión de dicha belleza, porque nos recuerdan algo que no hubiéramos debido perder a la par que nos advierten de algo que está por llegar. En esa inminencia reside, según Borges, el hecho estético.

De devastación y construcción, de cómo la suma de ambas puede provocar ese sentimiento estético en que anida la belleza, nos habla el autor argentino. De la poesía y sus extraños vericuetos, tomando como base las contradictorias proezas de un emperador que forma ya parte de la historia.

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