Los beneficios psicológicos de leer poesía
La identificación con el otro que se produce a través de la poesía incide de forma directa en el desarrollo de otras cualidades como la imaginación, la ampliación de la comprensión lingüística y la armonía corporal.
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La poesía nunca ha sido un género mayoritario. Pocos han sido capaces de mantener una rutina en su lectura una vez pasada la Selectividad. Pero, si se rebusca entre los libros de la estantería adolescente, se encontrarán poemas subrayados en Platero y yo o en El Romancero Gitano. Incluso puede sorprender el hecho de recitar de memoria el poema de «La Pulga Federica» de Gloria Fuertes o «Romance de la luna, luna» de Lorca. Esta especie de nostalgia y arrepentimiento hará que aumente la curiosidad de aproximarse, ya de adultos, a autores contemporáneos como Luis García Montero, Luis Alberto de Cuenca o Raquel Lanseros… La experiencia de leer poesía es un redescubrimiento de algo que ya existía; como si se cayese en la cuenta que el gusto por ese lenguaje ha penetrado desde la infancia.
Uno se puede preguntar, entonces, por qué ha tardado tanto tiempo en retomar este hábito. Quizás es porque leer poesía es algo que se lleva a cabo en un tiempo de ocio no productivo a nivel social, y eso es algo que no está de moda. A lo mejor, también influye que se haya considerado como algo frívolo y elitista (ya desde la Grecia clásica se apuntaba en ello…). Otro aspecto relevante es que parece poco asequible al inicio; incluso se contempla como más exigente que otro tipo de lectura, ya que requiere de una especial concentración. Además, es habitual que no se entienda el mensaje a la primera. En la misma línea, sus beneficios son de naturaleza no cuantificable en el corto plazo, pues necesita de tiempo y paciencia. Pero no hay excusa.
Si uno está pasando por un momento difícil, los versos sirven como salvoconducto en el dolor
Como decía, Antonio Machado, «las modas pasan, el fondo permanece». Otra duda que hace retrasar estos volúmenes es si determinados poemas pueden entristecer demasiado. Pero el arte tiene esa función, no hay que temerlo. Si uno está pasando por un momento difícil, los versos sirven como salvoconducto en el dolor. En Cartas a un joven poeta, Rilke habla de ese momento de reflexión requerido para la lectura, que sirva para atravesar la tristeza y poder elaborarla narrativamente y así, dotarla de sentido: «Cuanto más tranquilos, pacientes y abiertos seamos en nuestra tristeza, más profunda e inquebrantablemente entrará en nosotros la novedad, más la haremos nuestra, más se convertirá en nuestro destino». Por lo tanto, esa melancolía en dosis saludables alimenta una valoración mayor del instante y del entusiasmo por vivir. De esta manera, la poesía también puede multiplicar alegrías, elevar el ánimo e inspirar esperanza.
Cuando se vuelve a descubrir estas obras, se revelan más beneficios. A diferencia de la lectura de prosa, los poemas parecen estar diseñados solamente para el lector. Como una verdadera intimidad compartida. Así, se fortalece un puente emocional entre personas que genera más conexión y comprensión de las experiencias del otro y las de uno mismo. María Zambrano señala en Algunos lugares de la poesía que esta sirve para que lo no nombrado o innombrable no se quede solo. Esto ayuda a reducir distancias y a sentirnos menos aislados, como ha quedado demostrado desde el ámbito científico. En la misma línea, Inés Oliveira Amat, médico residente en Psiquiatría y autora de El Ensayo, recomienda leer poemas porque nos acerca a los otros y nos aleja de la indiferencia, que para ella es el verdadero enemigo. Además, la identificación con el otro que se produce a través de esta disciplina incide de forma directa en el desarrollo de otras cualidades como la imaginación, la ampliación de la comprensión lingüística, así como la armonía corporal propia que conlleva la contemplación de una experiencia artística.
Existen diversidad de géneros de donde elegir. Hay poesía melancólica, reflexiva, vitalista, pasional y erótica. Raquel Lanseros, autora de libros como El sol y las otras estrellas, asegura que la poesía es un acto de amor al mundo, a los libros, a las personas, a las palabras, a los lugares y a la vida. Para ella, los grandes temas en la poesía son el amor, la muerte, la libertad y el paso del tiempo, aunque su papel en el compromiso social y político haya sido igualmente importante. Por lo tanto, es fácil identificarse como lector con estas materias.
La poesía también puede multiplicar alegrías, elevar el ánimo e inspirar esperanza
Un artículo publicado en Psychology Today señala que la naturaleza abstracta de la poesía es lo que ayuda a que sea más fácil de observar ciertas experiencias dolorosas que pueden parecer demasiado amenazantes para abordarlas de otra manera. El poder de la poesía para brindar consuelo tiene que ver con ampliar la perspectiva ya que los poemas suavizan la reacción ante algunas experiencias y alteran la percepción de las mismas, encontrando nuevos ángulos desde donde afrontar las cosas que nos preocupan de una manera más creativa.
Por lo tanto, nunca es tarde para aterrizar de nuevo en las páginas de estos textos literarios. Quizás a algunas personas les habrá faltado la oportunidad de ser educadas para su descubrimiento. Otras se habrán ido alejando por diferentes motivos. Jorge Dioni, autor del poemario La ciudad del otro, señala que se deja de leer poesía por el miedo a la propia vulnerabilidad. Para estar permeables a estos pasajes, uno tiene que estar dispuesto a soportar ese momento de indefensión que acompaña al silencio de estar solo ante un poema. Pero llega un día en que conviene quitarse el caparazón, perder el control y dejarse conmocionar por la poesía, para lo bueno y lo malo, en la medida de las posibilidades de cada uno. Esto se traduce también en estar abiertos al disfrute de la creación artística, ya que las áreas cerebrales que se activan leyendo este género están relacionadas con las áreas de recompensa del cerebro.
La poesía forma parte de la condición humana, de modo que siempre habitará en nosotros. Volver a sumergirse en sus versos es también un homenaje a aquellos profesores que nos enseñaron literatura, a declamar o lo que era un endecasílabo en el colegio. Seguramente esto nos sirvió, aunque no seamos conscientes, para ampliar los márgenes de comprensión de la experiencia humana, en la construcción de nuestra identidad, en nuestra capacidad simbólica y en adquirir una mayor sensibilidad emocional. Ahora, ya no es necesario sacar una buena nota en el examen, sino sentirnos reflejados en nuestras experiencias vitales o conmovernos, simplemente, a través del placer estético. Esto redundará, inevitablemente, en nuestro bienestar.
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