Fran Jurado
«La polarización es la disfunción de la democracia liberal»
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2025

Artículo
En un mundo donde la polarización va in crescendo, España se sitúa como uno de los países más polarizados del tablero internacional. La principal consecuencia es un viraje hacia un modelo democrático iliberal que obliga a cuestionarse la longevidad de las democracias en el siglo XXI. El documental ‘Polarizados’ (2023), del director, politólogo y periodista Fran Jurado bucea en las múltiples y complejas causas de esta situación de la mano de una treintena de expertos de todos los espectros políticos. Y las perspectivas de futuro son poco halagüeñas.
El documental reúne las voces de 34 expertos de distinto ámbito e ideología. Después de escuchar a todas estas voces, ¿qué es para ti la polarización?
Es una disfunción de la democracia liberal. Entiendo que siempre habrá extremos y gente fuera del consenso liberal, pero eso no quita que debamos aspirar a una democracia donde uno sea capaz de mantener sus ideas con firmeza y defenderlas en el espacio público. Hay una confusión interesada en la idea de polarización. Cuando irrumpió la palabra en el debate público, la primera reacción fue decir que era el otro el que polarizaba. Luego, cuando se hizo evidente que se generaba polarización –en particular desde el oficialismo– se dijo que era algo necesario, sintomático de una sociedad democrática que está viva. Y ahora se dice que quienes llaman la atención sobre lo problemático de la polarización propugnan una democracia muerta, tecnocrática, sin participación.
¿Se puede negar ese componente problemático de la polarización?
Al poner el foco en lo problemático de la polarización se trata de decir que estamos degradando el componente liberal de la democracia, porque tendemos hacia democracias más iliberales. En su libro (Pos)verdad y democracia, Manuel Arias Maldonado acuña el concepto de «democracia liberal tardía»: aquella que está viviendo una pulsión iliberal, tanto de izquierdas como de derechas radicales, que están calando en el discurso. Esto nos preocupa a quienes llamamos la atención sobre la polarización. Hay que distinguir entre polarización y politización. El nervio de la democracia es el conflicto. Como dice Luis Miller (sociólogo, investigador del CSIC e hilo conductor del documental) en su ensayo Polarizados. La política que nos divide, partir de la idea de consenso es una falacia, porque los consensos o los acuerdos generales sobre grandes temas son hipotéticamente el final de un recorrido.
¿Cuál es la base sobre la que se desarrolla la polarización actual que vivimos?
La polarización tiene mucho que ver con la creación de identidades políticas muy fuertes, enfrentadas, que parten de componentes ideológicos a los que se suman ideas de comportamiento o de afecto. Y esas identidades políticas enfrentadas acaban creando bloques de pensamiento muy opuestos –pasa ahora en España–, de forma que cuando emerge algún tema en la agenda pública, muestran sistemáticamente sus alineaciones, siempre las mismas. Es una dinámica de bronca continua, una especie de distractor que empobrece y hace que muchos sientan hastío por la política.
«Es una dinámica continua que hace que muchos sientan hastío por la democracia»
Dice Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política y expresidente del CIS, que «las ideologías no condicionan el voto, lo hacen las identidades», algo que, añade, «no se negocia».
En esta concepción más plebiscitaria, más iliberal de la democracia que comparten la nueva izquierda –Podemos– con los nacionalismos periféricos, también va una concepción confederal del Estado. Por eso se entienden tan bien. Y lleva a preguntarse si el diseño constitucional, en el título octavo, no provoca que hayamos llegado donde estamos. Quiero decir: como no acaba de cerrar nunca lo que son las competencias, por coyuntura hemos llegado a esta especie de fase confederal. Mira la financiación de Cataluña o la cesión de ciertas competencias (como aeropuertos o fronteras) que son exclusivas de cualquier Estado. La relación de fuerzas ahora en el poder ha potenciado esta dinámica.
En la época de José María Aznar y Felipe González también había tensión y se tiraban los trastos a la cabeza. ¿Era solo una altísima crispación o podemos considerarlo polarización?
En la disputa de los años 90 entre Aznar y González hubo polarización, pero esta no discutió el consenso liberal de la Transición, que fue el reconocimiento de todas las opciones políticas y la creación de un fair play. Hasta que no emergen los nuevos partidos políticos –en este caso Podemos– no hay un trabajo intensivo de polarización de corte populista cuya finalidad es el ataque frontal a los valores de la democracia liberal. Podemos propugna una democracia más plebiscitaria donde todos los elementos básicos se cuestionan como algo racional, de derechas. También lo hace el nacionalismo catalán durante el proceso de independentismo de Cataluña. Esto es un primer impulso hacia el actual escenario, que está rebotando en una derecha que igualmente se está manifestando como iliberal.
«Con los atentados de 2004, aparece un componente de moral: se ve al otro indigno moralmente»
Algunas voces apuntan el salto en 2004 de Aznar a Zapatero como el inicio de un cambio de cultura política que allanó el camino a la polarización que vivimos hoy.
Es un primer impulso, pero no definitivo. Lo fundamental ahí son los atentados de 2004. Nunca hasta entonces había habido unos reproches tan fuertes entre la izquierda y la derecha. Aparece un componente de moral: se ve al otro indigno moralmente. Eso es un cambio cualitativo que encona mucho el enfrentamiento izquierda-derecha y da lugar a una «polarización afectiva»: cómo concibes a los tuyos, tu partido, tu bloque político y cómo ves al bloque opuesto. Ahí hay un arranque y una crispación que va a alimentar toda la legislatura inicial de Zapatero (2004-2008), pero todavía no se produce esa impugnación total del modelo de la democracia liberal española.
Y entonces llega la crisis económica de 2008.
Y surge Podemos, un partido en la izquierda con una estrategia claramente populista que no quiere colocarse en el eje izquierda-derecha, sino arriba-abajo, la casta contra el pueblo; ideas que vienen del filósofo y teórico político argentino Ernesto Laclau. Podemos venía con mensajes muy fuertes que servían para deslegitimar globalmente al sistema, algo que no hicieron ni el PSOE ni el PP. En treinta años hemos pasado de Fukuyama y el fin de la historia –que predicaba que la democracia liberal era el sistema que había triunfado– a plantearnos si se trata solo de una etapa y estamos condenados a que desaparezca. En el caso de España, 2008 fue un escenario muy propicio para una fuerza como Podemos y para la mutación de un nacionalismo catalán progresivo, de acumulación de beneficios, de negociación con los diferentes gobiernos en minoría a uno secesionista y soberanista. Hasta el Gobierno de Pedro Sánchez se ha visto obligado a aceptar la dialéctica nacionalista: lawfare, jueces como algo sospechoso o decir que la soberanía del pueblo está en el Parlamento. Es una erosión de los valores liberales.
«Hay una confluencia de base de valores e ideología entre el nacionalismo catalán y la izquierda a la izquierda del PSOE que es una versión iliberal de la democracia»
En el caso concreto del nacionalismo catalán, ¿es la polarización la que da lugar al 1-O o el 1-O aumenta la polarización?
Es el resultado de un proceso acumulativo muy marcado en esta línea. Desde el ámbito político de la Generalitat, cuando Artur Mas era presidente, hay un intento de evadir responsabilidades de los grandes recortes que había que hacer. Ahí se polarizó de arriba abajo. Se trataba de confundir a la gente y hacerla creer que eso surgía del pueblo, cuando surgía de los ámbitos de creación de opinión. Tocar un tema como la identidad nacional en Cataluña, con un sustrato muy fuerte, y activarlo en una situación tan problemática desde el punto de vista económico, lleva a lo que vivimos. Este proceso de polarización y de cuestionamiento de las bases de una democracia liberal ha pasado al plano de la política nacional y la legitimación del nacionalismo, que ha recuperado parte del bloque de Gobierno de Pedro Sánchez. Hay una confluencia de base en cuanto a valores e ideología entre el nacionalismo catalán y la izquierda a la izquierda del PSOE, que es una versión bastante iliberal de la democracia. En el fondo subyace la idea de crear una hegemonía que te mantenga en el poder perpetuamente.
«La polarización acaba permitiendo que los políticos actúen de una manera mucho más relajada, porque no se les pide cuentas»
Mencionabas antes los populismos, otro de los causantes de la polarización, apuntas. Pero algunas voces señalan que es una de las consecuencias. ¿Es el populismo causa o efecto de la polarización?
Al final acaba siendo las dos cosas. Si desde el espacio público –pongamos el ejemplo de Podemos– tienes éxito creando esta retórica y la gente la acepta, porque estamos en un momento de angustia e incertidumbre, polarizas mediante el populismo. Un mensaje populista es muy eficaz. Y esa polarización se convierte en una especie de sustrato que permite que las cosas empeoren y que los políticos actúen de una manera mucho más relajada, porque no se les pide cuentas.
Si tenemos en cuenta que en una democracia el objetivo es acaparar votos para ganar unas elecciones, parece inevitable una cierta dosis de populismo. ¿En qué punto se traspasa esa línea roja que convierte al populismo en un peligro, en una amenaza para las democracias liberales?
La política es conflicto, es una lucha muy fuerte por conseguir que te voten. Desde ese punto de vista, vas a funcionar como un vendedor, pues esto es un mercado. Pero cuando detectas que una fuerza política actúa con una demagogia muy fuerte, criminalizando y demonizando al otro, con un partidismo negativo, deberíamos ver que eso ya es problemático. Pero somos proclives a tragarnos el anzuelo populista. Los políticos se han dado cuenta de que es muy fácil dejar de rendir cuentas por el hecho de tener a tu gente mentalmente militarizada.
En el documental, el diplomático Juan Claudio de Ramón señala algo muy interesante: las democracias europeas se construyen sobre un relato de liberación menos España, que se pudo construir sobre uno de reconciliación que solo funcionó al principio, durante la Transición. ¿Somos un país sin reconciliar?
Se ha roto deliberadamente esa concepción. Se ha puesto en cuestión desde la nueva izquierda, desde Podemos, y desde los nacionalistas, y eso ha calado mucho en un momento de crisis. Creo que corresponde a esta nueva izquierda y al nacionalismo la responsabilidad básica de haber impugnado eso, a lo que debemos sumar ahora la labor de esta derecha radical que se muestra también iliberal. Me molesta esa falta de percepción por parte del progresismo de no aceptar que han tenido alguna responsabilidad en la eclosión de unos valores ahora muy conservadores. Lo que te dirá cualquier nacionalista o gente de Podemos es que el fascismo siempre ha estado ahí. No sé si ha estado ahí, pero yo no lo veía.
¿Cuál debería ser la base de una democracia liberal, pluralista y plural?
Haría falta una pedagogía seria sobre lo que significa una democracia liberal, algo de lo que todos deberíamos sentirnos orgullosos. El liberalismo, como ideología política, es la ideología de la burguesía del siglo XIX, pero luego se ha extendido hacia todo el mundo: lo que era bueno para el burgués del siglo XIX (fundamentalmente, tener una serie de derechos y libertades que te permitieran vivir tranquilo) se traspasa a la herencia constitucional y ya no es solo para los burgueses, sino para todos los ciudadanos. La Transición es un momento fundacional, el paso de una dictadura a una democracia, muestra de cuando las cosas funcionan. Volver a conseguirlo pasa porque los partidos mayoritarios consigan pactar ciertos acuerdos de mínimos para hacer una política de otra manera. Porque cuando una sociedad está muy polarizada, se resiente mucho la calidad de las políticas públicas.
El final del documental sucede en 2023. ¿Han mejorado las cosas desde entonces? ¿Estamos menos polarizados?
Yo creo que han empeorado; estamos más polarizados. Nos hemos acomodado en una política de partidismos negativos, de lucha. Y ha habido una responsabilidad importante por parte del bloque de gobierno en azuzar esta división.
COMENTARIOS