Pensamiento

Chesterton frente a los anhelos del populismo

El filósofo G.K. Chesterton aseguraba que «para corromper a un individuo basta con enseñarle a llamar derechos a sus anhelos personales y abusos a los derechos de los demás», algo que parecen ignorar los populismos actuales.

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27
febrero
2025

La RAE describe populismo como la «tendencia política que pretende atraerse a las clases populares», aclarando que es un término que suele utilizarse en sentido despectivo. En 2016, fue elegido como palabra del año por la Fundación del Español Urgente, promovida por BBVA y la Agencia Efe, y desde entonces no ha dejado de extenderse su uso en debates públicos y las reuniones privadas. Así, la excesiva utilización a que se la somete puede derivar en una pérdida del significado que le otorga la RAE.

El populismo se ha achacado por igual a ideales políticos de izquierdas y derechas, nacionalistas e internacionalistas, anticapitalistas o neoliberalistas, pacifistas o militaristas, y así hasta un largo etcétera de puntos de vista en cuyo desarrollo se ponen en juego los derechos de la ciudadanía. Porque es evidente que el fenómeno del populismo surge con fuerza en momentos de crisis social que los dirigentes políticos no logran canalizar con satisfacción para toda la población. La cuestión es que de eso, justamente, trata la democracia, de permitir que una mayoría ceda la soberanía a unos representantes que, después, pueden tomar decisiones más o menos aceptadas por la ciudadanía. Decisiones que, por tanto, pueden ser cuestionadas. Por el contrario, el populismo se inviste de la imposibilidad de error en sus decisiones por arrogarse la representación de una parte de la sociedad que representa al verdadero pueblo, el que nunca se equivoca, el que conoce bien los derechos que le corresponden.

Hablar de populismo y derechos ciudadanos tiene connotaciones algo complejas. Ya Robespierre aseguraba, en el proyecto de Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, que «la igualdad de derechos está establecida por naturaleza y que la sociedad (el pueblo) lejos de menoscabarla, la garantiza contra el abuso de poder que la vuelve ilusoria». Pero ¿qué derechos han de tener, por igual, todos los miembros de la sociedad? ¿Cómo se alcanza ese acuerdo que los establezca de manera inalienable? ¿Es la propia sociedad quien los dicta al reclamarlos? ¿O solo una parte de ella?

Chesterton dijo que «para corromper a un individuo basta con enseñarle a llamar derechos a sus anhelos personales y abusos a los derechos de los demás»

Allá por los años 20 del pasado siglo, el escritor y filósofo británico Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) publicó un texto en Illustrated London News que contenía una frase que ha quedado como máxima aún hoy apreciada por muchos de los que se declaran contrarios a los populismos: «Para corromper a un individuo basta con enseñarle a llamar derechos a sus anhelos personales y abusos a los derechos de los demás». En sus numerosos escritos, Chesterton abordó con agudeza, perspicacia y una utilización de la paradoja inigualable, temas tan profundos como la ética, la teología, la crítica sociopolítica y todos aquellos aspectos clave para la sociedad que, en aquel tiempo, provocaban el debate público. Y no fueron pocos, dado que vivió la gran época de avances sociales y tecnológicos en Inglaterra durante la transición entre el siglo XIX y el XX.

Si bien es cierto que la frase citada del escritor inglés nos invita a una profunda reflexión, aún se puede ver cómo muchos comentaristas la utilizan para enfrentar los populismos de signo contrario al que ellos mismos defienden. Igualmente, en la actualidad su figura ha cobrado una nueva relevancia para el liberalismo conservador, a pesar de que, independientemente de su férrea defensa de la ortodoxia y las tradiciones, criticó abiertamente el capitalismo, pero también el comunismo. Desplegó todo su ingenio para explicar su desprecio hacia el materialismo y advertir de la terrible hegemonía global que impondría en un futuro muy cercano el despiadado mundo financiero. En otro de sus afilados ensayos dejó clara su postura ante la división del mundo en conservadores y progresistas: «El negocio de los progresistas es seguir cometiendo errores. El negocio de los conservadores es evitar que se corrijan los errores».

Chesterton, al explicar cómo el individuo se corrompe cuando exacerba los propios anhelos y considera los ajenos como un ataque a la propia libertad, nos estaba invitando a reflexionar sobre cómo se relacionan nuestros derechos con los del resto de personas que conforman la sociedad.

Los ideólogos populistas son quienes apelan a esos anhelos personales que Chesterton invitaba a no confundir con derechos inalienables.

Una reflexión que parece quedar lejos de quienes hacen gala de un populismo, sea este del signo que sea, que utiliza y ensalza los anhelos particulares de aquellos que están en condiciones de cederles su confianza. En estos tiempos de creciente polarización ideológica, son los ideólogos populistas quienes, justamente para exaltar las emociones de los ciudadanos y obtener su confianza, apelan a esos anhelos personales que Chesterton invitaba a no confundir con derechos inalienables.

Deberíamos sin duda retomar tan necesaria reflexión. En caso contrario, estaremos propiciando una sociedad cada día más individualista y ambiciosa, una sociedad ignorante de que la verdadera justicia debe tender al equilibrio entre los derechos personales y las responsabilidades sociales.

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