Economía

Viaje al centro de una economía globalizada

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Noemí del Val
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29
enero
2020

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Noemí del Val

Los excesos del sistema económico tienen mucho que ver en la articulación de un nuevo orden mundial marcado por la desconfianza: hacia el propio capitalismo, hacia el diferente, incluso hacia la democracia. Un mundo cada vez más conectado pero en el que resurgen nuevos localismos y nacionalismos. El libro ‘Excesos: amenazas a la prosperidad global’ es una acertada fotografía de este panorama inquietante. A propósito de su publicación, reunimos a su autor, Emilio Ontiveros, presidente de AFI, y a la economista y presentadora Marta Flich.


Jugando con el título de tu libro, creo que no me excedo si digo que los excesos cometidos en los últimos treinta años nos han conducido a un escenario de inseguridad global. ¿Creéis que el momento actual de polarización y de fracturas marca el inicio de una época incierta, o será un mero paréntesis en términos temporales?

Emilio Ontiveros: No lo sé exactamente. Lo que sí sé es que se han acumulado distintas conjunciones astrales, algunos factores que invitan a pensar que estamos en el inicio de una nueva etapa en lo que se refiere a las relaciones entre países. El indicador más relevante es que la principal economía del mundo, la principal exportadora de ideología y de política económica, Estados Unidos, ha vivido una involución. Hasta el punto de desatar casi una amenaza de guerra, como hemos visto recientemente. A los pocos días de su llegada al poder, Donald Trump hizo una enmienda a la totalidad respecto a lo que habían hecho desde la II Guerra Mundial los distintos presidentes de Estados Unidos, un país que antes era el gerente económico y político del mundo, pero que ahora, bajo su mandato, parece interesarle mucho más el corto plazo. Va a ser un factor difícil de revertir, aunque esta semana China y Estados Unidos convengan en que donde dijimos Diego es digo. Creo que hay otra serie de elementos que tienen poca vuelta atrás, y es que el mundo se ha hecho menos hegemónico de los [países] ricos tradicionales. Antes era un mundo del G7 y, si me apuráis, de la OCDE. Eran una veintena de países ricos de toda la vida y el mundo estaba en manos de ellos. Pero llevamos una temporada larga, desde antes de la crisis, en particular desde 2007-2008, en los que China e India han dicho «oye, que entre nosotros dos estamos pagando la factura…».

Marta Flich: Prima el cortoplacismo de personajes que, además, han puesto de moda, desafortunadamente, el hiperliderazgo, como el que tiene Trump. Son reduccionistas, trabajan con posverdades y fake news, y se aprovechan de la falta de memoria de la gente en tanto en cuanto, por ejemplo, Estados Unidos es un país vastísimo, con muchísimos recursos, en el que las malas decisiones económicas no se perciben en el corto plazo y esto hace que puedan aguantar cuatro años de Gobierno. Ese repliegue que se está dando, esa cosa nacionalista que estamos viendo en todos los hiperliderazgos y ese desconocimiento de la economía es peligrosísimo. El estado de bienestar no se puede gestionar como una empresa privada.

Emilio Ontiveros: «El telón de acero de la nueva guerra fría es un telón tecnológico»

EO: Es inquietante que lo haga, además, Estados Unidos, porque si lo hiciera Chipre, o Bolivia, o cualquier otro país, pero que lo haga el país donde está la factoría del conocimiento económico… Llevas razón en que eso es una suerte de miopía. Pero respondiendo a la pregunta, claro que sí, hay elementos que invitan a pensar que estamos en el umbral de una nueva época. Los poderes se están disminuyendo. Por un lado, Donald Trump y su grupo aparecen, por otro, China ha aprovechado los doce últimos años, mientras estábamos gestionando una crisis maldita en Occidente, en invertir en conocimiento, en tecnología, en ingeniería… más que toda Europa junta.

MF: Y en deuda internacional.

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EO: Pero hoy China es una potencia tecnológica. Y Estados Unidos dice «cuidado, que eso de la inteligencia artificial no vale solo para la robótica convencional, sino para los ejércitos; cuidado, que China ya es líder en la telefonía de quinta generación (el maldito 5G)». Resulta que hay más estudiantes de doctorado en tecnologías avanzadas chinos en Estados Unidos que en cualquier otro país. Estados Unidos, que siempre ha entendido el mundo como una suerte de tensión, ha visto una potencia nueva. Y sospecho que podríamos estar en el umbral de una nueva época también en términos geopolíticos, una nueva guerra fría. Pero ya no sería con un telón de acero, ahora el telón es tecnológico. Luego, lo que señala Marta también es importante: estamos viendo cómo algunos países tradicionalmente ricos son acreedores de los pobres. Es una paradoja. Hay algunos países aún considerados emergentes que están financiando el tren de vida de Estados Unidos. Porque la deuda pública que emite Estados Unidos, en una tercera parte, la está comprando China. Si India y China crecieran lo mismo que va a crecer la eurozona este año, el mundo se griparía, no crecería. ¿Por qué el mundo va a crecer al 3%? Porque China e India van a crecer al cinco y pico.

MF: Subyace esa realidad que va a aflorar y que va a hacer crujir los cimientos incluso del capitalismo, que se tendrá que reinventar también.

Desde luego, no creo que los mandatarios reunidos allá por 1944 en el complejo hotelero de Bretton Woods se imaginaran el escenario que describís. Mucho menos la contestación a la globalización por parte de algunos países. ¿Dónde puede desembocar la guerra fría que mencionabais entre China y Estados Unidos?

Marta Flich: «El estado de bienestar no se puede gestionar como una empresa privada»

EO: Estamos viendo que, por primera vez en las últimas décadas, el comercio internacional se desploma, que el ritmo de crecimiento del comercio es inferior incluso al ya magro crecimiento del PIB. Siempre confiábamos que la interlocución mercantil evitara que hubiera una interlocución por las armas. El escritor del siglo XIX Frédéric Bastiat decía: «Cuando los bienes no cruzan las fronteras, lo hacen los soldados». Incluso, según los filósofos, una de las formas iniciales de entendimiento –no la única ni la mejor– fue el comercio, el intercambio de bienes.

MF: Hay una involución inaudita. Frente a la globalización más absoluta, están creciendo fronteras más que nunca. Coincide con el florecimiento de los nacionalismos y populismos.

EO: Que es lo que intentaban evitar los 44 delegados reunidos en aquel resort de Nueva Inglaterra. El que montó aquello fue Keynes. En aquel momento, julio del 1944, todavía no habían desembarcado los aliados, pero Keynes ya había escrito al tesoro americano para advertir que esa guerra se terminaría en algún momento y que sería bueno que nos pusiéramos de acuerdo para ver qué hacer después, para evitar cometer los mismos errores que nos habían conducido a ella. El principal error era lo que aquella economista discípula de Keynes, Joan Robinson, llamaba las «políticas del perjuicio al vecino». Cuando los países se dedican, en lugar de a fomentar el libre comercio, la libre iniciativa, a dañar al vecino con aranceles, especificaciones sanitarias a tus carnes o limitaciones tecnológicas, la distancia entre eso y una confrontación es corta. Estados Unidos, además, está invocando para penalizar a China una ley que solo se manejaba en la época de la Guerra Fría, la de seguridad nacional.

MF: La seguridad nacional es el pretexto de siempre. Siempre ha sido la carta en la manga de Estados Unidos. «¿Que viene un impeachment? Venga, una guerra». En este sentido, la población no sabe hasta qué punto una carga arancelaria tan terrible y tan vengativa puede traer unas consecuencias nefastas para la gente y para el mercado.

¿Qué riesgos conlleva el oligopolio de las grandes ‘tech’?

EO: Es otra de las contradicciones, de esos excesos, de esa especie de embriaguez del sistema económico que pensaba que la propia dinámica fuera de control del sistema capitalista podría ser objetivamente buena, y vemos que no. Una de las derivas más adversas en el sistema económico es la falta de competencia, la concentración, el exceso de poder de mercado. No es bueno, ni en la tecnología, ni en la banca ni en las mercerías. Ni siquiera es progresista decir a estas alturas que hay un exceso de poder de mercado de unas cuantas tecnológicas; lo han dicho los banqueros centrales, el FMI, Europa…

Emilio Ontiveros: «El deshielo de los polos tiene costes concretos. Hay una cuenta de pérdidas y ganancias del crecimiento desmedido»

MF: Aquí hay varias cosas que se unen. Por un lado, el poder de mercado, y por otro, los terremotos mundiales que están provocando las redes sociales. Facebook y Twitter no dejan de ser dos empresas privadas con muchísimo poder. Y luego una tercera pata que para mí es fundamental, que también tiene mucho que ver con los presupuestos y con las políticas económicas, que es la educación. Estamos aprendiendo a posteriori de lo que está pasando. Un buen ejemplo es nuestra relación con el big data. Esa sensación de que nos estamos exponiendo demasiado, dando demasiados datos, se debe a una falta de información y de educación. Y esto se tendría que vertebrar en las políticas económicas.

EO: Yo creo que tenemos relativamente bien diagnosticados los problemas. Y que el dedo en la llaga no solo lo han puesto los académicos, sino las instituciones, del FMI a la OCDE. Europa está liderando uno, el movimiento regulatorio en términos de reducción de poder de mercado; dos, en términos de preservación de la intimidad, de la privacidad y de las libertades individuales; y tres, en términos de fiscalización, de obligaciones fiscales. Creo que se están dando pasos en la dirección correcta.

El mensaje de los últimos foros de Davos, el de Larry Fink en su famosa carta de Blackrock o de los CEO de la Business Roundtable, esto es, la élite proliberal por excelencia, gira en torno a una misma idea: hay que refundar el capitalismo. ¿Cómo debe ser el capitalismo del siglo XXI?

EO: Es una señal, y un signo de cierto optimismo. ¿Por qué el 17 de agosto, la Business Roundtable, el sanctasanctórum del capitalismo más rancio, el heredero de aquel mensaje de Milton Friedman en 1962 de que el único objetivo de la empresa es maximizar la riqueza del accionista, ahora dice que no, que se tiene que subordinar a tres objetivos más: servir a la comunidad, cuidar de sus empleados y velar por los stakeholders? Hay que revisar todos los manuales, ya no sirven. Hasta ahora, en las escuelas de negocio de todo el mundo, en los famosos MBA, se estaba enseñando el primer día de clase el «adorarás al accionista sobre todas las cosas». Tres años antes, Blackrock, la principal gestora de fondos de inversión del mundo, envía una carta a los directivos de las grandes empresas en las que invierte, muchas en el Ibex 35, muchas en el Dow Jones, diciendo: «Señores, en los próximos años vamos a escrutar en qué invertís, a mirar qué intensidad de activos emisores de CO2 tenéis; vamos a discriminar negativamente a las tabaqueras, a las que maltratan animales, a las que explotan las grasas de las ballenas». Uno se pregunta: ¿era necesario? Se podían lavar la conciencia yendo a misa los domingos o dando una donación a una fundación. ¿Qué significa que Warren Buffett, el máximo inversor del mundo y la tercera fortuna, diga que estamos provocando un aumento de la brecha de desigualdad que va a generar problemas sociales o que Bill Gates reconozca, una vez más, que las grandes fortunas deben pagar más impuestos?

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MF: Tontos, tontos, y empáticos, empáticos… tampoco son. La cuestión es que la redistribución de la riqueza trae desarrollo y crecimiento. Y los conflictos sociales vienen de la falta de redistribución. Hay una nueva cultura que es muy consciente de eso. Las generaciones jóvenes desprecian la inversión en activos emisores de CO2, en tabaqueras… Los estudios también dicen que no beben tanto, ni se drogan tanto, ni contaminan tanto.

EO: Esa es la nueva fauna. Y también incluye a los futuros herederos de las grandes fortunas. La especie se esta regenerando.

El colapso del sistema de crecimiento lineal heredado de la II Revolución Industrial es clara prueba de que urge redefinir el progreso. ¿Hemos entendido –sector privado, Gobiernos, ciudadanos– que el progreso solo será tal si respeta los límites del planeta?

MF: Las renovables tienen que tender a coste cero. Todo los recursos naturales se tienen que utilizar como fuente de energía. Cada vez interesa más, porque los costes fijos ya no son los que eran, las inversiones ya no son las que eran. Ese know how se ha aprovechado para que sean muy baratas. Esta es la nueva realidad. No podemos autoengañarnos: no puede haber progreso si no hay futuro. Ese futuro debe ser renovable, y basarse en la economía circular. Es una transformación global y transversal.

Marta Flich: «Los flujos migratorios son positivos y necesarios para el desarrollo de las economías y el sostenimiento de las pensiones»

EO: La sostenibilidad, al margen de tratar de preservar el planeta, lo que trata es de acotar los excesos que la propia dinámica del sistema económico tiene por sí solo. El deshielo de los polos tiene costes concretos en términos de sequías, de erosión de los litorales, y más indirectamente de la alimentación o el aumento del gasto sanitario. Hay una cuenta de pérdidas y ganancias del crecimiento desmedido. A mí me llamo la atención la afirmación de Stiglitz, que defiende un capitalismo progresista. Esto no es una contradicción. Urge un capitalismo convivencial, habitable, que respete el principio de mercado de competencia y la igualdad de oportunidades, también dentro de las empresas, con ayuda del poder correctivo de los Gobiernos. Aspirar a eso no es algo utópico.

La retórica proteccionista de la que hablábamos al comienzo de este diálogo no se limita a la esfera comercial. Políticos abiertamente xenófobos están siendo elegidos democráticamente en Estados Unidos o Brasil, pero también en Europa, cuna de la Ilustración. ¿Cómo proteger el proyecto europeo como espacio de convivencia?

MF: Primero, con información y con memoria histórica. Los flujos migratorios son positivos y necesarios para el crecimiento y el desarrollo de las economías y el sostenimiento de las pensiones.

EO: En la esencia del funcionamiento de la UE, en el frontispicio de las instituciones comunitarias, está el respeto de los Derechos Humanos, la puesta en valor de los valores democráticos en su más amplia acepción. De eso no hay que abdicar. No tiene que formar parte de ningún trade off. El Parlamento Europeo está dando muestras de una cierta tensión, alerta a esos movimientos introspectivos, involucionistas que puede haber contra la libre circulación de personas. Pero hay cosas como la carta social europea, que establece que tiene que haber un salario mínimo, que solo existe en Europa.

MF: En ese sentido, desde luego Europa es una garantía.

EO: Hay que recordar que a Europa la queríamos como mecanismo de exorcismo de los demonios totalitarios. A pesar de los errores que cometió la UE en la gestión de la crisis, anteponiendo los austericidios a otras políticas más inteligentes, esta comunidad de vecinos es la garantía de que habrá normas de respeto a la democracia.

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