Internacional

Incógnitas (y certezas) del ‘impeachment’ contra Trump

En medio del revuelo mediático y la división de la opinión pública, comienza el tercer ‘impeachment’ de la historia de Estados Unidos. Aunque se prevé que la cámara alta absolverá a Trump, ¿está todo decidido?

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Javier Muñoz
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22
enero
2020

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Javier Muñoz

«Escuchen, escuchen, escuchen y guarden silencio o acabarán presos». Con estas rotundas palabras dio comienzo hace una semana el esperado juicio político contra Donald Trump. El Senado se vistió de corte penal para pasar a estar presidido, por unos días –o semanas–, por el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts. A día de hoy, todas las miradas siguen apuntando a Washington, donde legisladores demócratas como acusación y un equipo de la Casa Blanca –interpretando el papel de la defensa–, exponen sus alegatos y se enfrentan por incluir nuevas pruebas y testigos en el juicio. En definitiva, tratan de decir el futuro político de Trump, el máximo mandatario de Estados Unidos, que en estos momentos se encuentra en la ciudad suiza de Davos, que acoge la 50 edición del Foro Económico Mundial.

Aunque todos hemos oído hablar del mediático proceso de impeachment,  no siempre se han puesto sobre la mesa sus implicaciones a nivel político o legal. ¿Por qué es tan importante? ¿Por qué atrae la atención de los medios de comunicación de todo el mundo? Este juicio político que ahora soporta el polémico mandatario fue ideado por los padres fundadores en 1787 para evitar que el presidente estuviese por encima de la ley y del pueblo. Y no es el primero en enfrentar este proceso: Andrew Johnson (en 1868) y Bill Clinton (en 1998, acusado de perjurio y obstrucción a la justicia tras su relación con Mónica Lewinsky) fueron los dos presidentes demócratas juzgados y absueltos. En el espectro político contrario, el republicano Richard Nixon dimitió a las puertas de enfrentarse al Congreso tras el escándalo del Watergate. Ahora, el multimillonario inclina extraoficialmente la balanza pero se convierte, a efectos prácticos, en el primer representante de su partido en enfrentarse a un Senado tan dividido en opinión y en voto, y a un país al pie de la calle.

Al Capitolio le esperan semanas difíciles. Con tan pocos precedentes históricos, este impeachment se dibuja tumultuoso. Sobre todo si tenemos en cuenta que, hasta ahora, la administración Trump ha bloqueado sistemáticamente el testimonio de una docena de oficiales gubernamentales y ha negado el acceso de la Cámara de Representantes, liderada por la demócrata Nancy Pelosi, a documentos clave para la investigación –lo que, de por sí, se podría considerar motivo de destitución–. Ahora, los demócratas esperan (y exigen) que el Senado, de mayoría republicana, enmiende los errores de su líder con este juicio perfectamente coreografiado y orquestado por el máximo representante del Tribunal Supremo.

Los demócratas esperan (y exigen) que el Senado, de mayoría republicana, enmiende los errores de su líder

Aunque se prevé que el veredicto de los senadores sea favorable al presidente, el resultado final no está asegurado. Si quieren que el impeachment llegue a buen puerto, los legisladores demócratas tendrán que exponer su caso y convencer a una cámara de mayoría republicana que se ha cerrado en banda sobre su líder. La tarea de los demócratas no es sencilla: para obtener un veredicto a su favor, deberán demostrar cómo Trump ha usado y abusado de su posición de poder en la Casa Blanca para su propio beneficio político y  personal. Esto es, si presionó y extorsionó –o no– al Gobierno ucraniano para lanzar información que perjudicase a su principal rival en las presidenciales, el demócrata Joe Biden, y a su hijo Hunter, que trabajó en Ucrania durante la vicepresidencia de su padre en la administración Obama. Como prueba, los legisladores demócratas esgrimen los 400 millones de dólares de ayuda militar al país del este de Europa aprobada por el Congreso retenidos tras una llamada al presidente ucraniano Volodímir Zelenski, que ellos interpretan en clave de chantaje. La carta de un trabajador de inteligencia no identificado públicamente que describe las extorsiones del presidente, junto a la mencionada llamada y el bloqueo económico, se exponen como las principales pruebas del caso contra Trump.

Nancy Pelosi y los suyos intentarán que los republicanos acepten que los testigos puedan subir al estrado y dar parte de las pruebas que están recabando contra el presidente, aunque los partidarios de Trump no parecen estar por la labor. El veredicto –en el que, al menos, dos tercios de la cámara deberá estar de acuerdo–, decidirá si se exonera al presidente o se le fuerza a abandonar la Casa Blanca.

Las (previsibles) consecuencias del proceso de impeachment

Sea cual sea el veredicto final, lo que suceda ahora Washington marcará el futuro del presidente y su legado. El mero hecho de llegar a juicio en el Senado ya tiene repercusiones negativas de cara a las elecciones de noviembre, pero si esta cámara decidiera destituir a Trump, su carrera política también quedaría vista para sentencia. Las grandes cabeceras de Estados Unidos coinciden en que, a ojos de la mayoría de los estadounidenses, la reputación del presidente quedará dañada de manera irreparable aunque sea absuelto. Incluso medios conservadores como Fox News reconocen en sus encuestas que el 55% de los ciudadanos registrados como votantes están a favor del proceso de destitución y, de ellos, el 51% apoyaría que Trump abandonase la Casa Blanca.

Las consecuencias directas del impeachment son limitadas: o bien Trump sale absuelto de un juicio con testigos, pero con la «mancha» de haber pasado por un proceso considerado justo por la mayoría; o bien los republicanos impiden la comparecencia de testigos y, por tanto, se libra, pero bajo la sospecha de falta de transparencia; o bien es encontrado culpable y destituido como presidente. Pese a la evidente división en la opinión pública norteamericana, las bolsas de valores parecen haber acogido con optimismo esta especie de moción de censura: en diciembre, cuando la Cámara de Representantes votó a favor del impeachment, tanto  Nasdaq como Dow Jones recibieron la noticia con una subida inesperada.

El 51% de los votantes registrados, según la cadena conservadora Fox News, apoyaría que Trump abandonase la Casa Blanca

Aunque por los titulares pudiese parecer lo contrario, el impeachment contra el presidente parece no haber perturbado el día a día de los estadounidenses. Eso sí, la posibilidad remota de su destitución podría cambiar las cosas sobremanera, empezando por poner punto final a su cruzada personal contra la emergencia climática y las energías renovables. Sin embargo, si eso sucediese, quien ocuparía el mando sería el actual vicepresidente Mike Pence, quien, previsiblemente, seguiría la línea de Trump hasta que se convocasen nuevas elecciones presidenciales. Entonces, un cambio de color en la Casa Blanca –o, incluso, de nombre dentro de las filas republicanas– podría suponer una vuelta a las políticas internacionales (más) moderadas o, siendo optimistas, el retorno estadounidense al Acuerdo de París.

Las políticas sociales y medioambientales han sido las más castigadas por los arrebatos de Donald Trump, según apuntan las conclusiones de varios estudios llevados a cabo por las facultades de Derecho de las universidades de Harvard y Columbia. Al menos 90 normativas medioambientales diferentes han sido derogadas –en muchos casos, rozando la ilegalidad, como afirman estos informes–, lo que podría provocar un aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y, por ende, de las enfermedades y muertes relacionadas con la mala calidad del aire. Algo que, a largo plazo, también derivaría en un aumento de unas facturas médicas ya impagables para millones de estadounidenses tras los recortes al Obamacare, la ley que aseguraba asistencia sanitaria asequible para todos.

Sea como fuere, hasta que el veredicto del impeachment vea la luz será imposible medir por completo las consecuencias reales que tendrá. Las preguntas son conocidas y flotan en el aire, pero las respuestas aún juegan en el marco de lo posible. En la era de la polarización de los parlamentos y de las cámaras de representantes en todo el planeta, ¿serán las mociones de censura y los procesos de destitución la nueva norma en medio del revuelo de las cámaras?

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