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Cinco pensamientos clave de Amartya Sen

Como explica el economista Amartya Sen, el desarrollo es mucho más que un número: la justicia, la libertad o los derechos humanos son parte fundamental para entender el concepto.

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14
marzo
2025

En 1998, Amartya Sen hablaba de algunas experiencias de desarrollo en el mundo de la posguerra como «la acelerada reconstrucción posbélica de Alemania y Japón» o «la creación del estado de bienestar, partiendo de Europa, con grandes repercusiones tanto en la calidad de vida como en la carga financiera que debía soportar el Estado». Casi treinta años después, recordar los avances logrados a través del fortalecimiento de las democracias y la articulación de derechos humanos parece más que necesario.

Nacido en 1933, Amartya Sen es un economista y filósofo indio reconocido a nivel mundial por sus trabajos en el ámbito de la justicia social y el desarrollo. Premio Nobel de Economía en 1998 y Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2021, Amartya Sen ha defendido una visión ética de la economía y ha cuestionado los enfoques que limitan el desarrollo de una región al crecimiento del PIB. Su trabajo influyó en la creación del Índice de Desarrollo Humano (IDH), adoptado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). A continuación, algunas de sus ideas más destacadas.

El desarrollo como libertad

¿Por qué queremos tener más dinero? Según Sen, la riqueza en sí misma solo es un medio para tener más libertad para poder elegir el tipo de vida que queremos. «La utilidad de la riqueza reside en las cosas que nos permite hacer, es decir, en las libertades fundamentales que nos ayuda a conseguir», afirma en Desarrollo y libertad, publicado en 1999. Por ello, sostiene que «no es sensato concebir el crecimiento económico como un fin en sí mismo. El desarrollo tiene que ocuparse más de mejorar la vida que llevamos y las libertades de que disfrutamos».

Para Sen, no es sensato concebir el crecimiento económico como un fin en sí mismo

Desde esta perspectiva, la pobreza no es simplemente la falta de ingresos, sino la privación de derechos fundamentales como la educación, la salud y la participación política, elementos esenciales para que las personas puedan disfrutar de una vida que valoren. Por eso, el desarrollo no debe medirse solo en términos de crecimiento económico, sino en la expansión de las libertades individuales. Sin rechazar la importancia del crecimiento económico, Sen defiende una concepción del desarrollo que vaya mucho más allá de la acumulación de riqueza y del crecimiento del producto interno bruto, y que también incluya otros aspectos relacionados con la libertad, como los derechos políticos y democráticos, las capacidades, la justicia y el bienestar.

Las capacidades en el centro del bienestar

El enfoque de las capacidades de Amartya Sen concibe el desarrollo como la ampliación de las oportunidades reales de las personas para cumplir sus objetivos vitales, más allá de la acumulación de recursos. En lugar de medir el bienestar en función de los ingresos o los bienes materiales, esta perspectiva se centra en lo que cada persona puede lograr con los medios a su alcance, considerando no solo la riqueza, sino las libertades efectivas que permiten vivir según sus propias aspiraciones.

De este modo, Sen explica que, si queremos analizar las oportunidades reales de cada persona para lograr sus metas, no basta con medir los recursos disponibles: es fundamental considerar las diferencias individuales que pueden influir en su capacidad para aprovecharlos. Por ejemplo, una persona que tenga una enfermedad o una discapacidad puede tener una renta muy alta, pero si no tiene acceso a servicios básicos como la sanidad o la educación, su calidad de vida estará muy limitada.

Por eso, la equidad no se logra solo con la distribución de bienes, sino asegurando que todas las personas tengan oportunidades efectivas para disfrutarlos. Así, la propuesta de Sen no solo contempla las capacidades individuales, sino también el contexto en el que cada persona se desenvuelve.

Consensos básicos para una justicia práctica

Amartya Sen se aleja de las teorías de la justicia demasiado abstractas y propone un enfoque práctico, centrado en la mejora concreta de las condiciones de vida de las personas. Como explica Joaquín Migliore, al igual que John Rawls, Sen considera que es posible aplicar la razón al estudio de la justicia: «Los requisitos de una teoría de la justicia incluyen poner la razón en juego en el diagnóstico de la justicia y la injusticia», afirma en La idea de la justicia. Sin embargo, mientras que Rawls se enfoca en el diseño de la justicia institucional y la distribución de recursos, Sen pone el énfasis en garantizar las libertades necesarias para que cada persona pueda desarrollar su potencial.

El economista indio argumenta que no es necesario un consenso absoluto sobre todos los aspectos de la justicia, sino acordar principios básicos sobre derechos fundamentales y cuestiones urgentes. Por ejemplo, la mayoría puede estar de acuerdo en erradicar el hambre o la esclavitud, aunque haya desacuerdos sobre temas más específicos, como los impuestos. Su enfoque busca identificar y corregir desigualdades evidentes progresivamente, en lugar de seguir un modelo ideal de justicia.

Para Sen, lo esencial es reducir las injusticias comparables, incluso sin un consenso total sobre todos los aspectos económicos o legales. En este sentido, sostiene que es posible construir acuerdos básicos sobre la justicia a nivel internacional sin necesidad de compartir la misma cultura. Para ello, el diálogo y la reflexión colectiva más allá de las fronteras nacionales y culturales son fundamentales. Además, considera que la deliberación democrática no solo ayuda a construir acuerdos, sino que permite visibilizar injusticias que, de otro modo, podrían pasar desapercibidas en ciertos contextos.

Crecimiento con derechos

Según cuenta el propio Amartya Sen, en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993, líderes de la política cuestionaron la pertinencia de discutir los derechos políticos y humanos en países con bajos ingresos cuando había personas pasando hambre. «¿Por qué preocuparse por cosas finas como las libertades políticas si hay cosas tan gruesas como las acuciantes necesidades económicas?», se preguntaban. Para él, esta oposición entre derechos económicos y derechos políticos no tiene sentido. Aunque el hambre pueda parecer la prioridad inmediata, «las libertades políticas pueden contribuir de manera extraordinaria a dar incentivos y a suministrar información para solucionar las necesidades económicas acuciantes».

Lo esencial es reducir las injusticias comparables, incluso sin un consenso sobre todos los aspectos económicos o legales

Sen afirma que «dada la importancia intrínseca de los derechos humanos, es necesario defender su vigencia aun sin demostrar que la democracia fomenta el crecimiento económico». Además, subraya tres razones fundamentales por las que los derechos políticos tienen un impacto positivo también en la economía: su importancia directa en la vida de las personas al permitir su participación policía y social; su papel instrumental al mejorar las posibilidades de las personas para expresar sus demandas, incluidas las económicas; y su papel constructivo en la conceptualización de las necesidades, incluidas las económicas en su contexto social. Por ello, «el fortalecimiento de un sistema democrático es un componente esencial del proceso de desarrollo». La democracia no es, por tanto, solo un sistema de gobierno, sino un medio indispensable para ampliar oportunidades y libertades, garantizando que las decisiones políticas respondan a las necesidades reales de la sociedad. Más que un ideal abstracto, es una herramienta concreta para enfrentar desigualdades y fortalecer el desarrollo.

La igualdad como bienestar y agencia

Sen rechaza las explicaciones simplistas sobre la desigualdad y subraya la necesidad de abordarla desde múltiples dimensiones, como el género, la educación, la salud y el acceso a los recursos. En Desarrollo y libertad, ofrece una reflexión clave sobre la situación de las mujeres y sus reivindicaciones, que han evolucionado desde la demanda de bienestar hacia la lucha por su agencia. Para el Nobel, las mujeres no deben ser vistas solo como receptoras pasivas del desarrollo, sino como agentes activos de este proceso. Ver a las mujeres como individuos que pueden alcanzar el bienestar es esencial, pero «si nos quedáramos ahí tendríamos una visión muy limitada de las mujeres como personas». Entender la agencia de mujeres y hombres es esencial para reconocer su responsabilidad en la toma de decisiones.

Acceder a la educación, al empleo y a la salud no solo mejora las condiciones de vida de las mujeres, sino que fortalece su autonomía y les permite tomar decisiones relevantes sobre su propia vida. Una vez más, no se trata de elegir entre una cosa u otra, sino de analizar las conexiones que hay entre estas dos reivindicaciones, ya que el hecho de que las mujeres participen en la vida económica supone «tanto una recompensa en sí misma (que lleva aparejada una reducción de la discriminación sexual en el trato que reciben en las decisiones familiares) como un factor que contribuye de manera extraordinaria a introducir cambios sociales en general».

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