Siglo XXI

Desinformación y ‘fake news’: un frente abierto en la batalla por el clima

Ciudadanos, líderes políticos, medios de comunicación… Nadie se escapa de la creación y difusión de bulos e informaciones sesgadas. Tampoco lo hace el cambio climático, diana de escépticos y negacionistas. Un grupo de expertos analiza cómo combatir las ‘fake news’ para luchar contra el cambio climático.

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30
diciembre
2019

«Se cree que el sida, esa misteriosa y mortal enfermedad que ha devastado Estados Unidos, es fruto de un experimento del Pentágono que intentaba fabricar una nueva y peligrosa arma biológica». Con esta dura acusación en portada, el periódico indio The Patriot llegaba a los quioscos el 17 de julio de 1983. Le seguía un extenso artículo basado en el testimonio de un «reconocido científico y antropólogo de Nueva York» –que había preferido mantener su nombre en el anonimato– que advertía que India podría verse golpeada próximamente por esa enfermedad que había cruzado el océano a través de la importación de plasma sanguíneo utilizado para las transfusiones.

En poco tiempo la noticia se expandió como la pólvora y periódicos, revistas, programas de radio y televisión de todo el mundo se hicieron eco de ella y fueron difundiéndola a lo largo de la década de los 80. Esta sería la primera de la muchas historias que formaría parte de lo que hoy se conoce como Operación Infektion, una campaña de desinformación contra Norteamérica orquestada por los Soviéticos en plena Guerra Fría. No son pocos los expertos que consideran esta estrategia una de las mayores fake news que se han inventado nunca. Todavía hoy, explicaba el profesor de la universidad de Georgetown y consejero del Pentágono Mark R. Jacobson durante una conferencia en 2017, «se perciben las huellas de las campañas de desinformación soviética en ambos lados del Atlántico».

El éxito de la Operación Infektion, y todas las que de ella derivaron, demuestra que la fábrica de las fake news estaba ya en marcha desde antes de que internet llegara a nuestros hogares. Y las consecuencias de algunas de esas mentiras o medias verdades repetidas en el tiempo se han ido arrastrando durante años. Además, ahora las redes sociales permiten difundir con mayor facilidad algo que siempre ha servido de arma ideológica: las teorías conspiratorias, informaciones sesgadas o falsas, o campañas de deslegitimación.

Richard Black: «Hay una especie de arrogancia intelectual entre los que comparten informaciones falsas»

«Los responsables directos de que nos encontremos en una situación de emergencia climática son las personas que, durante décadas, han liderado las mayores campañas de desinformación sobre el calentamiento global». De esta manera, la secretaria de Estado de la España Global, del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Irene Lozano, daba comienzo al debate Desinformación, fake news y el negacionismo del cambio climático. El encuentro, organizado por España Global, reunió a un panel de expertos en Madrid para compartir ideas y proponer soluciones que permitan abordar con éxito el desafío que suponen las fake news y la desinformación en la lucha contra el cambio climático.«Durante años, antes incluso de la aparición de las redes sociales, se ha difundido información confusa y manipulada sobre el cambio climático en pro del inmovilismo. Por eso los ciudadanos no se han sentido llamados a presionar a los políticos y por eso, en parte, no se ha actuado antes», aclara Lozano.

El director de la Unidad de Inteligencia de Energía y Clima (ECIU) y antiguo periodista de la BBC especializado en medio ambiente, Richard Black, coincide con esta idea y esboza el perfil de estos negacionistas. «Se puede percibir una especie de arrogancia intelectual entre los que comparten informaciones falsas sobre el cambio climático que hace que se sientan orgullosos por pensar diferente a los demás», explica, y se atreve incluso a señalar a los creadores de las fake news de la actualidad. Si hace cuatro décadas fueron los espías del KGB quienes sembraron una idea falsa disfrazada de argumentos científicos para desestabilizar al estado americano, ahora son los políticos los que hacen un uso directo de esas estrategias. «Es frecuente escuchar a representantes políticos ir en contra de la comunidad científica, que nos demuestra que si superamos los 1,5ºC los efectos del cambio climático serán irreversibles», recuerda Black. Además, estos ni siquiera utilizan argumentos para defender sus afirmaciones.

Berna González Harbour:«La verdad ha dejado de importar»

No son pocos los ejemplos que defienden esta idea. Hace apenas unas semanas, el primer ministro Australiano, Scott Morris, negó que existiese una conexión directa entre el cambio climático y los más de 8.500 incendios que desde hace un mes han azotado al país, asolado por temperaturas que alcanzan los casi 50 grados centígrados. El presidente ruso Vladimir Putin ha repetido en diversas ocasiones que el miedo occidental al cambio climático es un fraude que solo busca frenar el desarrollo industrial de países como Rusia. Pero quien pone la guinda es el presidente norteamericano Donald Trump quien, durante su campaña electoral de 2017, ya describió el calentamiento global como «un fraude chino». En 2018 tumbó con un «no me lo creo» un informe de más de 1.600 páginas que detallaba los devastadores efectos del cambio climático en la salud, la economía del país y el medio ambiente. Y eso no es todo. Hace unos meses, en plena ola de frío extremo tuiteó: «En los próximos días se espera que los termómetros caigan aún más. La gente no puede ni salir de casa. ¿Qué diablos está pasando con el calentamiento global? Por favor, vuelve rápido ¡te necesitamos!».

«El gran problema no es que la gente cree fake news, sino que los líderes políticos las usan de forma populista», coincide Berna González Harbour, analista política y subdirectora de El País. En España, detalla, existen ejemplos de cómo la lucha contra el cambio climático se ha convertido en una herramienta política para defender una ideología, pero también para desacreditar a las demás. La experta refiere, además, que muchos partidos de ultraderecha niegan la emergencia climática porque la asocian a la izquierda. Es el caso de Vox, cuyo portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros aseguró en vísperas de que arrancase en Madrid la Cumbre del Clima (COP25) que «la extrema izquierda utiliza el cambio climático para cambiar nuestro modo de vida y nuestra fuerza industrial». Pero la esfera política no es la única responsable del negacionismo climático. Harbour añade que el agravante es que «la verdad ha dejado de importar». A su juicio, no se explica de otro modo que la gente no solo crea las afirmaciones de ciertos líderes políticos aunque contradigan las evidencias científicas, sino que no necesiten argumentos que demuestren que son verdad.

Paul D. Thacker: «Seguir el dinero, saber a quién perjudica y ver los documentos permite ver desenmascarar una publicación tendenciosa»

Para el periodista freelance de medios como The New York Times, Paul D. Thacker, «la desinformación es un producto de las empresas americanas que pagan las investigaciones o directamente a los medios para su propio beneficio». El periodista sostiene que la técnica es la misma que las empresas tabaqueras utilizaron en el siglo XX para ocultar los efectos negativos de su producto sobre la salud. «Ahora el dinero va a parar a la desvinculación de la crisis ecológica con ciertas prácticas como la deforestación, la producción de materiales o la utilización de combustibles fósiles. Muchas veces, asegura el experto, la falta de balance y contraste en la cobertura informativa también contribuye en el proceso de desinformación. Otras, las fake news se cuelan como verdad en periódicos, revistas o programas televisivos o de radio. Sin embargo, los medios también pueden formar parte de la solución. «Seguir el dinero, saber a quién perjudica y ver los documentos son las tres pautas que permiten discernir si una publicación es tendenciosa o científica», propone.

Pero cabe preguntarse: ¿cómo se llega a ignorar una verdad científicamente constatada? Stephan Lewandosky, investigador de psicología cognitiva en la Universidad de Bristol señala que estas dinámicas de desinformación giran en torno a las ideologías. «La gente que esté extremadamente adherida al mercado libre es probable que defienda que el cambio climático no exista. Se trata de un tema muy emocional porque esa ideología es parte de su identidad», explica. Y continúa: «por eso existen personas que creen que los termómetros no miden la temperatura o que el cambio climático es una conspiración para acabar con el libre mercado: son personas con una construcción ideológica determinada que rechaza la ciencia al ver amenazada su cosmovisión», apunta.

Esta idea sigue la línea argumental del sociólogo norteamericano Ralph Keyes que, en 2004, bautizó a nuestros días como la era de la posverdad, un momento de la historia en el que las apelaciones a la emoción y las prolongaciones sentimentales de la realidad se sobreponen a los hechos. Al contrario que los soviéticos, que recurrieron a pruebas empíricas —aunque falsas—, ahora no hace falta enmascarar una mentira detrás de supuestos expertos y validaciones científicas. Basta con apelar a una emoción o una ideología. Afortunadamente, el hecho de que en el último año miles de jóvenes se hayan lanzado a la calle para protestar contra la inacción de sus líderes en la lucha contra el cambio climático sugiere que las evidencias científicas están calando entre las nuevas generaciones. Sin embargo, de cara a la década que entra la pregunta es obligada: ¿conseguiremos superar el escollo de la desinformación y acelerar así la batalla por el clima?

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