Tsundoku
El arte de acaparar libros
Comprar algún libro que nunca acabas leyendo es bastante frecuente, pero acumular una pila enorme de libros que sabes que nunca leerás tiene un nombre en japonés: ‘tsundoku’.
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El sector del libro impreso en España alcanzó cifras récord en 2024, según el informe Mercado del libro en España 2024. Con ventas cercanas a los 77 millones de ejemplares y una facturación superior a los 1.200 millones de euros, el mercado editorial ha crecido un 9,8% en comparación a 2023. Esta tendencia positiva también se refleja en el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2024: en el último año, el 53,8% de la población compró algún libro, lo que representa un incremento de 6,5 puntos porcentuales desde 2017. Además, se evidencia un aumento progresivo de personas que leen en su tiempo libre y, en 2024, por primera vez, este porcentaje alcanzó el 65% de la población.
Según este estudio, el hábito de la lectura en tiempo libre está determinado en gran medida por la edad, el sexo, el nivel educativo y la región. Durante 2024, la lectura ha crecido entre las mujeres, las personas jóvenes, las personas mayores y quienes tienen estudios primarios. Aunque el crecimiento del mercado es notable, el auge de novedades también trae consigo un lado negativo: el 60% de los libros publicados termina en la basura. Este exceso de títulos también se refleja en nuestras conductas, llevándonos a comprar más libros de los que podemos llegar a leer. Por eso ha ganado popularidad el término japonés tsundoku, formado por las palabras tsunde oku (acumular) y dokusho (leer libros) y que describe la tendencia a acumular libros sin la intención clara de leerlos.
Al hablar del tsundoku, es frecuente recurrir a la idea de la «antibiblioteca», definida por Nassim Nicholas Taleb en su libro El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable. Taleb cuenta que muchas personas que veían la vasta biblioteca de Umberto Eco, con más de treinta mil volúmenes, se sorprendían al suponer que él había leído todos esos libros. Sin embargo, Eco veía su biblioteca de manera diferente: para él «una biblioteca privada no es un apéndice para estimular el ego, sino una herramienta para la investigación». Es decir, esa biblioteca no era un listado de logros de los que presumir o un cúmulo de conocimientos adquiridos, sino una ventana para seguir aprendiendo.
Por eso, Taleb explica que «los libros leídos tienen mucho menos valor que los no leídos» y afirma que «nuestra biblioteca debería contener tanto de lo que no sabemos como nuestros medios económicos, la hipoteca y el actual mercado activo, competitivo y con escasa variación de precios de la propiedad inmobiliaria nos permitieran colocar». A esta colección de libros pendientes, que no refleja lo que sabemos sino lo que nos queda por aprender, la llama «antibiblioteca».
Tener una estantería llena de libros puede darnos mucho placer, pero ver cómo crece nuestra montaña de lecturas pendientes y, aun así, seguir comprando más y más libros, también puede provocarnos estrés o culpa. Sobre todo, si acaba siendo un problema económico o somos conscientes de que nunca le sacaremos partido.
Glady Juria, experta en literatura asiática, cree que en los últimos años se ha romantizado la idea de lo que es el tsundoku, algo que ella define simplemente como «comprar libros para acumularlos y luego no leerlos» y recuerda que «comprar libros y leer libros son dos actividades completamente diferentes». Aunque no hay nada de malo en ello, insiste en que «comprar y acumular está unido al tema de los excesos». Por eso, en algunos casos, el término tsundoku no se refiere tanto a la lectura, sino al coleccionismo y al placer que nos puede dar tener una gran cantidad de libros o encontrar una edición limitada o un libro antiguo.
La acumulación de libros puede convertirse en un problema si genera ansiedad o frustración
Sin embargo, este placer tampoco es ajeno al sentimiento que produce la lectura. Es una ventana a otros lugares, a otras formas de pensar, a otras historias. Comprar un libro nos acerca a todo eso y, por eso, da un placer instantáneo. El problema puede venir después, cuando bajo el término de moda tsundoku justificamos una compra compulsiva o escondemos la vergüenza que nos genera gastar dinero en algo que no vamos a utilizar.
En la misma línea, la psicóloga Mercedes Bermejo explica que, detrás de esta tendencia, «está la psicología del consumismo y la idealización de que vamos a leer libros, ya que esa compra nos genera una dopamina instantánea». Esta tendencia también se relaciona con el impacto que tienen las redes sociales en nuestras vidas y en el miedo a perdernos alguna novedad, es decir, el fomo. «Esto puede generar culpa y ansiedad por no leer todos los libros que se tienen», afirma Bermejo.
De hecho, plataformas como Goodreads, StoryGraph o Literal han transformado la forma en que interactuamos con los libros. Al permitirnos crear bibliotecas virtuales personales, donde podemos registrar lo que hemos leído y lo que queremos leer, estas hacen más evidente la acumulación de títulos pendientes y pueden convertir la lectura en una lista de tareas más que en una experiencia libre y espontánea. La posibilidad de agregar libros con un solo clic facilita el crecimiento incontrolado de bibliotecas digitales y listas de deseos, algo que también refleja una paradoja contemporánea: cuanto más accesible es la literatura, más presión sentimos por no estar leyendo lo suficiente.
Para gestionar mejor la lectura y evitar la saturación, es útil aceptar que nunca leeremos todo, lo cual refleja la inmensidad del conocimiento disponible. Es importante priorizar las lecturas, seleccionando libros que realmente deseamos leer en lugar de comprarlos impulsivamente. También puede ser útil aplicar el método «uno entra, uno sale», donando, prestando o vendiendo un libro cada vez que adquirimos uno nuevo.
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