Siglo XXI

No se pierda nada, o no será nadie

El impacto constante de la tecnología en nuestra vida puede erosionar todas nuestras perspectivas sobre lo que disfrutamos o lo que odiamos. Pero ¿por qué nos angustia esta nueva presión digital?

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07
diciembre
2021

Las piernas, tostadas por el sol, están flexionadas. Delante, un inconmensurable cielo estival; debajo, los pies pisan el mar como si fuese una alfombra azul. La foto se repite una y otra vez a lo largo de los meses de verano con una magnitud casi propia del inconsciente colectivo. Tiene un significado evidente: son vacaciones y, por tanto, se está aprovechando el tiempo. En definitiva, uno está haciendo lo que se supone que se debe hacer. Cambie la foto por un paisaje navideño pintado de blanco, una deliciosa taza de café en un bar de moda o el concierto de su cantante favorito y tendrá el mismo resultado: un feed repleto de esas imágenes multiplicadas hasta el infinito en diferentes perfiles. Y el mundo es testigo de ello cuando mira el móvil; concretamente, cada diez minutosNadie quiere perderse nada.

«La tecnología está diseñada para mantenernos utilizándola todo el tiempo posible. El modelo de negocio de las redes sociales se basa en que cuanto más tiempo estemos conectados, más datos generaremos y, por tanto, más información sobre nosotros podrá poner a disposición de las empresas anunciantes», explica Manuel Armayones, investigador del eHealth Center de la Universitat Oberta de Catalunya. «Una de las mejores estrategias para lograr esto es hacer que los usuarios sientan que se están perdiendo algo». Es lo que desde el mundo anglosajón se conoce como ‘FOMO’: Fear Of Missing Out (en castellano, miedo a perderse algo).

Castro: «El FOMO es la injusticia percibida por no disfrutar de lo que tiene el resto del grupo»

Según la definición dada por algunos autores, el FOMO es «la sensación de inquietud, a menudo intensa, desencadenada por la preocupación de que amigos o conocidos puedan presenciar experiencias gratificantes particulares de las cuales se está ausente». Algo similar mantiene Jordi Fernández Castro, profesor de psicología de la Universitat Autònoma de Barcelona, quien define el fenómeno como «la injusticia percibida por no disfrutar de lo que tiene el resto del grupo». Es decir, la amarga sensación de no poder tener lo mismo que nuestros seguidores digitales. «En el caso de las redes sociales, el problema está claro, y es que el grupo se hace inmensamente grande. Las oportunidades que entonces pasen cosas son ilimitadas desde un punto de vista cuantitativo: siempre te pierdes cosas. Para las personas que son dependientes esto es un infierno», defiende.

La relación con las fotografías tomadas en la playa es evidente: es un acto de disfrute que se muestra de forma pública. Un contenido que, sin embargo, no es completamente inocente, sino que se convierte también en punta de lanza de la lógica competitiva inherente a las propias redes sociales. «Lo más importante de estas apps, que siempre son individuales, es la falta de solidaridad. Vuelve a unos contra otros: hay un miedo de perderse cosas, pero principalmente hay miedo de no tener tantas buenas cosas como otros», defiende Santiago Zabala, profesor de filosofía e investigador de ICREA en la Universitat Pompeu Fabra. Y añade: «El problema principal del Fear Of Missing Out es que hay un exceso de posibilidades, de conocimiento, de materiales y de consumo. Los teléfonos móviles, precisamente, son lugares para adentrarnos en el exceso, pero en realidad es prácticamente imposible saber (y poder) seleccionar. Vivimos en una libertad bastante ingenua: siempre creemos que podemos elegir las vacaciones que queremos. Es una libertad falsa, una libertad tan grande que en realidad es muy pequeña».

Zabala: «Lo más importante de las redes sociales es la falta de solidaridad: vuelven a unos contra otros»

Cabe imaginar que el contexto impuesto por la pandemia ha empeorado la situación. Desde el calor del hogar –y el excesivo consumo digital– la perspectiva puede llegar a deformarse. Algo que es evidente, en ocasiones, con la imposición del teletrabajo. Tal como explica Armayones, «a nivel laboral nos da miedo no estar pendientes de cualquier información que pueda ser útil para nuestro trabajo y, además, a veces sentimos la necesidad de estar constantemente pendientes de la información». Además, defiende, «en algunos entornos laborales existe también una presión para que estés siempre conectado. A veces ni siquiera es de forma directa, sino sutil, como ocurre a través de cierto uso del WhatsApp».

No obstante, el leitmotiv del FOMO, más allá de sus distintas formas, es evidente. Es el reverso negativo de uno de los principales atractivos de las redes sociales: la popularidad (y, por tanto, la notoriedad). Pero el sentimiento de exclusión termina siempre estrechamente ligado a la popularidad en cuanto se da la imposibilidad de satisfacer las completas necesidades de atención y consumo. «Lo que vemos en las redes sociales no es más que un reflejo del mito de la caverna de Platón de lo que realmente ocurre en la vida», destaca Armayones. El temor último puede que surja no tanto en el propio canto de las sirenas; en realidad, surge de algo que Kafka consideraba una condena: el silencio de las sirenas.

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