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Cambio Climático

Del Green Deal al Clean Deal, ¿tiene la ecología ideología?

La acción climática debería ser una causa común, pero se ha ido convirtiendo —con demasiada frecuencia— en una trinchera más dentro de la creciente polarización política y social.

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07
agosto
2025

La acción climática debería ser una causa común, pero se ha ido convirtiendo —con demasiada frecuencia— en una trinchera más dentro de la creciente polarización política y social. En el espacio público, la ecología se ha contaminado de ideología. Y cuando eso ocurre, corremos el riesgo de reducir la complejidad del mayor reto de nuestro tiempo a un intercambio de consignas, más que de ideas.

Frente a esta deriva, desde OIKOS y Legados, decidimos organizar una escuela de verano en el marco de los Cursos de la UCM en El Escorial, bajo el mismo título que esta tribuna y con un propósito claro: reivindicar el debate riguroso, el valor del dato y la pluralidad de enfoques como antídotos contra la simplificación ideológica –en la derecha y en la izquierda– de la emergencia climática. No se trataba de eliminar las diferencias —que existen y deben existir—, sino de evitar que esas diferencias se conviertan en antagonismos estériles que bloqueen cualquier posibilidad de acción colectiva. Se trataba de escuchar los miedos de unos, las preocupaciones de otros e incluso de desmontar algunos mantras repetidos.

Así escuchamos a Elena Pita, directora de la Oficina Española de Cambio Climático, urgirnos sobre el cambio climático como desafío, pero también como oportunidad y como responsabilidad. Precisamente en ese sentido, Nemesio Fernández-Cuesta, ex secretario de Estado, habló de la necesidad de ambición, competitividad e inclusividad en políticas verdes que enriquezcan a España y los españoles. Pero también responsabilidad, insistiendo en que avancemos al ritmo de las capacidades tecnológicas disponibles. Sin cuestionar la urgencia de los cambios, debemos acompañar ambición con pragmatismo y medidas ajustadas a nuestras capacidades, para evitar efectos regresivos sobre la competitividad industrial que puedan poner en riesgo la propia transición verde.

Por su parte, la representante de la Comisión Europea, Cristina Lobillo, abordó un aspecto estratégico de fondo: Europa apenas produce hidrocarburos y, por tanto, su apuesta por las energías renovables —y, en algunos casos, la nuclear —no solo responde a criterios ambientales, sino también de soberanía energética. La política climática europea es, también, una política de autonomía estratégica de la que es importante ser conscientes ya que la UE importa el 80% de su gas natural y el 97% de su petróleo. En un tiempo marcado por el retorno los grandes poderes, esta independencia energética es vital para una Unión Europea que pueda prosperar en un contexto complejo y belicoso como el actual.

Más allá del enfoque energético, la escuela abordó otras cuestiones igualmente urgentes, y que a veces se han venido soslayando en el debate público: la crisis hídrica, la pérdida de biodiversidad, la economía circular o la integración de lo digital en los modelos sostenibles. Expertos como Elena López-Gunn, Emilio Peiró y Sofía Tirado ampliaron el marco del debate, recordándonos que la transición ecológica no puede limitarse a una única variable, ni podemos centrarnos exclusivamente en mitigar impactos. Es un ecosistema de políticas interconectadas que afectan —y transforman— todos los ámbitos de nuestra vida.

Al final de la jornada, celebramos una mesa redonda sobre la pluralidad de valores medioambientales en la sociedad española. Hablamos de la necesidad de construir un lenguaje común que no parta de presupuestos morales cerrados, sino de realidades compartidas. Porque el cambio climático afecta a todos, pero no a todos por igual. Y cualquier respuesta duradera debe tener en cuenta esa diversidad.

Liberar la ecología de la ideología no significa vaciarla de valores

Como directora de OIKOS, creo firmemente que no hay transición ecológica posible sin consenso democrático. Y ese consenso no se decreta, se construye. No implica unanimidad, pero sí mínimos compartidos. Sobre todo, implica una voluntad activa de entender e incorporar en la conversación al otro, incluso —y especialmente— cuando piensa distinto.

Las fechas que solemos mencionar —la inmediata 2030, 2050 o 2100— no son una abstracción. Son el horizonte vital de quienes hoy están formándose, empezando a trabajar, pensando en su futuro. Son quienes heredarán las decisiones que tomemos hoy. Por eso, el debate ecológico no puede ser solo técnico ni exclusivamente político: también es profundamente ético.

Liberar la ecología de la ideología no significa vaciarla de valores. Al contrario, implica anclarla en principios que trasciendan las lógicas de partido: la responsabilidad intergeneracional, la equidad social, el respeto a los límites del planeta y el compromiso con la realidad en la que vivimos.

Desde OIKOS seguiremos trabajando para que el medio ambiente no sea un territorio de confrontación, sino de construcción compartida. Y lo haremos con una convicción firme: la transición ecológica debe avanzar de la mano del desarrollo económico para conseguir una mejora social. Y continuaremos valiéndonos de los datos, los argumentos y el diálogo como herramientas para enfrentar —juntos— el desafío más urgente de nuestro tiempo.


Valentina Martinez Ferro es directora de OIKOS

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