«Solo nos acordamos de la ciencia en las enfermedades para las que aún no hay tratamiento»
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COLABORA2020
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Si hablamos del tándem formado por mujer y ciencia en España, su nombre es uno de los primeros de la lista. El crecimiento como científica de la bióloga molecular María Blasco (Alicante, 1965) ha ido en paralelo al de la investigación de la –por entonces apenas conocida–, telomerasa, una enzima implicada en cáncer y envejecimiento. Hija científica de Margarita Salas, que dirigió su tesis, Blasco capitanea desde hace más de diez años el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), una institución puntera en la que se entrega en cuerpo y alma al trabajo de laboratorio que le apasiona desde el primer día. Férrea defensora de la ciencia colaborativa, transparente y altruista, hablamos con ella sobre cómo el coronavirus puede cambiar el compromiso social y político con la investigación en España.
Nunca antes la ciencia estuvo tan en el punto de mira de la sociedad. ¿Era necesaria una pandemia mundial para valorar su papel?
No solo debería estarlo ahora que tenemos una nueva enfermedad, la ciencia ha de ser prioritaria siempre, pues es el único camino para el avance de la sociedad y del bienestar humano. Sin ella no tendríamos tratamientos contra enfermedades que seguramente ya nos hubiesen matado a muchos, nuestra calidad de vida no sería la que es y estaríamos aún en la Edad Media. Las mayores revoluciones de la humanidad han sido gracias a la ciencia y, sin duda, la mayor de ellas ha sido el aumento de longevidad y la disminución de las muertes por enfermedades. Desafortunadamente, solo nos acordamos de su importancia cuando nos enfrentamos a enfermedades contra las que aún no hay tratamientos. Esto no solo pasa con la enfermedad COVID-19, también sucede lo mismo con determinados tipos de cáncer, o con enfermedades degenerativas como el Alzheimer. La ciencia ha de ser una prioridad siempre, pues siempre da resultados. Prueba de ello es la rápida reacción que han tenido la ciencia y los científicos ante la COVID-19. Si no hubiese sido por ellos, esta crisis sería infinitamente peor de lo que está siendo.
¿Cree que la pandemia mejorará cuestiones como la colaboración internacional en investigación o el aumento del PIB en I+D+i, actualmente inferior al 2% en nuestro país?
La crisis del coronavirus está poniendo en evidencia la capacidad investigadora y de la gestión de la investigación de los países. Cuando todo pase, veremos cuáles han contribuido más y más rápido a la investigación sobre la COVID-19. Esos países serán sin duda también los que más se beneficien de los tratamientos que se administren para curar a los pacientes. Esto no solo estará determinado por los fondos para investigar en COVID-19 que ponga cada Estado, sino también por la organización y la facilidad para acceder a las muestras de pacientes. De momento, las aportaciones de China a la investigación sobre el virus SARS-CoV-2, y sobre la enfermedad COVID-19 han sido espectaculares y sin duda tienen una posición de liderazgo sobre el resto: tan solo unas semanas después de sospechar que la neumonía atípica de Wuhan estaba producida por un nuevo virus, este estaba aislado y secuenciado, y pronto se vio cómo infectaba las células, cómo se duplicaba y así se pudo empezar a buscar fármacos para bloquearlo y empezar a desarrollar vacunas.
Nuestro país tiene un gran potencial investigador, pero la inversión en ciencia es muy baja y también ha sido complicado acceder a muestras de pacientes, ya que los médicos y los hospitales han estado desbordados con la urgencia del tratamiento de los infectados y con poco tiempo o ninguno para poder colaborar en la investigación sobre la enfermedad. En el CNIO hemos conseguido biobancar –recoger material biológico y sus datos asociados– muestras de pacientes de COVID-19, pero ha sido laborioso y complicado.
«Nuestro país tiene un gran potencial investigador, pero la inversión es muy baja»
¿Es el momento de un gran pacto de Estado para remar todos a una en la investigación?
Siempre es un buen momento para un pacto de Estado sobre la ciencia, porque su importancia para el desarrollo de un país es algo en lo que todos los partidos políticos parecen estar de acuerdo: la ciencia no tiene color político, es un bien común y un motor de desarrollo. Países como China o Corea del Sur han demostrado que se puede pasar a competir internacionalmente en relativamente poco tiempo con una inversión sostenida en el tiempo. No puede ser algo puntual, ya que los rendimientos de la ciencia son a largo plazo. Nuestro país tiene una red de centros de investigación que están entre los mejores del mundo, como el Severo Ochoa y las Unidades María de Maeztu, que consiguen la acreditación de excelencia por parte del Gobierno de nuestro país de manera competitiva y tras la evaluación por parte de un panel de expertos internacional. Hasta ahora, este programa ha sido apoya- do por los distintos Gobiernos de este país y ha crecido desde 8 has- ta 49 centros –asociados en la Alianza SOMMA–, es decir, se trata de un programa que cataliza y genera excelencia. Estos centros están en distintas comunidades autónomas (Madrid, Cataluña, País Vasco, Andalucía) y están perfectamente cohesionados con un objetivo común, que es mejorar la excelencia científica del país y eliminar las trabas administrativas que aun dificultan el trabajo de los investigadores. Los centros SOMMA integran distintos organismos, como el ISCIII, el CSIC o la universidad y son una oportunidad para iniciativas multidisciplinares, pues trabajamos en todas las disciplinas científicas. La ciencia de excelencia de nuestro país trae dinero de Europa y de empresas internacionales, genera puestos de trabajo y nuevas compañías, por lo que es la semilla que asegura que invertir en ciencia en nuestro país dará resultados tangibles y medibles en el corto-medio plazo.
A nivel político, social y científico, ¿qué lección nos deja lo que estamos viviendo los últimos meses?
Esta crisis nos ha demostrado lo que ya sabíamos los científicos, pero quizás no la sociedad o los políticos: que la ciencia es internacional, colaborativa, transparente fiable y altruista. Tanto ella como los científicos de todo el mundo han respondido de manera ejemplar al reto de la COVID-19. La ciencia es lo que mejor representa los valores del mundo futuro, sin fronteras y que afronta los problemas de manera colaborativa y transparente a través de publicar todos sus resultados. Debería de ser un ejemplo de cómo hacer las cosas en otros campos, como el político y el social. Como he dicho antes, en la esfera de la ciencia no hay fronteras: los profesionales de todo el mundo trabajan de manera colaborativa y transparente por el avance de la humanidad, algo que es un modelo de cómo deberían de ser las cosas en todos los campos.
Partiendo de la base, por supuesto, de que son enfermedades diferentes e incomparables, ¿cómo explicaría que la investigación de la COVID-19 avance acelerada y la del cáncer vaya, digamos, más sosegada?
La investigación del cáncer no va más sosegada; va a la máxima velocidad, igual que la investigación sobre la COVID-19. Lo que ocurre es que la segunda está producida por un virus y, por lo tanto, es mucho más simple que el cáncer: para atajarla basta con desarrollar fármacos que impidan su replicación o su entrada en las células. Tenemos el ejemplo del sida, que se ha controlado en el momento que se han desarrollado fármacos que bloquean el virus. Además, la COVID-19 también se podría prevenir si se consigue desarrollar una vacuna que funcione. Sin embargo, el cáncer es una enfermedad muchísimo más compleja. Un tumor puede tener miles de alteraciones genéticas y estas pueden ser diferentes para cada paciente. A pesar de ello, hoy se pueden controlar muchos tipos de cáncer, sobre todo si se detectan antes de que se hayan dispersado por distintos órganos del cuerpo. Hay cientos de nuevos fármacos contra el cáncer que se prueban en pacientes cada año, y creo que no me equivoco si digo que el cáncer es uno de los mayores esfuerzos de la ciencia a nivel internacional, tanto desde lo público como desde las empresas privadas.
Según la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, la sociedad muestra un interés creciente por la investigación, sobre todo la franja de edad más joven (18-25 años). ¿Qué le diría a los chicos y a las chicas que quieren dedicarse a la investigación?
Que la ciencia es internacional, sin fronteras, con objetivos que son el avance de la humanidad como la eliminación de las enfermedades: no veo ocupación más noble que la ciencia, ni un modelo mejor para el futuro.
«La ciencia es lo que mejor representa los valores del mundo futuro, sin fronteras y que afronta los problemas de manera colaborativa»
El último informe ‘Científicas en Cifras’ del – entonces– Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades situaba en casi el 40% el total de mujeres investigadoras en España. Sin embargo, otros estudios demuestran que, desde los cuatro años, los menores asocian la ciencia con el género masculino. Con todo, ¿hay más igualdad de género en ciencia desde que usted empezó? ¿Se va quebrando el techo de cristal?
La hay, pero queda mucho camino por recorrer. Si un niño o una niña viniese al CNIO, pensaría que la ciencia es una ocupación de mujeres: el 70% de quienes allí trabajamos lo somos. Creo que el que los ciudadanos aún piensen que la ciencia está hecha por hombres es consecuencia de los estereotipos que se perpetúan en el material educativo, en los juguetes o en los medios de comunicación, y quizás incluso en los entornos familiares. La ciencia, hoy, también está hecha por mujeres, el problema es que aún no tenemos el 50% de ellas en los puestos de dirección de los laboratorios de investigación. Para resolver esto hay que hacer cambios estructurales en las instituciones, facilitar la conciliación flexibilizando los horarios y haciendo uso del teletrabajo. También es importante educar para prevenir los estereotipos que pueden llevar a discriminar o a valorar peor a las mujeres científicas.
«Biología molecular». ¿Recuerda el momento en el que esas dos palabras se convirtieron en protagonista de su vida?
Estaba en COU. Un día vino un biólogo molecular a darnos una clase de orientación universitaria y vi claro que yo quería dedicarme a ello. La biología molecular es entender cómo funciona la vida a nivel de sus moléculas y la clave para entender todos los procesos de la vida –incluidas las enfermedades– y, por lo tanto, poder desarrollar estrategias terapéuticas para prevenirlas o curarlas.
Los avances en telomerasa han ido produciéndose conforme usted crecía como científica.
Tuve la suerte o el acierto de elegir trabajar con telomerasa cuando este era un campo aún muy poco conocido y con muy pocos grupos trabajando en ello. Yo pude contribuir a su desarrollo desde el principio y eso sin duda ha sido una gran ventaja.
Inhibir la telomerasa para detener el cáncer y activarla para detener el envejecimiento. ¿Cuál de los dos procesos es más complicado?
Creo que es más difícil frenar el cáncer que enlentecer el envejecimiento. Aunque si enlentecemos el envejecimiento también eliminamos el cáncer…
«Las curas contra el cáncer están llegando todos los años: cada vez tenemos más fármacos contra distintos tipos de tumores»
¿Cuántas veces le han preguntado si llegará la cura contra el cáncer?
Siempre, y siempre respondo lo mismo: que las curas contra el cáncer están llegando todos los años, porque cada vez tenemos más fármacos contra distintos tipos de tumores.
Tras casi una década dirigiendo un organismo gigante como el CNIO, ¿cómo valora estos años y a dónde le gustaría llegar?
Al CNIO lo hacen grande los investigadores que trabajan aquí. La clave para que este sea uno de los mejores centros de investigación del mundo es poder renovar sus líneas de investigación, lo que permite poner la mirada en el futuro, trabajar a largo plazo y tener planes estratégicos.
Ocho meses sin Margarita Salas. ¿Qué legado le ha dejado a la ciencia en general y a María Blasco en particular?
Si Margarita no hubiera existido, este país no sería el mismo: ha sido una de las promotoras de la biología molecular en España y una investigadora ejemplar, que ha sabido combinar la excelencia científica y la ética profesional. Ha demostrado con creces que de la investigación básica se pueden obtener productos competitivos a nivel internacional y beneficios económicos, y ha crea- do una escuela. Para mí ha sido como una madre científica que me ha enseñado el camino, inculcado sus valores y sus principios en la ciencia. Con eso creo que lo digo todo.
Con decenas de premios a sus espaldas, ¿a qué ha tenido que renunciar María Blasco para llegar a donde ha llegado?
No es ninguna renuncia tener un trabajo que te gusta y la fortuna de haber podido hacer contribuciones relevantes. Es un privilegio.
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