ENTREVISTAS

«La política debe hacerse con la carga ideológica que uno quiera, pero después de aplicar el conocimiento científico»

Fotografía

Patricia J. Garcinuño
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05
octubre
2020

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Patricia J. Garcinuño

A John Glenn no le gustaban los flashes. El que fue el primer norteamericano en orbitar la Tierra y, más tarde, la persona de mayor edad en viajar al espacio, desarrolló una sencilla técnica que le permitía eludir esos destellos de luz que le persiguieron a lo largo de su carrera: mirar entre 15 y 20 grados por debajo de la lámpara de la cámara. Quien nos lo cuenta es Pedro Duque (Madrid, 1963), el primer –y único– astronauta español de la historia que ha estado en el espacio y a quien, asegura, no le molestan los flashes. Hace ya más de dos años que Duque aterrizó en la política para pilotar los mandos del Ministerio de Ciencia e Innovación que acaba de presentar un «plan de choque» cuyo objetivo es, según nos explica, revertir años de recortes, precariedad y falta de inversión. Días antes de que anunciara su candidatura para ser director general de la Agencia Espacial Europea (ESA) –y que le obligaría a abandonar su cargo actual– nos reunimos con él para hablar sobre el colosal reto de convertir a España en un referente de la ciencia y la investigación en un momento en que encontrar una vacuna contra la COVID-19 se ha convertido en una suerte de nueva carrera espacial.


El Gobierno acaba de anunciar un plan de choque para impulsar la ciencia española que compromete 1.056 millones de euros de inversión. Más allá de la ambiciosa partida económica, ¿de qué manera ayudará a solucionar los problemas estructurales, como los recortes o la precariedad laboral, que la ciencia lleva, al menos, una década arrastrando en nuestro país?

Hemos intentado que este fuese un plan inicial de efecto rápido, pero que estuviera engarzado en los problemas estructurales que todos conocemos. No se trata solo de una subida de las partidas presupuestarias, que es algo más inmediato, sino que incluye iniciativas legislativas de gran calado para resolver deficiencias estructurales. La propuesta de reforma de la Ley de la Ciencia incluye, por ejemplo, una nueva forma de contratación –el tenure-track– que está sujeta a evaluación externa y que será muy importante a medio y largo plazo, porque ayudará a resolver uno de los principales problemas del sistema de la ciencia: la inestabilidad de la situación laboral que arrastran muchas personas hasta casi los 45 o 50 años. Viene a ser una apuesta por la estabilidad sin olvidar la excelencia. También hemos propuesto una reforma de la Ley de Investigación Biomédica enfocada en darle una proyección de futuro a los investigadores hospitalarios que ahora mismo tienen muchas dificultades para hacer una predicción de su carrera futura por el tipo de contratos y por la complejidad asociada a un sistema de salud autonómico. Por eso, la mayor parte del dinero del plan irá destinado a aumentar las partidas de recursos humanos y facilitar la entrada de personas a un sistema en el que, como hemos visto estos meses, podría entrar más gente.

Los críticos dicen que la iniciativa corre el riesgo de convertirse en un parche temporal ante la situación extraordinaria en la que nos encontramos. ¿Qué medidas se contemplan para evitarlo?

El plan de choque es simplemente el inicio de un proyecto a medio y largo plazo. Nos encontramos empoderados por el Gobierno en pleno, que coloca muy por delante la necesidad de cambiar, de darle una orientación diferente al modelo productivo español. Pero esta vez, de verdad y con números. Tomando eso como partida, vamos a basar nuestro plan a medio-largo plazo en una serie de ejes que ya estamos definiendo. Precisamente estos días estamos escribiendo los documentos necesarios que garanticen que en los años posteriores al plan de choque se continúe con todas las medidas hasta que acabe siendo una reforma estructural de aquí a cuatro o cinco años.

Ha dicho que el objetivo del plan es que el sector privado invierta más en investigación. ¿Cómo se puede mejorar la colaboración público-privada en un contexto de crisis económica?

Hay varios ejes en los que trabajar, pero de momento hemos sacado bastante rápido unos programas de innovación con créditos parcialmente reembolsables y con un programa específico de I+D para resolver los problemas inmediatos de la COVID-19. Se iniciaron justo a comienzos de la pandemia para que industrias que podrían haberse visto gravemente afectadas y que pudieran considerar reducir sus departamentos de I+D tuviesen una ayuda adicional y mantuvieran su actividad. A largo plazo, nuestro plan es doblar la cantidad de ayudas que reciben las empresas españolas para fomentar la investigación y el desarrollo. Debemos mejorar mucho en la permeabilidad de la innovación a todo el tejido productivo, sobre todo de las empresas más pequeñas. Queda claro que es algo que resolver cuando uno mira la posición de España en los rankings de la Unión Europea. Esto ya se ha trabajado en el pasado y es ahora cuando debe empezar a dar sus frutos. Estamos apostando por el fomento de la innovación por parte del Estado. Siguiendo el modelo de «Estado innovador», como dice la economista Mariana Mazzucato, hemos sacado un programa de colaboración entre centros tecnológicos y pymes de la Red Cervera para que las empresas colaboren con estos centros y entren en la cultura de la innovación sin tener que hacer inversión en equipos. También hay iniciativas de colaboración entre los diferentes centros tecnológicos, unos con otros. Es un plan que bebe de la nueva filosofía del «Estado innovador» que pronto van a instalar en la UE y al que se da una financiación muchísimo más generosa de lo normal. Ahora queremos doblar todos estos programas de colaboración para mejorar esa parte negativa que nos posiciona tan abajo en las listas.

Pedro Duque

Su ministerio tiene precisamente el objetivo de acercar los fondos de la I+D+i a la media europea del 2% del PIB. ¿Será eso suficiente para explotar el potencial científico de España?

Nada es suficiente. Está claro que, si consiguiéramos que todos los talentos españoles –hombres y mujeres, ricos y pobres, grandes y pequeños– que son capaces de dedicarse a innovación estudiasen las carreras apropiadas, podríamos subir incluso a niveles muchos más altos de los que tienen otros países europeos. Esto se puede hacer, el talento existe, pero hay que apostar por las medidas apropiadas. Creemos que, como mínimo, es de rigor hacer el intento de ponernos en la media de Europa, que es un 2,1% del PIB. Lo que está claro es que los incrementos de fondos de I+D no se pueden absorber a enormes velocidades: tienen que entrar en la cultura de la innovación y las empresas deben, año tras año, hacer unos incrementos razonables que sean absorbibles. Como es algo que requiere tiempo, desde el Ministerio apuntamos un poquito más arriba y, una vez estemos ahí, reconsideraremos si lo que queremos es acercarnos a los que están más altos.

¿Qué supone el Green Deal europeo para el sector tecnológico y de la innovación en España?

Es una grandísima oportunidad. Lo que estamos haciendo no es solo desarrollar la ciencia de la innovación en sí, sino que se trata también de que todo lo que se haga permita que haya mayores rendimientos por cada hora de trabajo de cada empleado en las empresas. Apostar por la innovación en el sector privado es hacerlo por la productividad y la competitividad de los productos, y una de las oportunidades de mayor rendimiento –y que además es la más bonita– es la descarbonización. Es decir, hacer que España esté por delante de todos los demás en limpieza de las aguas, en sostenibilidad de la pesca, en el cuidado ecológico del planeta, etc. Todo eso, además, generará unas tecnologías que después podremos exportar a otros países. Es algo que siempre les digo al resto de ministros: vamos a apostarlo todo a las tecnologías verdes.

«Resolver la precariedad es la mejor medida para eliminar la brecha de género en la ciencia»

Uno de los retos a los que se enfrenta el ámbito de la ciencia y la investigación es el de aumentar la representación de las mujeres en las carreras STEM, que en nuestro país son cerca del 31% de los matriculados. ¿Por qué se da esta situación y qué mecanismos plantea el Gobierno para acabar con esta brecha de género?

Es una brecha de eficiencia en el sistema, porque está claro que los talentos están igualmente repartidos. Cuando hay menos presencia de una proporción de la población en un área en la que sabemos que debe haber más talento, obviamente es un fallo de eficiencia que está alimentado por ciertas costumbres de la sociedad. Es cierto que en áreas como la medicina o la biotecnología hay muchas mujeres, mientras que en otras como la informática y ciertas ingenierías los datos incluso van en descenso respecto a hace diez años. ¿Qué vamos a hacer? Pues poco a poco estamos aplicando cambios normativos que palien los problemas de la sociedad que hacen que a las mujeres les sea más difícil no solo hacerse científicas, sino llegar a ser jefas o directoras de grupo. Este es uno de los problemas que intentamos solucionar con el sistema tenure-track. Además, hay que tener en cuenta que se trata también de una cuestión psicológica o sociológica: existe un sesgo de evaluación cuando se trata precisamente de progresar en la carrera científica si en los tribunales hay una diferencia muy grande entre el número de hombres y de mujeres. También estamos buscando más referentes para las niñas y recientemente nos hemos reunido con mujeres científicas para reflexionar sobre esto. Una de las cosas que nos dijeron es que la desigualdad no se puede reducir de un plumazo, ni de un año para otro, sino que, quirúrgicamente, tenemos que cortar los problemas donde el criterio de excelencia se ve tergiversado, pero, eso sí, sin perderlo. En su mayoría, todos coincidimos en que resolver la precariedad, si lo conseguimos, será la mejor medida para eliminar la brecha de género en la ciencia.

Antes de la pandemia, China y Estados Unidos se batían en una carrera espacial por pisar Marte que, ahora, se ha trasladado al ámbito de la salud. Ambas potencias pelean por encontrar antes una vacuna contra el coronavirus. ¿Cree que la investigación en salud podría llegar a reemplazar o postergar las aspiraciones internacionales de conquistar el espacio?

No veo dónde lo uno puede ser una merma para lo otro. Actualmente se están utilizando unos porcentajes de presupuesto en ciencia e innovación tan pequeños que creo que siempre se van a poder hacer las dos cosas. Diría que incluso se puede utilizar un presupuesto mayor en la parte científica –pero también de prestigio– que permita ser el primero en la exploración. Al ser humano siempre le llama la atención ser el primero, como ya lo vimos con Estados Unidos: al final termina convirtiéndose en una ventaja económica inmensa. La velocidad a la que se ha incrementado la excelencia científica en China en tan pocos años demuestra que hay, obviamente, un plan político que también se ha aplicado a la biomedicina porque, lógicamente, además de explorar, hay que seguir curando a la gente.

¿Qué posición ocupa España en esa carrera mundial por encontrar una vacuna?

Tenemos el 10% de los mejores proyectos mundiales. Hay unos cuantos –muy pocos– que van por delante porque son proyectos comerciales de grandes farmacéuticas, pero justo después están los españoles: cinco de ellos ya tienen candidato vacunal, es decir que ya han hecho la vacuna, pero falta probarla. Además, estamos haciendo un esfuerzo para que las factorías que producían medicamentos o vacunas en España, sobre todo las veterinarias de enorme calidad y con mucha exportación, reciban ayudas de I+D estatales y puedan cambiar su producción y, o bien fabricar vacunas españolas descubiertas por científicos nacionales, o hacerlo para una marca comercial.

La comunidad científica ya había avisado de la posibilidad de que un virus saltase de un animal a un humano y provocase una pandemia como la actual. De la misma manera, lleva años alertando sobre el incremento de las temperaturas planetarias y sus consecuencias. ¿Por qué se recurre a la ciencia cuando la situación ya es desesperada?

Eso es algo que tenemos que revertir. Las decisiones políticas se tienen que tomar con toda la carga ideológica que uno quiera, pero una vez que se ha aplicado el conocimiento fehaciente existente de la ciencia. Es absurdo no hacerlo. Que años antes haya habido epidemias de coronavirus como el SARS y el MERS ha permitido que tengamos la tecnología necesaria para buscar una vacuna de manera tan rápida. Es el caso del Centro Nacional de Biotecnología, que si el 7 o el 8 de enero se publicó el genoma del virus, el 10 ya estaba generando los genes necesarios para crear la vacuna y el día 10 o el 15 de abril ya empezábamos a probarla. Todo eso es fruto de una preparación previa y, aun así, sí que podríamos haber hecho más en este sentido. La lección ahora es que no hagamos lo mismo con el cambio climático. La ciencia ya no puede negarse: estamos encaminados hacia un incremento de las temperaturas planetarias que afectarán al entorno en el que vivimos y debemos ir con cuidado. No se trata solo de hacer caso a las recomendaciones de la ciencia por la pandemia, sino que hay que seguirlas con todo y especialmente con el cambio climático, porque en toda la historia de la Tierra nunca las temperaturas habían aumentado a esta la velocidad.

«La descarbonización es una de las oportunidades de mayor rendimiento: vamos a apostarlo todo a las tecnologías verdes»

Dice que la ciencia no puede negarse pero, con todas las evidencias sobre la mesa, hay quien no duda en oponerse a los datos, como sucede con los antivacunas, los negacionistas del cambio climático o los que dicen que el ser humano nunca llegó a la luna. ¿Cómo se puede hacer frente a estos colectivos?

Es realmente difícil, pero lo primero que debe haber es una responsabilidad inquebrantable de los poderes públicos y políticos de no dejarse llevar. Eso está clarísimo, aunque no se haya conseguido en la mitad de los países del mundo. Nosotros hemos tratado de hacerlo con el mayor número posible de recursos. Por ejemplo, con campañas que animan a tener mucho cuidado con las afirmaciones que llegan a través de las redes sociales o de programas de televisión de dudosísimo criterio. Hay que educar mejor: uno no se puede limitar a la educación que recibió cuando era pequeño, porque la ciencia evoluciona. Por eso creo que hay que enseñar a la gente a distinguir el método por el cual se ha llegado a una conclusión, qué verdades sacadas por qué método hay que creer y dónde ser mucho más escéptico. Tampoco hay que dejarse llevar por la creencias que uno tenga o por lo que diga alguien: es necesario saber qué cosas son irreales e, incluso, perniciosas para la salud. Y en esto, sobre todo en temas de salud, lo esencial es que los poderes públicos mantengan el paso firme.

Personalmente, ¿qué le impresiona más , el espacio o la política?

Si hablamos del espacio como algo de la física, la tecnología y la ingeniería, me impresiona poco, porque lo conozco. En cambio, la política va de relaciones entre humanos, de intentar explicar algo a la gente de la mejor forma posible, de colocar delante de las personas un plan que entiendan y apoyen… Todo eso son relaciones humanas que no forman parte de mi formación, es algo que he tenido que aprender después. Para mí, la tecnología de la política es mucho más compleja: el espacio es parcial y la política es total. Al final, todo el mundo se rige por las directrices que dan las autoridades políticas, lo que la convierte en algo más elevado y que hay que hacer bien. Se trata de aceptar que, cuanto más transparente uno sea con los planes que propone a los electores, cuanta mayor didáctica se haga sobre qué propone cada uno y menos se dé uno a la descalificación, la diatriba y el vociferio, mucho mejor para todos: solo así encontraremos una mejor solución para los problemas. Aunque eso esté, a lo mejor, un poco en el futuro.

Pedro Duque Ethic

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