ENTREVISTAS

Hein de Haas

«Convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios desvía la atención de la búsqueda de soluciones reales a problemas reales»

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Marijn Smulders
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24
marzo
2025

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Marijn Smulders

La historia de la humanidad es la historia de sus migraciones. Sin embargo, la inmigración se ha convertido en el caballo de batalla a lo largo y ancho del espectro político. Tras tres décadas de investigaciones, el sociólogo neerlandés Hein de Haas ha publicado ‘Los mitos de la inmigración‘ (Península), un exhaustivo ensayo en el que desmonta los falsos mantras que circulan sobre lo que él llama «el tema que más nos divide».


A la pregunta sobre cuál es el principal problema que existe hoy en España, uno de cada tres españoles respondió: «La inmigración». En cuestión de meses, la inquietud pasó de la novena posición a la primera, según los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas. ¿A qué responde que la inmigración sea hoy la principal preocupación de la opinión pública?

Esto refleja principalmente el discurso político. En las investigaciones de opinión pública en Europa, se ve que la inmigración sube y baja como un asunto de preocupación pública independientemente de las tendencias migratorias. Por ejemplo, en España, durante años, no fue un tema público importante, aunque el país ha experimentado niveles bastante altos de inmigración en las últimas décadas. Por tanto, el repentino ascenso a la cima de la agenda política refleja principalmente el hecho de que los políticos utilizan cada vez más el tema para sumar apoyos y ganar elecciones. Por supuesto, además de tener beneficios económicos, la inmigración puede causar problemas reales, pero los políticos tienden a exagerar su magnitud en un intento de representarla como una gran amenaza y convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios de problemas sociales que no han causado.

«La inmigración sube y baja como un asunto de preocupación pública independientemente de las tendencias migratorias»

Usted dice que los políticos están sucumbiendo a la competencia por «ver quién asusta más recurriendo a la inmigración»…

Convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios desvía la atención de la búsqueda de soluciones reales a problemas reales, como los bajos salarios, la inestabilidad laboral, el desempleo, la inseguridad y la falta de vivienda asequible. Estos tienen poco que ver con la inmigración, pero los políticos que se resisten a las reformas en pro de la igualdad, la redistribución económica y los derechos de los trabajadores efectivamente utilizan a los inmigrantes para evitar hacer estas reformas. Además, crea división social al enfrentar a los autóctonos y a los inmigrantes entre sí. Obviamente, esto es malo para la cohesión social. Cuando los inmigrantes sienten que no son aceptados, que los rechazan o discriminan, eso también impide su integración, lo que genera problemas de segregación y crea una subclase de trabajadores migrantes.

¿Por qué la xenofobia se ha vuelto un arma política tan eficaz? Una suerte de cortina de humo para tapar las causas estructurales del malestar social…

Porque mientras la gente crea que la inmigración es la causa principal de los problemas, esta «falsa conciencia» es una estrategia eficaz para impedir reformas socioeconómicas que conduzcan a una menor desigualdad, mayor protección de los trabajadores, más viviendas asequibles y mejores servicios públicos.

«Que la gente crea que la inmigración es la causa de los problemas es una estrategia eficaz para impedir reformas»

Mientras se estereotipa y caricaturiza a los inmigrantes provenientes de los países del Sur Global, cada vez más ciudades en el Mediterráneo y otras regiones se enfrentan a la gentrificación por la llegada de trabajadores remotos del Norte con alto poder adquisitivo —a los que, por lo demás, rara vez se les llama inmigrantes sino expats—. ¿Cuánto del discurso antiinmigración responde a un tema de aporofobia?

Este es un buen ejemplo de lo que yo llamo «indignación selectiva». La inmigración de trabajadores poco cualificados procedentes de Marruecos, América Latina y otros países no europeos a menudo se presenta como indeseable, cuando es un secreto a voces que en realidad realizan todo tipo de trabajos «esenciales» en sectores como la agricultura, la construcción, los servicios domésticos y los cuidados. Al mismo tiempo, la inmigración de trabajadores de «clase alta» es casi universalmente aplaudida, aunque esto también pueda tener efectos negativos, particularmente en el acceso a la vivienda. Sin embargo, también en este caso sería engañoso presentar la inmigración como la causa principal; en realidad, otros factores son más importantes, como el aumento general de las desigualdades económicas, la falta de financiación de la vivienda social y la liberalización de las políticas de vivienda. Lo vemos en España y en toda Europa: la segregación de clases está aumentando, y eso es un hecho preocupante, ya que es una amenaza potencial a la cohesión social. Pero, por supuesto, es más fácil culpar a los inmigrantes, al menos mientras los políticos se salgan con la suya al convertirlos en chivos expiatorios.

«Hay una indignación selectiva: la inmigración de trabajadores de ‘clase alta’ es casi universalmente aplaudida»

Asimismo, mientras unos afirman que los inmigrantes «roban los empleos», otros dicen que son la clave para hacerle frente al envejecimiento de la población. Y mientras algunos gobiernos conservadores endurecen el discurso antiinmigración, también facilitan la llegada de mano de obra extranjera. Usted lo llama la «brecha discursiva». ¿Cómo se explica este fenómeno?

Esa es la enorme brecha entre el «discurso duro» que tienen los políticos populistas sobre la inmigración y que en la práctica son mucho más indulgentes y tolerantes. Lo vemos especialmente en la derecha, pero, en la práctica, aplica a todos los gobiernos, ya que están bajo una fuerte presión de los lobbys económicos para que establezcan políticas migratorias más liberales y se hagan los de la vista gorda ante la explotación de los trabajadores migrantes legales e indocumentados. El objetivo principal de muchos políticos es crear una impresión de dureza y control, mientras que en la práctica han abierto cada vez más puertas a todo tipo de migración laboral y los niveles de aplicación de la ley son mínimos cuando se trata de impedir que se contrate a trabajadores indocumentados. Esto muestra la enorme hipocresía política en torno al tema.

«Dado que por lo general están muy interesados en quedarse y obtener el permiso de residencia, los inmigrantes suelen estar entre los miembros de la sociedad más respetuosos con el cumplimiento de la ley», sostiene en su libro. ¿Por qué, entonces, tanta gente cree que hay una correlación directa entre delincuencia e inmigración?

La investigación comparativa a nivel internacional no ha demostrado un vínculo entre los niveles de inmigración y los niveles de criminalidad. De hecho, en muchos casos la inmigración se asocia con menor criminalidad. Esto se debe a que la inmigración es selectiva: la mayoría de los migrantes son emprendedores y ambiciosos, tienen una fuerte voluntad de triunfar a través del trabajo duro y están motivados por el deseo de ayudar a la familia en casa y brindarle un futuro mejor. Por tanto, en contra del estereotipo del «extranjero criminal», los inmigrantes —legales e irregulares— tienden a ser igual o menos criminales que los nacidos en el país. Cuando la delincuencia es un problema, se trata más bien de un problema de miembros marginados de la «segunda generación» entre grupos específicos de migrantes discriminados que han experimentado una «asimilación descendente», que viven en barrios segregados y enfrentan problemas de pobreza, abandono escolar y falta de un empleo estable. Sin embargo, esto no es una cuestión de raza o etnia, ya que sus tasas de delincuencia son similares a las de grupos blancos del mismo nivel socioeconómico. En particular, el desempleo de larga duración, y no la raza o el origen étnico, conduce a la delincuencia. Además, los prejuicios convierten a los grupos minoritarios en un objetivo desproporcionado de la violencia policial, los arrestos y el encarcelamiento, lo que refuerza la segregación y la desventaja. Entonces, además de hacer cumplir la ley de forma eficaz, la reducción de la delincuencia podría lograrse mediante políticas que brinden a los jóvenes desfavorecidos mejores oportunidades de movilidad social a través de la educación y el empleo, independientemente de su origen racial y étnico.

«’Fronteras abiertas’ es un eslogan tan poco realista como ‘fronteras cerradas’»

Hablemos ahora de la paradoja del control fronterizo: «Cuanto más difícil resulte entrar, más serán los migrantes que optarán por quedarse». ¿Por qué tantos gobiernos buscan endurecer las restricciones si eso rompe la circulación de ida y retorno?

Es un dilema para el que no hay una solución fácil. Hasta cierto punto, es comprensible y también legítimo que los Estados modernos quieran ejercer algún nivel de control migratorio, en el sentido de quién puede venir, quedarse, trabajar y acceder a la ciudadanía. La migración libre solo es posible dentro de grandes unidades políticas como la Unión Europea. Por eso «fronteras abiertas» es un eslogan tan poco realista como «fronteras cerradas». Las cosas van particularmente mal cuando los gobiernos intentan restringir la inmigración mientras niegan los factores que la impulsan. La principal razón por la que esta ha aumentado no tiene que ver con los refugiados: esas cifras son relativamente pequeñas y estables en el largo plazo.

¿Entonces a qué se debe?

La verdadera razón del aumento de la inmigración en España y otros países occidentales es la persistente escasez de mano de obra. Estuve en Senegal y Marruecos el verano pasado, y los jóvenes saben que hay empleo en España y que esto se tolera en gran medida. Es una ilusión pensar que se puede impedir que la gente venga. En estas circunstancias, lo que hacen los controles fronterizos es desviar la migración hacia otros canales. Pero el efecto no deseado más importante es que impide que la gente regrese. Cuanto más caro y arriesgado sea venir, menos gente regresará por miedo a no poder regresar. Así, las restricciones migratorias empujan a los migrantes temporales a establecerse permanentemente, y la decisión de quedarse provocará posteriormente la migración de miembros de la familia. Así es como los controles en las fronteras entre México y Estados Unidos han convertido un flujo que en gran medida era de ida y regreso en una población asentada de alrededor de 11 millones de mexicanos en Estados Unidos. De la misma manera, la introducción del visado Schengen en 1991 convirtió el flujo circular de trabajadores marroquíes hacia España en una población permanentemente asentada. Las restricciones que ignoran la evidencia científica a menudo tienen efectos contraproducentes, ya que centrarse solo en las entradas ignora cómo las restricciones afectan el proceso general de circulación.

«No se puede estimular el crecimiento económico, por un lado, y reducir drásticamente la inmigración, por el otro»

¿Es posible salir del «trilema migratorio» en el que usted advierte que se encuentran atrapadas las democracias liberales?

Es muy difícil, ya que parece imposible conciliar estos tres objetivos políticos: mantener una apertura económica que ha estimulado la inmigración y al mismo tiempo respetar las preferencias de grupos de ciudadanos que piden más restricciones migratorias, respetando a su vez los derechos humanos de los extranjeros. Los lobbys económicos presionan a los gobiernos para que mantengan las fronteras abiertas y toleren la explotación de trabajadores migrantes; mientras que los derechos humanos significan que los solicitantes de asilo y los trabajadores indocumentados no pueden ser simplemente deportados y merecen protecciones básicas. Todo esto es difícil de conciliar con las audaces promesas de los políticos de «ponerse duros» con la inmigración. Una forma en que los políticos han tratado de encontrar una salida es adoptar una retórica dura y recurrir a medidas de control fronterizo muy visibles, como la construcción de muros y vallas. Esta estrategia puede ayudar a disimular, pero no resolverá el «trilema» de la inmigración. No se puede tener una liberalización económica y estimular el crecimiento económico, por un lado, y reducir drásticamente la inmigración, por el otro.

«Necesitamos urgentemente que los políticos tengan la valentía de contar una historia real sobre la inmigración»

Y ya para cerrar: ¿por qué es tan importante superar el debate dicotómico y simplista «pro/anti» inmigración?

Porque ese debate no solo crea división al enfrentar a las personas entre sí, sino que tampoco resuelve ningún problema. Solo los empeora. Europa lleva más de tres décadas intentando cerrar sus fronteras para crear una «fortaleza europea». Y sistemáticamente ha fallado. De hecho, las políticas están destinadas a fracasar en el largo plazo porque se encuentran entre las causas mismas de los problemas —como la inmigración ilegal, el contrabando y la explotación de trabajadores migrantes— que pretenden resolver. Necesitamos un verdadero debate sobre la inmigración. En el clima polarizado actual, los sectores antiinmigración exageran enormemente los problemas que esta puede traer, mientras que los sectores proinmigración exageran enormemente sus beneficios. Lo que se pierde es el matiz. Necesitamos urgentemente que los políticos tengan la valentía de contar una historia real sobre la inmigración, como un fenómeno que tiene lados positivos y negativos para diferentes grupos en la sociedad, pero que es algo que no podemos pensar ni desear que desaparezca. Esto abrirá la puerta a un debate más matizado y al desarrollo de políticas que mejoren los beneficios de la inmigración —y prevengan los efectos negativos— en lugar de políticas de negación del pasado que no han resuelto los problemas, sino que más bien los han empeorado.

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