Milagros Socorro
«Los venezolanos somos un recordatorio de que las democracias no deben darse nunca por seguras»
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2025

Artículo
Aunque hace siete años que abandonó su Venezuela natal, Milagros Socorro (Maracaibo, 1960) no ha pasado un solo día sin pensar en su tierra. Exiliada en España, esta incansable defensora de la libertad de expresión recibió en 2018 el Premio Oxfam Novid/PEN en La Haya por su labor frente a la amenaza, el acoso y la persecución del régimen de Nicolás Maduro.
¿Por qué abandonó Venezuela?
No he abandonado Venezuela un solo día. No he abandonado el presente del país ni su pasado, del que he sido devota y siempre muy interesada, ni tampoco el futuro, porque me habita la esperanza. No necesito vivirlo o tener la certeza de que voy a vivir un futuro venezolano mejor para atisbarlo y para pensar en él. Soy una exiliada. Ya quisiera yo que Venezuela me abandonara siquiera una hora para poder descansar.
Muchos hablan de Venezuela como una democracia iliberal, otros como una dictadura. ¿De qué hablamos cuando nos referimos al «régimen de Maduro»?
De una autocracia. No hay espacio de la vida o de los pensamientos donde no esté la garra de Maduro impregnada de sangre inocente. Es tal la opresión, que en Venezuela la gente no se atreve ni a hablar por teléfono. Antaño, hacer una cola suponía hablar y conocer gente; hoy todo el mundo calla, porque los que están delante y detrás son posibles enemigos. Venezuela vive bajo una mafia que la tiene oprimida.
«No hay espacio de la vida o de los pensamientos donde no esté la garra de Maduro»
¿Qué repercusiones tiene en el resto del mundo la perpetuación de Maduro en el poder?
Es posible que esa pregunta no sea para mí, porque experimento tal desprecio y rechazo al tirano que no tengo ninguna objetividad. Maduro, con ser un tirano, ignorante, de una irresponsabilidad y crueldad sin fin, le ha hecho al mundo el mayor favor que alguien le pueda dar, aun habiéndolo hecho de la manera más ignominiosa y dolorosa que quepa imaginar. [Le ha dado] al mundo ocho millones de venezolanos que estamos echándole pichón en todas partes, que estamos trabajando, esparciendo nuestra cultura y nuestro dolor de democracia, porque hay países que lo olvidan. Nosotros somos un recordatorio permanente de que las democracias no deben darse nunca por ganadas ni por seguras.
Dice que las democracias no se pueden dar por hecho. En estos tiempos de auge de los populismos, de los extremos políticos, de la incertidumbre, ¿cree que las democracias liberales del siglo XXI se tambalean?
Es una buena pregunta. Es verdad que el gran síntoma y signo de las democracias es la libertad de expresión, que tiene que ver con la existencia de medios libres, más o menos independientes, pero también con audiencias críticas. Y quien dice esto dice también con políticas públicas para la educación. Se trata de un triángulo con un correaje que debe estar en constante circulación: medios libres, audiencias críticas y políticas públicas que garanticen la educación. Cuando se coarta la libertad de expresión no solo se está cohibiendo el derecho de una persona a decir lo que piensa o una institución a formular su visión del servicio que presta, sino el derecho de las audiencias a estar informadas de todo aquello que les concierne y el de los electores a estar informados para ejercer el voto, uno de los pilares de la democracia.
«La verdad no puede estar en unas solas manos, tiene que ser una construcción colectiva»
Habla de audiencias y electores; en España hemos visto últimamente cómo el presidente del Gobierno daba ruedas de prensa sin turno de preguntas y vetaba a ciertos medios de comunicación que pudieran serle contrarios. ¿Cómo afecta esto a nuestras instituciones democráticas?
Es un bofetón. Es una burla y la cercena. Desde luego que hay medios que te chocan, y qué bueno que así sea, porque no existe tal cosa como el consumidor universal de todo tipo de información. Está muy bien que las audiencias estén estratificadas y que haya periódicos de todas las perspectivas y gustos. El punto es que las audiencias de esos periódicos que no me gustan, y [con los que] probablemente me encuentre en puntos ideológicos muy distintos, tienen derecho a estar informadas y hay que tratarlas como ciudadanos, no como consumidores. Es cierto que los medios de comunicación tienen unas estructuras empresariales, y por ese camino lo que producimos puede ser visto como una mercancía, pero, cuidado, una anomalía en la verdad puede dañar enormemente a toda la sociedad. La mentira es un delito de lesa humanidad, porque nos afecta a todos.
En la era de la digitalización y de la IA, las redes sociales se han convertido en una de las principales fuentes de información. Pero ese entorno es caldo de cultivo para las fake news y la polarización. ¿Qué papel juegan los medios de comunicación tradicionales en la lucha contra esas anomalías en la verdad?
Para que se haga un mal uso de los medios tiene que haber mala fe, porque no toda manipulación de los medios técnicos que tenemos a nuestra disposición es mala. Mira el arte. Cuando se inventó la fotografía, a comienzos del siglo XIX, fotografiaban fantasmas, porque manipulaban el revelado y la copia. El mismo aparato sirve para hacer algo extraordinario o algo vil, y eso no es nuevo. La culpa no es del que manipula, sino de los que no lo perciben y no le ponen control. Hablamos de conocer bien el medio y, después, de formar a las audiencias y las sociedades para que ejerzan el control que tienen que ejercer, porque todas estas manipulaciones se producen en la cara de las sociedades menores de edad.
«Las manipulaciones se producen en la cara de las sociedades menores de edad»
Inmersos en la economía de la atención, ¿cómo se puede educar a los jóvenes?
Con medios, personas y mensajes confiables y con formas de control, como han tenido los medios. ¿Por qué las redes sociales iban a ser más letales o peligrosas para el mensaje que se comunica que las máquinas de escribir? En Cien años de soledad, Remedios la Bella sale volando y la prueba es que desde abajo se veían las sábanas ondeando, porque ella estaba colgando la ropa. Ese asunto está en la mente del lector, que es el que hace el pacto de credibilidad. Vamos al cine a ser engatusados. Hay que ver los pactos que hacemos con los distintos mensajes. Lo que tenemos que discutir es qué es la verdad. La verdad no puede estar en unas solas manos, tiene que ser una construcción colectiva, lo mismo que las leyes, las políticas públicas o los presupuestos. Me refiero a que exista un control, a que las audiencias sepan que no pueden recibir la información de cualquier manera. Porque estamos acostumbrados a la victimización de las audiencias [diciendo] que son engañadas o manipuladas. Y lo mismo les pasa a los electores.
Tal vez para eso haga falta fomentar un pensamiento crítico que ayude a discernir la verdad de la falsedad…
Creo que toda la vida ha habido élites que leen y una masa muy amplia que lee muy poco o que solo lee recetas de cocina o los resultados deportivos. Tienen derecho. Yo no veo que los estudiantes sean ahora más tontos que los de antes, al contrario. Hay cosas que hay que aprenderlas rápido, otro asunto es que quieras un nivel superior; pero creo que siempre hay élites y gente que quiere hacer otras cosas. Siempre voy a defender que haya muchas maneras de acceder a la información y que así tengamos el derecho a desdeñar más cosas; que nuestro derecho a escoger sea mayor, porque la realidad tiene muchas aristas. Cada vez hay más oportunidad de información y cada vez más ignorantes, pues cada vez hay más cosas de las que no tenemos ni idea. Así como la tentación de la prensa de hacer dejación de su papel de orientar la opinión pública, porque también existe una tendencia a la frivolización en los medios de comunicación, que viene con la polarización. Yo he padecido mucho la polarización y hace muchos años entendí en carne propia que la verdad no es lo contrario de la mentira, sino de la polarización, que es el gran enemigo. Tiene que haber instituciones confiables y eso es algo que se gana. Pero para eso hay que quererlo y eso ahora parece que no importa.
«El gran signo de las democracias es la libertad de expresión»
¿Cree que unos ciudadanos bien informados, que tengan acceso a una información veraz, fidedigna, de calidad y sin censuras, ayudarían a frenar la polarización?
Yo me he preguntado tanto sobre ese asunto de los ciudadanos informados… En mi perfil de X [antes Twitter] me defino como activista de la memoria. Soy cronista y articulista. Pero, en la medida en la que maduro, creo cada vez más en el olvido. Estoy comprendiendo que no se puede recordar ni guardar todo; tiene que haber una criba, una jerarquización. No podemos leer todo. La memoria tiene un costado de resentimiento, de rencor y de cuentas por arreglar que no le hace bien a nadie. ¿A qué llamamos un ciudadano informado? Porque a lo mejor estamos pidiendo una especie de robotización del ciudadano. Y así como siento que vivo para reclamar la libertad de expresión y la existencia de medios independientes, creativos, distintos, también defiendo la libertad de los individuos a ignorar algunas cosas.
Al hilo de la libertad de expresión, estamos viviendo años de mucha susceptibilidad y precaución, de pensar dos veces lo que se dice para que no dé lugar a errores o malinterpretaciones. ¿Aprecia cierto ataque a las libres decisiones personales? ¿Cree que existe una cultura de la cancelación?
Yo creo en la sensibilidad. Creo que hay colectivos que han sido muy maltratados y que tiene que haber una reivindicación. En el terreno del lenguaje está todo y creo que hay muchas arenas que deben ser revisadas. Me molesta lo de «todes», que me parece una tontería, pero recuerdo que cuando me gradué me molestó que yo era Licenciado; me producía despecho que mi propia universidad vulnerara de esa manera mi sensibilidad. Entiendo por qué se hace. Dice José Martí: «Cultivo una rosa blanca en junio como en enero». ¿Se le ocurriría a Martí decir para el amigo o amiga sincero o sincera que me da su mano franca? Creo que en la poesía están todas las lecciones que necesitamos para la lengua, incluidas para el periodismo. Dicho esto, también entiendo que son siglos de maltrato a muchos colectivos y de modelización a jóvenes. ¿Por qué para [algunas generaciones] es tan cómodo decir enfermera, cocinera o maestra y les cuesta decir ingeniera, arquitecta o médica? En la lengua puede estar el castigo y la redención.
COMENTARIOS