Adriana Cavarero
«La maternidad es algo extraordinariamente bello y oscuro»
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‘Mujeres que amamantan cachorros de lobo’ (Galaxia Gutenberg), el último ensayo de la filósofa y feminista Adriana Cavarero (Bra, Italia, 1947), aborda la cuestión la experiencia de la maternidad a través de la narración literaria, de la mano de autoras como Elena Ferrante, Clarise Lispector o Hélène Cixous, para ahondar en el aspecto más oscuro o «extraño», en palabras de Virginia Woolf, de este proceso biológico que, en el decir de Cavarero, nos hace cómplices de la animalidad que llevamos dentro y nos reconecta con la naturaleza. Charlamos con la filósofa aprovechando su participación en el Festival de las Ideas.
¿Qué distingue y qué tienen en común la «verdad literaria» con la verdad, a secas?
Creo que Elena Ferrante, a quien pertenece ese término, quiere decir que existe una verdad que se corresponde con los hechos, una digamos materialidad de los hechos, como la que se transmite por la mujer embarazada, la mujer que da a luz, pero que no se puede traducir en palabra exactas como puede hacer la ciencia, sino que hay experiencias, verdades, que requieren de la narrativa para poder presentarse, compartirse. La verdad literaria de la que hablamos es una verdad, pero no tiene el perfil objetivo, frío, de la verdad científica, es una verdad cuyo sentido se restituye a través de la narración.
¿Cuál es ese «extraño poder que tiene la maternidad», en palabras de Virginia Woolf?
Es muy curioso porque Virginia Woolf traduce del griego, pero no hay una traducción fiel, puesto que la palabra que traduce por «extraño», que proviene del griego antiguo, de la tragedia griega, literalmente significa «hacer hijos», e implica que esa acción, la de parir, es espantosa y al mismo tiempo prodigiosa. Ese es el «extraño poder» al que se refiere Virginia Woolf. Es muy significativo, porque estar embarazada transmite la complicidad que hay con la naturaleza misma, con la fuerza generadora que hay en todo (árboles, animales) y eso es una prueba del increíble poder de la naturaleza. La maternidad es una experiencia de complicidad, un poder muy raro, hay algo de extraordinario y maravilloso y al mismo tiempo de espantoso.
En castellano tenemos esa palabra ambivalente, «formidable», que es algo grandioso al tiempo que temible…
¡Formidable! Exacto, esa podría ser una buena traducción latina del término griego.
¿Cuánto tiene de maternidad, de «reproducción de la vida» la escritura?
No sé, en mi caso o sabría decirlo… tengo un hijo mayor, conozco pues ambas experiencias, escribir y dar a luz, pero para mí la escritura no es una operación natural, no me sale rápidamente lo que escribo, borro mucho, cambio mucho, vuelvo a borrar… escribir me es laborioso, un poco como la preparación al parto. Mis lectores me comentan lo fluido de la lectura, ¡si ellos supieran lo que me cuesta! Mi escritura está muy trabajada, y más que trabajada, borrada.
La «madre oscura», por utilizar una expresión suya, esa madre que no responde a los cánones de lo que debería ser, en el imaginario colectivo, una «buena madre», ¿es el gran tabú literario?
Digamos que se ha escrito poco en ese sentido, porque esa madre oscura, cómplice con la naturaleza, con la parte biológica, corporal, normalmente se cubre con la imagen de la «buena» madre que espera a su niño, que está feliz, que pareciera que no siente dolor, ni miedo, la escritura ha retratado sobre todo a esa madre idílica, mientras que la magnitud de la obra de Elena Ferrante y tantas otras es justamente insistir sobre la verdad de esta experiencia biológica, corpórea, sabiendo que no solo es puramente biológica, porque está imbricado lo psíquico, que es una verdad más compleja, que incluye lo luminoso y lo oscuro.
«El pensamiento ha colocado al hombre por encima de la naturaleza, como si fuera su dueño. Esta visión nos ha llevado al desastre ecológico»
La experiencia de la maternidad nos acerca a nuestra animalidad, frente al «yo humanizado». La protagonista de La pasión según G.H., escrita por Lispector, nos habla de esa comunión con la animalidad. Esta conexión, ¿la hemos perdido?
Para Lispector y Ferrante esa animalidad es algo positivo; como mujeres, estamos muy próximas a la animalidad por esa complicidad de la que te hablaba, y por ello podemos tener un conocimiento casi visceral de la naturaleza, de lo que tenemos alrededor. En la narración de La pasión según H.G. esa complicidad llega a la comunión con la cucaracha (un poco asqueroso, la verdad), pero nos propone una reflexión muy profunda, la de que las vidas singulares forman parte de una vida mucho más grande y amplia, que puede conocerse a través de determinadas experiencias, como la maternidad. Lo importante es recuperar la animalidad, la naturaleza, el cosmos de las múltiples formas de vida, de manera positiva, porque hasta ahora el pensamiento coloca al hombre por encima de la naturaleza, como si fuera lo más importante, el dueño, el que puede controlar. Esta es una visión antropocéntrica que nos ha llevado al desastre ecológico. Necesitamos un conocimiento que nos enseñe que quien sabe y conoce no se sitúa a un nivel superior, sino que se sabe parte de la multiplicidad de las formas vivientes, y además requiere un conocimiento de la conciencia de la fragilidad y vulnerabilidad.
¿Hasta qué punto el cuerpo interviene también en la escritura?
Este es un tema sobre el que ha escrito muchísimo Ferrante, sobre el significado corporal de la escritura, y dice explícitamente «yo escribo desde el vientre materno», porque la escritura no es algo abstracto, sino es el gesto de escribir a mano (o a ordenador, pero con las manos), la experiencia de tu cuerpo, de «ser cuerpo», y del hecho de que tú naces de otro cuerpo. La vida está hecha de cuerpos singulares que nacen de cuerpos singulares. La noción entre mujer y escritura también ha sido analizada por Hélène Cixous, ella entiende la escritura es como la leche materna. En cualquier caso, la escritura es un tema central del feminismo.
El hecho de que, como explica Arendt, el cuerpo, en tanto que está sujeto a las leyes de la naturaleza, no conoce libertad alguna, ¿es una tragedia?
No tiene por qué. El cuerpo no está sujeto a la libertad en el sentido de que el cuerpo es un resultado de procesos químicos y físicos, algunos de los cuales se pueden modificar, pero no del todo, con fármacos, medicinas, intervenciones quirúrgicas… pero está sujeto a las leyes de la química y de la física. Hablemos del cuerpo no en general sino en singular, mi cuerpo, tu cuerpo… tu cuerpo es toda tu vida, estás viva cuando tienes un cuerpo vivo, lo psíquico está sumergido en él, formando una totalidad. Digamos que la libertad de la vida está vinculada al cuerpo, el cuerpo nos enseña que somos seres encarnados singulares, y que estamos condicionados, que uno no puedo ser todo, no podemos volar, por ejemplo, esto es importante no olvidarlo, hay que insistir en el hecho de que no somos sujetos soberanos, autónomos, somos una red de dependencias. Esto también nos lo enseña la maternidad: tú no has nacido sola. Esta idea de la autonomía como gran libertad absoluta es uno de los cuentos del liberalismo. Una fábula.
Y, sin embargo, el sistema se afana en destruir lo común, los tejidos de la comunidad… ¿nos conducirá al desastre?
Según las previsiones de muchos, sí, pero no podría ser tan rotunda, no soy profeta. No sé si vamos al desastre absoluto; digamos que lo que definimos como capitalismo es un sistema muy dúctil, que apela al individuo diciéndole que es libre y al mismo tiempo se dirige al grupo (como grupo de consumidores). El capitalismo trabaja diferentes niveles, es muy difícil pensar o decidir si vamos hacia el abismo. Quizás, como decía un economista, «el capitalismo tiene los siglos contados».
«Quizás, como decía un economista, el capitalismo tiene los siglos contados»
Para que la maternidad sea «un conocimiento sobre la regeneración de la vida», como decía Ferrante, en vez de una «jaula», como apuntaba Beauvoir, ¿qué se requiere?
Hablar de ello, contar la experiencia, compartirla, hacer que cada experiencia sea real, biológica, psíquica, no quedarnos solo en la parte luminosa o en la maternidad institucionalizada de la que hablaba Rich. Ahora tenemos hasta manuales que nos enseñan cómo preparar el parto, cómo dar a luz, como esos libros que te enseñan a ser feliz… Hay que hablar de esa parte hermosa de la maternidad, pero también abordar el dolor, lo incómodo, los miedos que surgen… explicarnos a otro.
«Hay que hablar de esa parte hermosa de la maternidad, pero también abordar el dolor»
Me parece que la idea que tenían algunos filósofos (Platón, Aristóteles) y que se quedó incrustada en lo obvio, que las mujeres paren hijos y lo no tan obvio, que solo los hombres alumbran ideas, que en definitiva reduce a la mujer a un receptáculo, está muy cerca de la gestación subrogada…
Sí, sí, sin duda. Este asunto lo abordo en uno de mis libros, Mujer se nace. Platón dice que los hombres paren, es un uso metafórico, porque se refieren a que dan a luz las ideas, a que paren con la mente; Platón está entre quienes desprecian la naturaleza y el cuerpo, la materia, e identifica lo que son los seres humanos con el pensamiento; desde entonces tenemos esta dicotomía, por un lado el hombre, que se asocia al poder, a la política, al arte y, por otro, la mujer, que se identifica con cuerpo, con la naturaleza, con la reproducción y regeneración, pero entendido todo ello como algo secundario. Lo que importa es el alma, la cabeza y la mente. Para Platón el cuerpo es un fardo. Todo lo que tenga que ver con la materia es un fardo. La mujer solo es útil para procrear, pero también procrean el resto de mamíferos. Por tanto, usar a la mujer como comercio, utilizar su útero para procrear, en definitiva, la maternidad subrogada forma parte de la tradición patriarcal, porque utiliza la mujer como cuerpo, como instrumento para la procreación, no es una persona real, con derechos, pensamientos y emociones, sino una máquina para reproducir, un instrumento puro y duro.
Su ensayo se centra en lo biológico, en el desgarro de todo cuerpo (femenino) que se abre para alumbrar (dar a luz, habría que pensar sobre esta expresión), algo que carece de importancia (lo biológico) en el hecho de ser mujer para algunas pensadoras como Judith Butler.
Cierto, sí, es un elemento crítico y polémico que también abordo en Mujer se nace, título que contraría a Simone de Beauvoir; soy consciente de esta problemática, pero considero que el hecho de que solo una mujer puede dar a luz no admite matices. Es innegable. Por tanto, cuando desde el lenguaje LGTB se dice que un hombre ha dado a luz, porque ha hecho la transición, es una falacia, porque quien ha dado a luz, en cualquier caso, es un cuerpo de mujer. Una mujer no un cuerpo gestante ni un hombre. Uno puede tener la percepción sobre sí mismo que considere, pero esa percepción no altera la realidad de la maternidad ni la contradice: es, en cualquier caso, un cuerpo femenino el que da a luz. Las tensiones de la galaxia LGTB al negar la diferencia sexual me parecen filosóficamente pura metafísica, porque no respetan los hechos. Son pura fantasía.
«Es una falacia cuando, desde el lenguaje LGTB, se dice que un hombre ha dado a luz»
A propósito de la reflexión sobre la obra de Elena Ferrante, centrada en la maternidad, usted asegura que lo interesante de la misma es la contraposición entre lo oscuro y lo luminoso. ¿La aspiración, en la literatura como en la vida, es la aspiración a la disolución de los contrarios, o a tensar la cuerda entre ellos?
Creo que las dos vías son igualmente válidas; es importante para mí que Ferrante, como otras escritoras, retraten la parte luminosa de la maternidad sin convertirla en pura experiencia idílica. La maternidad, como ya hemos hablado, tiene aspectos incómodos, dolorosos, dramáticos, incluso.
Y el aborto, ¿dónde se sitúa en el universo de la maternidad?
Respecto del aborto, Annie Arnaud comparte la experiencia de no querer ser cómplices con la naturaleza, de no querer participar de esa complicidad, y por eso hay quien la rompe, porque forma parte de la libertad de la mujer. Mi mensaje no es que haya que ser madre a pesar de todo, que haya un imperativo de toda mujer por parir, en absoluto. La maternidad es algo extraordinariamente bello, y oscuro. Pero es decisión de cada mujer afrontarla o no. No es obligatorio. Por lo tanto, escribo para las madres en concreto y para todos, porque todos hemos nacido de una madre.
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