¿Qué es ser madrastra?
Elogio de la ‘madrastridad’
Ser madrastra o padrastro es llegar tarde a una historia que ya empezó y, sin embargo, elegir participar en la escritura de un nuevo capítulo familiar. Sin borrar nada, solo sumando otro vínculo afectivo, cada vez más frecuente en las familias actuales y que ahora reivindica su lugar.
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La madrastridad es un territorio sin mapas. Nadie imagina en su infancia que algún día ostentará el «título» de madrastra o padrastro, ni nadie te enseña cómo ejercer ese rol adecuadamente. Tampoco se suele contar a los niños que al menos uno de cada dos matrimonios se acaba separando, o que quizá algún día tendrán que convivir con la nueva pareja de su padre o de su madre. Es algo que, simplemente, sucede. Y cada vez más. Se estima que aproximadamente el 14% de los hogares en España están formados por familias reconstituidas. Es decir, aquellas en las que al menos uno de los dos adultos de referencia tiene hijos de una relación anterior. Esto son 2,7 millones de familias.
Frente a la cantidad de textos existentes sobre cómo abordar la maternidad o la paternidad en la sociedad actual, apenas se han publicado obras o realizado investigaciones sociales enfocadas al vínculo que se crea entre las parejas de los padres y madres con sus hijastras e hijastros en las familias «reconstituidas» o «enlazadas».
La tradición oral sí nos advierte de los peligros que conlleva la relación con una madrastra (frente a las bondades de una madrina). Si las palabras que empleamos –el lenguaje– configuran nuestra visión de la realidad, la palabra madrastra refleja toda una carga cultural de connotaciones negativas, usándose como sinónimo de crueldad, frialdad o rechazo. La propia definición en la RAE sorprende en su segunda acepción: «Madre que trata mal a sus hijos».
La RAE sorprende en su segunda acepción del término: «Madre que trata mal a sus hijos».
Sin embargo, según Ana Cristina Herreros, filóloga y narradora experta en el simbolismo de los cuentos, «la figura malvada de la madrastra en los cuentos tradicionales es un invento de la sociedad burguesa alemana del siglo XIX, que de pronto no entendía el simbolismo del abandono de la madre». Según Herreros, «hay una primera edición de los cuentos de los Hermanos Grimm (1812) donde es la madre quien abandona a los niños en el bosque (en Hansel y Gretel o en Blancanieves), para que crezcan. Luego en la segunda edición ya aparece la madrastra», aunque apunta que «en La Cenicienta siempre hubo madrastra». Y añade un aspecto clave: «Como punto de partida habría que entender que en los cuentos tradicionales madre no es la que pare, madre es la que cría».
Otro relato sobre el tema es Elogio de la madrastra, donde Vargas Llosa ofrece una visión completamente diferente de este personaje, como símbolo del deseo y de transgresión de los límites morales. De lo que no hay duda es de que, a lo largo de la historia, las estructuras sociales y culturales han ido moldeando la literatura y los cuentos tradicionales, algo especialmente patente en lo que respecta a las figuras femeninas y sus roles en las narrativas.
Redefinir ‘madrastra’
Consciente de que el lenguaje es algo vivo y las palabras pueden adquirir nuevos significados en el tiempo, Pri dos Santos, educadora familiar creadora de la comunidad Somos Madrastras, lanzó en 2024 una petición a través de Change.org para redefinir el significado de «una palabra que ha cargado con una connotación negativa durante demasiado tiempo».
Es curioso cómo esta connotación varía de unos idiomas a otros. Del solícito «madre bella» o «buena madre» (belle-mère) en francés al aséptico «madre por escalón» del inglés y el alemán (stepmother y Stiefmutter), del descriptivo «esposa del padre» en árabe (zawjat al-ab) al más positivo «madre que se hace cargo después» en japonés (keibo), encontramos múltiples perspectivas y matices para un mismo rol.
¿Cuál es, en definitiva, ese rol que representan las madrastras en los nuevos modelos de familia? El proyecto Ser Madrastra, creado en 2018 por Berta Capdevilla y Aina Buforn, pretende poner en valor esta figura, que requiere una exigente y constante gestión emocional: «Formar una familia enlazada es un proceso largo y agotador». Y, dentro de este proceso, «el papel de madrastra es el más estresante de todos», señalan. Más de 7000 madrastras se han sumado a su iniciativa y han convertido el 9 de junio en el Día de las Madrastras.
Como mencionábamos al principio, pocos estudios han profundizado en los aspectos psicológicos que rodean la figura de la madrastra o el padrastro en las familias reconstituidas. La doctora en Psicología de la Universidad Pontificia Comillas Isabel Espinar documentó, basándose en una muestra de 116 madrastras y padrastros, la tensión y el malestar psicológico que genera este rol. Según otra encuesta, publicada por MaMagazine en 2024, el 40% de las madrastras se sienten infelices con sus hijastros y, de media, valoran su felicidad con respecto a ellos en un 6,6 sobre 10, frente al 9,1 de las madres biológicas.
El 40% de las madrastras se sienten infelices con sus hijastros
La socióloga Elvira Mondragón sostiene que «la realidad de ser madrastra es complicadísima». Afirma que, debido al estigma social de ser «la mala» que enfrentan las madrastras, deben hacer un esfuerzo sobrehumano por encajar en una familia que ya tiene una historia creada, tratando de demostrar que se es buena, «hasta el punto de que eso te cuesta la salud mental y física, que es el gran problema de las madrastras». La solución muchas veces es cuestión de tiempo. Se calcula que «suelen pasar entre cuatro y siete años desde que formas una familia enlazada hasta que logras sentirte realmente en familia».
Parece que, como sociedad, tenemos una deuda con el papel real que juegan hoy las nuevas parejas de los padres y madres en la configuración de las relaciones familiares, reconociendo el cuidado y el apoyo que desempeñan. Como concluye Dos Santos en su petición, redefinir lo que significa ser madrastra «no solo contribuirá a eliminar estereotipos injustos, sino que también servirá para reconocer y honrar la importante labor de las madrastras en nuestra sociedad».
A las madrastras que construyen amor sin manuales, que conviven con respeto, que cultivan vínculos desde la presencia, les debemos un reconocimiento y un lugar en la memoria emocional de las familias que se rearman. Porque el amor que se elige cada día,
ese que no viene dado, es el más revolucionario de todos.
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