¿Cómo vencer la misantropía?
La filosofía y la psicología han buscado respuestas a este odio hacia la humanidad que, en ocasiones, impide el progreso social.
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Aseguraba Platón que la misantropía se desarrolla cuando uno confía por completo en alguien y luego descubre que es malo y poco confiable. Según el filósofo griego, cuando esto le sucede a alguien a menudo termina odiando a todos.
La palabra misantropía proviene del griego mīsos (odio) y ānthropos (hombre, humano), y se conoce por tanto como una actitud de odio generalizado a la especie humana. Las experiencias negativas con otras personas a que aludía Platón, al alterar la percepción de la naturaleza humana por parte de quien las sufre, pueden ser el origen de la misantropía. En idéntica línea se explicaba Séneca al afirmar: «Me vuelvo más avaro, más ambicioso, más sensual, aún más cruel y más inhumano porque estuve entre los hombres».
La filosofía ha utilizado, a lo largo de los siglos, la figura del misántropo para profundizar en las difíciles relaciones entre personas, e incluso para ofrecer soluciones al estancamiento del progreso humano. Así, Nietzsche defendía la misantropía como el camino natural de las personas que desean superarse a sí mismas y caminar hacia el superhombre, al preguntarse «¿qué es el mono para el hombre?» y ofrecer la siguiente respuesta: «Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa».
Nietzsche defendía la misantropía como el camino natural de las personas que desean superarse a sí mismas
El célebre dramaturgo francés Molière, con indudable hálito filosófico, escribió El misántropo, una de sus más populares obras dramáticas, para denunciar la inmoralidad de su época. Una carencia de honestidad y valores elevados que lleva a su protagonista a aborrecer del género humano. Sin duda, la línea seguida por el literato es heredera de la de algunos de los grandes pensadores que le habían precedido. Pero la misantropía puede tener unos orígenes tal vez más profundos, como se ha encargado de analizar la psicología.
Los diversos estudios psicológicos sobre la materia aseguran que la misantropía es resultado de un conjunto de experiencias personales, reflexiones y percepciones sobre la humanidad. Así, las posibles causas de la misantropía pueden ir desde la observación constante de injusticias o desigualdades sociales hasta las experiencias traumáticas sufridas en la infancia, bien en el entorno familiar o en el puramente social, pasando por los desengaños personales o la fuerte exposición a corrientes de pensamiento pesimistas o creencias radicales.
Numerosos estudios apuntan a que la misantropía puede tratarse de una forma de indefensión aprendida. Este tipo de indefensión surge en aquellas personas que han aprendido a disociar lo que hacen con lo que obtienen a cambio, siempre desde un punto de vista negativo. Una especie de «haga lo que haga no lograré a cambio nada bueno». Y en esto, el aspecto social es clave, ya que dichas personas acaban concluyendo que no obtienen nada bueno de los demás, y que las personas son por naturaleza traidoras, interesadas o mentirosas.
El misántropo se considera superior a los demás, no empatiza y evita las reuniones sociales
En ese momento se comienza a construir el misántropo como una persona que se considera superior a los demás, más sensible, inteligente y capacitada, menosprecia las normas, no empatiza, evita las reuniones sociales y, cuando no lo hace, suele ser manipuladora. Una persona con un sistema moral propio que considera, siempre, superior a cualquiera ajeno. No obstante, todo hecho pasado que nos haya provocado algún tipo de trauma puede analizarse y superarse cambiando la perspectiva. La misantropía, en la mayoría de casos, no alcanza límites patológicos que deban ser tratados de forma terapéutica, y es posible reconducirla reordenando ciertos parámetros mentales.
El misántropo puede analizar los recuerdos de aquellos eventos que le produjeron dicha aversión a los demás y, de esta manera, cambiar su filosofía vital. Para ello, a modo de terapia de choque, puede hacer un esfuerzo para encontrar rasgos o características positivas en aquellas personas a quienes más odia, intentar por todos los medios no prejuzgar a nadie, marcarse objetivos sociales concretos que le unan a personas con las que pueda compartir gustos o aficiones dejando de lado aquellos rasgos que puedan provocarle rechazo y rodearse de gente alegre que logre aligerar sus sentimientos negativos.
Hablábamos antes de la misantropía de Nietzsche, pero no debemos olvidar que se trataba de un odio hacia ciertos rasgos distintivos de la sociedad de su época, como eran la mediocridad moral y la conformidad intelectual. Un tipo de misantropía selectiva que no deja de servir de acicate para una mejora social. En la misma línea, el escritor Jonathan Swift utilizó en su obra más popular, Los viajes de Gulliver, la sátira misantrópica para dejar en entredicho las deficiencias morales e intelectuales de la sociedad en que vivía.
La misantropía, por tanto, constituye un fenómeno multifacético que va más allá de la psicología académica y la filosofía, a pesar de haberse convertido, en la actualidad, en una actitud de la que no pocas personas hacen gala, desde su punto de vista más destructivo.
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