Cinco videojuegos para experimentar la filosofía
Algunos desarrolladores de videojuegos han optado por dejar en el aire ciertas preguntas de gran calado a través de los escenarios, el contexto o incluso las decisiones morales del jugador.
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No cabe duda de que el principal aporte proporcionado por los videojuegos está vinculado al puro entretenimiento. Aunque el complejo desarrollo que acompaña al (lucrativo) mundo del gaming trae aparejados otros efectos subsidiarios. Nos referimos, en particular, a videojuegos que se convierten de algún modo en ensayos interactivos. Una suerte de filosofía en movimiento que invita a la reflexión. Salvando la distancia con los gruesos manuales de la historia del pensamiento, algunos desarrolladores han optado por dejar en el aire ciertas preguntas de gran calado a través de la jugabilidad, de los escenarios, del contexto o incluso de las decisiones morales del jugador.
A continuación, presentamos cinco títulos que han trazado, cada uno a su manera, una intersección entre los videojuegos y la filosofía.
No Man’s Sky (2016)
Cuando No Man’s Sky se lanzó en 2016, no pocos lo criticaron por promesas incumplidas. No obstante, tras años de actualizaciones, el juego ha evolucionado hasta proveer de una experiencia existencial sorprendente. Se trata de un universo vastísimo en el que quien juega explora planetas, recolecta recursos y viaja entre sistemas estelares.
No hay una narrativa tradicional ni un propósito claro. Y he aquí su fuerza filosófica. El jugador se enfrenta al vacío, a la repetición, a una sensación abrumadora de soledad cósmica. Con un barniz propio de los textos de Nietzsche o Camus, la pregunta no es tanto «¿cómo hago lo que tengo que hacer?», sino más bien «¿qué tengo que hacer?». La experiencia remite a una sensación existencial, rayana en el absurdo.
Assassin’s Creed Odyssey (2018)
A vista de pájaro, Assassin’s Creed Odyssey parece otro de los videojuegos que plantean un mundo abierto con combates y misiones. Pero, al estar ambientado en la Antigua Grecia, y más concretamente en el interesantísimo siglo V a. C., la historia entronca con figuras filosóficas reales. Entre ellas, Sócrates. El pensador se constituye como una presencia activa que desafía al jugador. En varias misiones, Sócrates plantea dilemas morales que, como la vida misma, están huérfanas de una respuesta evidente. En una de ellas, por ejemplo, se solicita la liberación de un criminal que fue injustamente condenado, sabiendo que, de hacerlo, podría cometer más crímenes. Como el personaje histórico, Sócrates no da respuestas, hace preguntas, provoca, incomoda.
El jugador se enfrenta al vacío, a la repetición, a una sensación de soledad cósmica
Así pues, el videojuego pone contra la espada y la pared al obligar a tomar una decisión en lo que atañe a asuntos tan espinosos como la tensión entre lo legal y lo justo, o la libertad y el orden social.
NieR: Automata (2017)
NieR: Automata invita a reflexionar sobre un tema candente del panorama filosófico actual: el desarrollo de la inteligencia artificial. El juego plantea un futuro donde los humanos han desaparecido y la Tierra está habitada por máquinas de combate con conciencia propia. El jugador controla androides que empiezan a cuestionar –como en la serie Westworld (2016)– su propósito, su memoria y hasta su libertad.
Dejando a un lado la estética y los combates, es una suerte de ensayo acerca de los riesgos que entraña la creación de entidades con inteligencia y emociones, máxime cuando todavía no somos capaces de sopesar sus verdaderos riesgos e implicaciones. ¿Qué ocurrirá –de ocurrir– cuando las máquinas desarrollen autoconciencia? ¿Seguirán siendo herramientas o se convertirán en sujetos morales? ¿Puede una IA sufrir? ¿Tener deseos? ¿Intenciones? ¿Rebelarse?
Hellblade: Senua’s Sacrifice (2017)
Hellblade no es desde luego un juego cómodo. La protagonista es Senua, una guerrera celta poco convencional que sufre psicosis y que se embarca en un viaje al inframundo para rescatar el alma de su amado. Dando por descontada la parte mitológica, el meollo filosófico radica en dos vertientes mutuamente trenzadas. De una parte, la salud mental. De la otra, la percepción distorsionada del mundo que muchas personas tienen ante la más que común incomprensión del resto.
En aras del realismo, en su desarrollo han colaborado neurocientíficos, así como personas que padecen trastornos mentales en carne propia. Por consiguiente, Hellblade bucea filosóficamente por las delicadas lindes entre realidad y percepción que tantos quebraderos de cabeza han causado en pensadores de todas las épocas.
The Talos Principle II (2023)
El contexto: un mundo posapocalíptico que vio morir a la humanidad. Los protagonistas: androides programados para reconstruir la civilización. Estas son las dos patas de The Talos Principle II, un juego de puzzles que arroja cuestiones filosóficas pesadas: ¿qué significa «civilización» cuando ya no hay humanos? ¿Tiene sentido repetir sus errores? ¿Puede una inteligencia artificial tener un sentido del deber, de la justicia, del bien?
La causa de nuestra extinción, por cierto, deriva del calentamiento global. Lo cual, como se puede intuir, también acarrea la siembra de una semilla en el usuario. Si el juego representa ficticiamente el efecto, ¿no será mejor trabajar para evitar la causa en el mundo real?
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