TENDENCIAS
Pensamiento

¿Eres buena persona?

Hay determinadas cualidades humanas que, de inmediato, reconocemos como propias de las buenas personas. Sin embargo, la bondad es un concepto complejo en que ha profundizado la filosofía desde los tiempos de los antiguos maestros griegos.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
16
septiembre
2025

En 2019, tras una investigación que se había prolongado durante siete años, el antropólogo Oliver Scott Curry, miembro del Instituto de Antropología Evolutiva y Cognitiva de la Universidad de Oxford, publicaba un estudio en que concluía las cualidades principales que han de tenerse para ser considerado una buena persona. Teniendo en cuenta que dichas cualidades pueden variar en función del entorno social, el investigador había analizado 60 sociedades distintas. De todo ello dedujo que, a nivel global, una buena persona es aquella que ayuda a su entorno y su comunidad, hace favores de manera desinteresada, reacciona con valentía ante situaciones adversas, respeta los límites impuestos por la sociedad y gestiona los recursos de manera justa.

No obstante, dependiendo de quién lea las conclusiones de dicho estudio, nos podrá parecer más o menos acertado. Todos tenemos interiorizados una serie de rasgos que consideramos propios de la bondad humana, pero somos conscientes de su fuerte vínculo con el entorno social, lo cual implica que nos referimos a un concepto vivo y en continua mutación debido a los cambios relacionales operados en dicho entorno.

La preocupación por el concepto de bondad humana la iniciaron los antiguos filósofos griegos, que dedicaron gran parte de su tiempo de reflexión a estipular las virtudes necesarias para ser una buena persona. La importancia de la bondad ya la dejó establecida Platón (427 a.C.-347 a.C.) al asegurar que era la fuente principal de toda realidad y el conocimiento, y aquello a lo que debe orientarse toda acción y pensamiento. Una persona buena, para el filósofo griego, debe orientar su alma hacia un estado en que la felicidad se transforma en realidad posible, y en ella deben confluir verdad, belleza y simetría como un todo unitario.

Aristóteles estableció las virtudes que nos hacen buenas personas: prudencia, templanza, justicia y coraje

Más allá de esa guía de vida que suponía la bondad para Platón, su discípulo Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.) fue más categórico al establecer las virtudes cuya práctica ha de guiar a las buenas personas: prudencia, templanza, justicia y coraje.

Una buena persona debe ser prudente, lo que en la Grecia clásica equivalía a ser sabio, no actuando de manera espontánea sino únicamente tras un profundo proceso de indagación y comprobación de la veracidad de los hechos desde la más absoluta objetividad. Muy ligada a dicha prudencia se encuentra la templanza, que implica un control emocional que evite los actos extremos. No dejarse arrastrar por las emociones supone, a la vez, tener bajo control el propio ego.

La justicia es una de esas virtudes de las personas buenas reconocida de manera mayoritaria. Para Aristóteles era imprescindible que una buena persona respete los derechos de los demás y sea con ellos empático y justo, tanto en pensamiento como en acción. Y ligada la virtud de la justicia estaba, para el filósofo, la del coraje, desde el punto de vista de que la persona que cuenta con él interviene ante las injusticias, cuenta con una sólida formación en valores que no rompe nunca y tiene la capacidad de asumir los propios errores.

Ahondando en la filosofía moral que puede conducir a las personas a la bondad, Immanuel Kant (1724-1804) estableció un marco ético basado en principios que, según él, pueden y deben ser aplicados de manera universal.

Kant aseguraba que ni siquiera la felicidad es un bien en sí mismo si no está guiada por la buena voluntad

El «imperativo categórico» que Kant estableció en su Crítica de la razón pura (1781) impele a las personas a actuar no por interés personal ni buscando unos determinados resultados, sino de acuerdo a una buena voluntad de la que resulten acciones moralmente beneficiosas para el conjunto de la humanidad. Las acciones de una buena persona dejan de depender, por tanto, de sus resultados para hacerlo del deber de actuar de una manera que genere el bien para los demás.

Kant aseguraba que ni siquiera la felicidad es un bien en sí mismo si no está guiada por la buena voluntad. Solo con esa buena voluntad en la que residen las acciones que realizamos podemos ser merecedores de la tan deseada felicidad.

Frente al esfuerzo que, según Kant, debe hacerse para ser una buena persona, Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) defendía firmemente que no es necesario tal esfuerzo, ya que el hombre es bueno por naturaleza. Para lograr que dicha bondad permanezca, el filósofo francés propugnaba una profunda reforma social y educativa. Son, según él, la sociedad y la educación quienes se encargan de corromper la bondad innata de las personas.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

John Locke y la libertad

Iñaki Domínguez

El filósofo del s. XVII John Locke ha pasado a ser estimado como fundador del liberalismo político.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME