Siglo XXI

Células de muertos… para crear vida

Tenemos a nuestra disposición la tecnología necesaria para extraer material genético de personas fallecidos. Este se puede emplear para crear vida, pero ¿cómo solucionar los dilemas éticos y legales que encierra la situación?

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
26
enero
2023

Peter Zhu solo tenía 19 años cuando perdió la vida en un accidente de esquí. El estadounidense llevaba consigo una tarjeta con la que dejaba claro que quería donar sus órganos, pero no pudo imaginar que sus padres irían más allá: querían extraer su esperma para poder utilizarlo en una futura inseminación. La controvertida querencia de la familia Zhu, que para ellos suponía «la única oportunidad de cumplir los deseos de Peter y preservar su increíble legado», ha traído consigo una sentencia sin precedentes. Los progenitores recurrieron a la justicia para solicitar la extracción seminal con fines reproductivos, obteniendo el beneplácito de la Corte Suprema del estado de Nueva York: «El Tribunal no impondrá restricciones sobre el uso que los padres de Peter pueden hacer del esperma de su hijo en última instancia, incluido su potencial para fines de procreación».

Aunque el presente caso parezca extraordinario, cada vez se conocen más historias parecidas. Ellidy Pullin, por ejemplo, dio a luz a un bebé 15 meses después de que su marido, el snowboarder olímpico Alex Chumpy Pullin, muriera en un accidente de buceo con arpón: al australiano se le extrajo material genético de los testículos poco tiempo después de perder la vida. Y ni siquiera hace falta irse al otro lado del charco para conocer este tipo de casos. En España, una sevillana consiguió que le extrajesen espermatozoides a su esposo, fallecido en un accidente de tráfico, con la intención de inseminarse después. 

Dos investigadores británicos han ido más allá en las donaciones de semen post mortem. Nathan Hodson y Joshua Parker han propuesto que, igual que con los órganos, pueda donarse el semen para ser extraído después de la muerte, siempre que se exprese esa voluntad en vida. En este caso, su sugerencia vas más allá de lo marital, ya que este iría a un banco de esperma.

En la actualidad tenemos la tecnología para usar el esperma y los óvulos de personas muertas para generar embriones. No solo contamos con la posibilidad de extraer material genético post mortem, sino que también existen grandes cantidades de muestras ya criopreservadas listas para usarse. Pero cuando el dueño está muerto, ¿quién decide qué hacer con ellas?

¿Quién decide sobre el material de los muertos?

Antes de nada, cabe destacar que las células sexuales y los embriones no son bienes: no están sujetos al derecho de propiedad y, por tanto, no pueden ser heredados por familiares. Así, los expertos consideran que la decisión de usar ese material genético tras la muerte debe tomarla la persona propietaria del mismo, aunque la legislación al respecto es difusa. 

Contamos con la tecnología para usar el esperma y los óvulos de personas muertas para generar embriones, pero ¿quién decide qué hacer con ella?

En algunos casos, los deseos de la persona pueden ser bastante claros, como por ejemplo alguien que está intentando tener un hijo in vitro y firme un formulario en el que declare que está de acuerdo en que su pareja utilice esas células si fallece. En otros, sin embargo, no está tan claro: si la persona en cuestión quiere utilizar estas células, podría tener que reunir pruebas para convencer a un tribunal de que la persona fallecida realmente quería tener hijos. 

Desde la Sociedad Europea para la Reproducción Humana y la Embriología (ESHRE) recomiendan que los padres –como en el caso de Zhu– y otros familiares no puedan solicitar las células sexuales o los embriones de la persona fallecida. Su indicación es que tan solo puedan hacerlo las parejas. La especialista en bioética Elizabeth Yuko, de hecho, destaca la importancia de que sea el fallecido el que haya tomado la decisión: «Como la mayoría de los problemas de la ética reproductiva y de la medicina, la gran preocupación es respetar los deseos del paciente».

En una perspectiva similar se sitúa Shelly Simana, bioética y jurista de la Universidad de Stanford, en California: ha llegado la hora de que la gente empiece a pensar en la posibilidad de que sus propios óvulos, esperma y embriones se utilicen después de su muerte. Y para dejarlo todo claro, afirma, «lo ideal sería que la gente redactara un testamento biológico».

ARTÍCULOS RELACIONADOS

¿Le imprimo un corazón nuevo?

María Pérez Araluce

La réplica biológica en 3D de un órgano permitiría probar medicamentos y conocer sus efectos antes de administrarlos.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME