Medio Ambiente

«Nos comunicamos con inteligencias no humanas todos los días»

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05
noviembre
2024

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Modos de existir. Más allá de la inteligencia humana’ (Galaxia Gutenberg, 2024) analiza las diferentes inteligencias no humanas y el modo en que se relacionan con la humana (y la artificial). Su autor, James Bridle (1980), bracea entre la biología y la tecnología para investigar la comunicación entre especies basada en la solidaridad. Esta diversidad cognitiva puede ser determinante para encontrar soluciones a la emergencia climática.


Comienza el ensayo hablando del desastre medioambiental que ocasionará la posibilidad de que haya petróleo en Épiro. ¿Qué ha ocurrido para que los humanos antepongan la riqueza a su futuro?

Esa es una pregunta bastante importante, pero habría que preguntarse primero de qué humanos hablamos y el futuro de quién. La mayoría de la gente es consciente de que estamos en las primeras etapas de una catástrofe mayoritariamente imparable, pero algunas personas apuestan por superarla acumulando una riqueza masiva ahora. Esa decisión, facilitada por el sistema político global dominante y los mercados financieros, nos condena a todos a un futuro aterrador, que en las trayectorias actuales incluye el fin de la civilización tal como la conocemos dentro de generaciones vivas. Estamos traspasando los límites planetarios y es importante tener muy claro qué está sucediendo, hacia dónde vamos y quién, en el momento presente, está impulsando y beneficiándose de ello. En los últimos siglos, la mayoría de los que vivimos en Occidente nos hemos separado del suelo sobre el que nos encontramos. Ya no estamos íntimamente conectados con la biosfera que nos sustenta, ni con las cosmologías que hicieron que esa conexión fuera significativa, y el resultado es la extracción masiva de combustibles fósiles y otros materiales, la destrucción de bosques y tierras silvestres, la contaminación de la tierra, los océanos y la atmósfera… El legado actual del imperialismo, el colonialismo y las violentas guerras por los recursos también son causa y efecto de esa separación. Esto, unido a algunas otras cuestiones, nos han dejado gran medida incapaces de imaginar un mundo en el que todos sobrevivamos y florezcamos juntos.

«En los últimos siglos, la mayoría de los que vivimos en Occidente nos hemos separado del suelo sobre el que nos encontramos»

¿Tenía razón finalmente Aristóteles cuando aseguró que el animal y la planta tenían «alma»?

Puedes usar el lenguaje que quieras: alma, espíritu o campo de energía cuántica que subyace a todo, pero sí. Todo se mueve, todo está vivo, todo está ocupado y activo y formando mundos juntos. Al tiempo, todos somos parte de un todo mayor; como dijo Alan Watts: «Nosotros no “venimos” a este mundo; salimos de él, como las hojas de un árbol. Así como el océano “cubre”, el universo “puebla”». No hay separación, por lo que no hay ser que pueda tener un «alma» si otro no la tiene. Cómo nosotros, encarnados como estamos para esta porción de nuestro ser infinito, percibimos y tenemos relaciones con otros seres, es lo que importa para la creación del mundo.

¿Qué debería caracterizar el «pensamiento ecológico»?

A lo largo del siglo XX, casi todas las disciplinas científicas y filosóficas descubrieron la ecología, que es la idea de que todo está interrelacionado, que es imposible estudiar cualquier fenómeno de forma aislada, porque impacta y es impactado por todo lo que lo rodea. Esto se aplica tanto a la física como a la biología, al descubrimiento del mundo cuántico, a la economía y a la sociología. Por supuesto, es la enseñanza de la mayoría de las religiones no monoteístas. Todo está material y significativamente conectado con todo lo demás, lo que hace que, en última instancia, sea imposible pensar y concebir binarios y límites. Somos humanos, pero ni siquiera «individuos»: estamos compuestos por conjuntos heterogéneos de otros organismos, menos de la mitad de nuestras células son humanas, el resto son microorganismos no humanos, y estamos en constante intercambio. Elementos de nuestro «yo» se mezclan con otros de nuestro entorno, desde el aire que respiramos hasta las cosas que tocamos, comemos, bebemos y percibimos. Somos ecológicos. El «pensamiento ecológico» es reconocer y comenzar a actuar sobre esta realidad.

¿Qué deberíamos aprender como especie de la inteligencia no humana?

Tenemos muchísimo que aprender de otros no humanos, pero lo primero de lo que podemos darnos cuenta es de que hay muchas maneras de «hacer» inteligencia, que la inteligencia en sí misma no es un sustantivo sino un verbo. Es activo, infinitamente variable y relacional, es decir, es algo que hacemos con los demás. La inteligencia surge de las relaciones, de nuestras interacciones con otros seres y la totalidad de nuestros mundos, por lo que todos lo hacemos de manera diferente, incluidos los no humanos. Todo ha estado evolucionando durante el mismo período de tiempo, por lo que no existe una inteligencia superior o inferior, solo diferentes formas de estar en el mundo, pero algunos usos de la inteligencia son más destructivos o creativos cuando se trata de florecimiento mutuo. Esas formas destructivas de inteligencia son lo que llamaría estupidez, no menos inteligentes, sino opuestas a la cooperación y la regeneración, y las formas de vida que las ponen en práctica tienden a no sobrevivir por mucho tiempo.

«La inteligencia en sí misma no es un sustantivo sino un verbo»

Usted asegura que una de las claves de la inteligencia no humana es la «relevancia ecológica». ¿Podría desarrollarnos un poco más este concepto?

«Relevancia ecológica» es un término científico para evaluar las motivaciones y el comportamiento de los organismos. No es necesariamente un marcador de inteligencia, pero es una de las formas en que podemos reconocerla en los no humanos cuyas formas de vida y encarnaciones son muy diferentes a las nuestras. Durante mucho tiempo, algunas personas han creído que a las plantas les gusta que les hablen o les pongan música. Quizás lo hagan, pero eso no es ecológicamente relevante, tal como lo entendemos. Sin embargo, las plantas sí escuchan y responden a los sonidos de los insectos masticadores, por ejemplo, inundando sus hojas con defensas químicas contra sus atacantes. Esto es ecológicamente relevante, porque pertenece a su entorno y su supervivencia, y además es algo que podemos reconocer, medir y maravillarnos, incluso si todavía no entendemos cómo lo hacen, o si no desconocemos otras cosas inteligentes que hacen. Entonces, la relevancia ecológica nos permite validar científicamente algunos aspectos de la inteligencia no humana, pero el método científico tampoco es la única herramienta que tenemos para acercarnos y relacionarnos con los seres no humanos.

¿Hasta qué punto es posible entablar un «diálogo» entre las diferentes inteligencias?

Es posible. Nos comunicamos interactivamente con inteligencias no humanas todos los días, desde jugar con una mascota hasta montar a caballo, monitorear el comportamiento de los animales de granja para advertir sobre terremotos (como lo demostró el equipo de Martin Wikelski, en Italia) y emplear la tecnología de grano fino con aparatos sensoriales colocados en mejillones para detectar impurezas en el agua potable (como se hace en la Planta de Tratamiento de Agua de Dębiec en Poznań, Polonia). También al comer ciertos tipos de plantas y hongos psicoactivos, o sentándonos bajo un árbol. El mundo nos pide a gritos que seamos escuchados todo el tiempo, solo a nosotros nos corresponde escuchar y responder.«El mundo nos pide a gritos que seamos escuchados todo el tiempo, solo a nosotros nos corresponde escuchar y responder»

¿Podríamos decir que el uso de la tecnología crea ideología?

No es tan simple, pero las tecnologías codifican la ideología de sus creadores: en el nivel más simple, como dice el viejo refrán, cuando tienes un martillo, todo parece un clavo. Si se construye un sistema global para organizar información que dependa de la recopilación de datos sobre sus usuarios para su supervivencia, entonces el tipo de información que se organice y la forma en que se estructure perpetuará una ideología de vigilancia constante y desigualdad de poder, que a su vez manifiesta esa sensibilidad en sus usuarios. La tecnología del método científico ha promovido, durante los últimos cientos de años, una ideología de la comprensión, una epistemología particular, que ve el mundo como esencialmente mecanicista, sin alma y desencantado. Esto hace que muchos de los aspectos más importantes del mundo, su totalidad y vitalidad esenciales, sean incognoscibles. Es muy útil, pero no deja de ser una ideología y sólo una manera de llegar a conocer el universo.

¿Cómo saber que la inteligencia (del orden que sea) está siendo usada de un modo ético y correcto?

La ética no es un examen ni la puntuación de una prueba, sino un conjunto de principios que elegimos en función de lo que creemos que es la acción correcta en el mundo. La ética se construye individual y socialmente: bajo el actual sistema capitalista, podría ser perfectamente ético vender los datos personales de los clientes a los anunciantes, o envenenar la tierra de la que todos dependemos, si eso aumenta el valor para los accionistas. Si se piensa que tal vez el valor para los accionistas no sea el objetivo final, si tal vez los derechos civiles, las buenas relaciones entre ciudadanos y gobiernos y el florecimiento mutuo de todos los seres que habitan el planeta sean más importantes, entonces su ética puede variar de manera considerable. No podemos saber qué es correcto y es poco probable que todos estemos de acuerdo en ello, pero podemos decidir qué creemos que es importante, prestar atención a dónde reside el poder y cómo se utiliza, y actuar, si así lo decidimos. Resistir, renunciar y redistribuir formas de poder que crean desigualdades de todo tipo. Si nos referimos a la inteligencia artificial, podemos ver que actúa en el mundo de muchas maneras, algunas de ellas beneficiosas, como en el reciente premio Nobel a los creadores de AlphaFold, y otras de maneras violentamente inmorales, como la fabricación de sistemas de armas automatizadas, la apropiación masiva de obras creativas, la devaluación de la mano de obra y necesidades energéticas enormemente descomunales. El destino que elegimos para esta inteligencia es, en todo momento, una decisión ética.

«El destino que elegimos para esta inteligencia es, en todo momento, una decisión ética»

¿Qué distingue las inteligencias no humanas de la IA?

Diría que la IA es inteligencia no humana, aunque siempre es importante distinguir entre la idea generalizada, influida por la ciencia ficción, de «inteligencia artificial generativa», y lo que tenemos ahora, que son las estadísticas. La cuestión es que la IA es solo un tipo de inteligencia, el tipo de inteligencia que realizan las máquinas capitalistas, porque ese es el ecosistema en el que creció, por lo que está inclinada hacia una determinada ideología. La IA entrenada con datos de partidas de ajedrez, mercados financieros y redes sociales siempre tendrá un cierto sabor no por completo humano.

Las inteligencias no humanas, ¿también son capaces de guardar secretos e impedir el acceso humano, tal y como hace la IA?

Absolutamente, y esto ha sido documentado muchas veces. Mi historia favorita es la de Ken Allen, un orangután que vivía en el zoológico de San Diego. Cuando los trabajadores perdían una herramienta en su recinto, la escondía para poder usarla más tarde para desenroscar una ventana o construir una escalera; a veces también fingía no darse cuenta de que habían hecho esto, para poder volver a usarlo más tarde, sin ser observado. Muchos otros primates en cautiverio han mostrado un comportamiento similar, y revela lo que la ciencia llama «teoría de la mente», la comprensión de que uno es un individuo pensante en un mundo de otros individuos pensantes, lo cual es un marcador de inteligencia. La teoría de la mente es necesaria para guardar secretos, pero impedir el acceso humano podría entenderse de muchas otras maneras, como el uso del camuflaje por parte de los cefalópodos. La mayor parte de la inteligencia no humana nos resulta oscura porque es tan diferente a la forma en que la hacemos que nos resulta difícil verla; tendemos a reconocer la inteligencia no humana solo cuando se parece a la inteligencia humana, por lo que estamos ciegos a las demás formas que adopta. Por eso es necesario un descentramiento radical de lo humano para pensar y pensar con todas las demás inteligencias que componen el mundo.

«La mayor parte de la inteligencia no humana nos resulta oscura porque es tan diferente a la forma en que la hacemos que nos resulta difícil verla»

De todas las inteligencias no humanas que usted recoge en el ensayo, ¿por cuál de ellas siente especial querencia y por qué?

No podría soportar elegir una favorita, aunque una parte de mí responde la más oscura e incognoscible, como las capacidades matemáticas sobrehumanas de los mohos limosos, o los mundos sensoriales de las flores, que escuchan el sonido de las abejas. La investigación de Barbara Smuts, quien pasó años viviendo con babuinos en el Gran Valle del Rift, observó comportamientos de amistad entre animales. Somos capaces de tener mucha más comprensión, empatía y asombro de lo que comúnmente reconocemos, y el mundo es mucho más animado e interesante de lo que nos han educado a creer.

Usted proviene del mundo de las ciencias y de las humanidades. ¿Qué puede aportar cada una de ellas al desafío climático?

Vengo de ambos mundos, tengo formación académica en Ciencias de la Computación y una carrera en literatura y artes visuales. No hay una separación clara entre ciencias y humanidades. Ninguna de ellas es por sí sola suficiente, pero la capacidad del arte para imaginar las cosas de otra manera es un imperativo radicalmente diferente a la demanda de la ciencia de «verdades» deducibles y reproducibles. Ambas han ido juntas: los científicos se inspiran en los sueños y las fábulas, del mismo modo que los artistas se inspiran en las revelaciones de la ciencia. La ciencia puede decirnos qué está mal en el mundo y qué podríamos hacer para mejorar la devastación, pero solo el arte puede forjar el salto imaginativo hacia una acción colectiva y significativa.

 

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