Pensamiento
Los pensadores de la Revolución Francesa
Filósofos como Rousseau, Voltaire y Diderot dieron forma a las ideas que inspiraron la revolución que cambió el curso de Europa y del mundo.
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A finales del siglo XVIII, una masa popular rompió las costuras de Europa. Cuando el 14 de julio el pueblo de París tomó la fortaleza de la Bastilla, no solo se inauguró un nuevo régimen, sino que se abrieron las puertas a la república en el continente, que no sería como lo conocemos hoy de no haber sido por aquellos revolucionarios. La Revolución Francesa fue una revuelta popular, pero también del pensamiento: con la ruptura del Antiguo Régimen se replantearon conceptos como la soberanía o la libertad del individuo como base del nuevo mundo que acababa de nacer. Este pensamiento fue desarrollado por muchos, pero por nadie mejor que por los tres grandes filósofos franceses de la Ilustración: Rousseau, Voltaire y Diderot.
Hubo otros nombres y otras mentes que reelaboraron las bases intelectuales del sistema, como Charles-Louis de Secondat, conocido como Montesquieu, quien en su obra El espíritu de las leyes defendió la necesidad de separar el poder judicial del ejecutivo y del legislativo. Sin embargo, estos tres pensadores marcaron un camino que aún hoy seguimos recorriendo y sentaron las bases ideológicas de la Revolución que cambió la historia de Occidente.
Denis Diderot, que falleció en 1784, cinco años antes del estallido de la Revolución, fue uno de los creadores de la Enciclopedia, el primer gran compendio moderno de saberes. Esta tardó más de 20 años en completarse, aunque posteriormente se hicieron añadidos. Fue el principal instrumento de la Ilustración, corriente de pensamiento que se desarrolló a lo largo del siglo XVIII que defendía valores como la libertad del individuo y la revalorización del conocimiento sin corsés religiosos o monárquicos como base de la existencia humana.
Estos valores estaban intrínsecamente relacionados con las bases de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Y es que, ¿cómo llegar a la liberación del pueblo sin el conocimiento? Los ilustrados consideraban que el ser humano podía llegar a conseguir todo lo que quisiera a través de la sabiduría y la razón: las más de 70.000 entradas de la Enciclopedia, redactadas por diversos intelectuales del momento, ofrecían un conocimiento seguro y despojado de supersticiones, populismos y dogmas.
La Ilustración defendía valores como la libertad del individuo y la revalorización del conocimiento sin corsés religiosos o monárquicos
Entre los colaboradores más celebrados de la Enciclopedia estaba François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire. Además de como poeta y dramaturgo, Voltaire destacó como filósofo, y fue su pensamiento político el que influyó en los revolucionarios de finales de ese siglo. Apasionado defensor de la libertad de expresión, entre otras muchas obras podemos destacar su Tratado sobre la tolerancia, en la que desarrolló la idea de la tolerancia religiosa. Esta obra es significativa, además, porque el propio Voltaire era un completo opositor a los dogmas de la Iglesia católica, tal como demuestra en su novela Cándido o el optimismo, donde la crítica a la institución religiosa se centraba en la Santa Inquisición y el auto de fe al que se someten injustamente los protagonistas. Sin embargo, el espíritu ilustrado de Voltaire le empujaba a ir más allá de sus consideraciones particulares y buscar un conocimiento más profundo en el respeto a otras creencias. Ahí está, en parte, la grandeza de este pensador, que se trasladó más tarde a los ideales fundacionales de la Revolución.
Por su parte, Jean-Jacques Rousseau fue otro de los grandes pensadores ilustrados que definió las bases de la Revolución Francesa. Redactor de algunos artículos de la Enciclopedia, enfrentado ideológicamente con Voltaire, popular durante el período jacobino y enterrado a su muerte como héroe nacional, Rousseau firmó uno de los tratados políticos más importantes para la Revolución y para nuestra idea actual de democracia. En El contrato social, Rousseau introducía, entre otros, el concepto de «voluntad general», que, en pocas palabras, consiste en dar a cada uno de los individuos que conforman la sociedad voz y voto para construir entre todos una voluntad. Rousseau defendía la posibilidad de un acuerdo entre las necesidades del individuo y las necesidades del pueblo en su conjunto, ese «contrato social» que determina que nadie es más que otro y que la soberanía reside en el conjunto del pueblo y no en una sola persona.
De no haber sido por las ideas de estos filósofos, nacidas y compartidas en el Siglo de las Luces, con un mundo centrado en la pasión por la razón y la incansable búsqueda del conocimiento en aras de mejorar la condición humana, quizá nunca hubiera tenido lugar la Revolución Francesa ni todos los eventos posteriores que llevaron a Europa a cuestionarse a sí misma y a abrir el camino hacia la democracia. El contexto de la época, marcado por las reflexiones de Diderot, Voltaire o Rousseau, demuestra que, para que haya grandes ideas, la sociedad en su conjunto debe apoyar y alentar el pensamiento crítico, no censurarlo.
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