TENDENCIAS
Opinión

Plagas del verano

Desde siempre las grandes plagas del verano son las hambrunas y los incendios. La diferencia con la actualidad es que antes tanto el hambre como el fuego eran accidentes, frutos de la sequía estacional, y ahora son el resultado de la acción del hombre.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
14
agosto
2025

Desde siempre las grandes plagas del verano son las hambrunas y los incendios. La diferencia con la actualidad es que antes tanto el hambre como el fuego eran accidentes, frutos de la sequía estacional, y ahora son el resultado de la acción del hombre. Y digo hombre y no seres humanos, porque somos sobre todo los varones los responsables tanto del «terrorismo ambiental» que estamos viendo en los incendios del sur de Europa como de la brutal hambruna perpetrada por Israel en Gaza.

Si según los cálculos, las actividades humanas ocasionan el 99% de los incendios forestales, las decenas de gazatíes que mueren de hambre, los 20.000 niños ingresados por desnutrición y el 20% de bebés que nacen prematuros o con bajo peso son la consecuencia de una política deliberada implementada fríamente por un Gobierno que, ahora, se empeña en ocupar Gaza. Dicen que de forma temporal, lo cual, en el idioma particular de Netanyahu, seguramente quiere decir de manera indefinida.

Se agotan los calificativos para lo que vemos en Gaza. ¿Cómo definir una política que apenas deja pasar un tercio de las toneladas de comida necesarias para alimentar a dos millones de personas? Según los cálculos más optimistas, en Gaza apenas entra un 0,7 de una sola comida diaria por cada persona. Los precios de los productos básicos se han multiplicado hasta por 50. Pensemos cómo puede ser el día a día cuando pasas de pagar 40 céntimos por kilo de harina a más de 7 euros. Hay familias que tienen que conformarse con comprar una sola patata para todos sus miembros. La justificación israelí, de asfixiar a Hamás, no se sostiene. ¿Qué política puede pretender erradicar a una organización terrorista mediante el procedimiento de dejar a familias enteras con una sola patata?

¿Qué política puede pretender erradicar a una organización terrorista mediante el procedimiento de dejar a familias enteras con una sola patata?

Y, como señalan los expertos, el problema no es tanto el nefasto presente del hambre en Gaza, sino el siniestro futuro que se dibuja: pase lo que pase, la Franja va a depender de la ayuda exterior para sobrevivir. Antes de la guerra ya el 60% de sus habitantes recibían ayuda internacional, pero, como mínimo, el 80% de la Franja tenía una agricultura y ganadería capaz de suplir gran parte de las necesidades básicas. Ahora prácticamente ninguna infraestructura de producción está operativa.

Es cierto que a Netanyahu se le agota el tiempo. A medida que ha ido arrinconando a la población de Gaza él mismo se ha situado en una esquina. A nivel internacional, es un paria en un número creciente de cancillerías. Pero es que, incluso en las sociedades tradicionalmente más cercanas a Israel, como EE.UU., crece el descontento hacia la actual política israelí. Que una de las democracias más sólidas y económicamente desarrolladas del mundo, como Israel, tolere estas acciones por parte de sus líderes es uno de los grandes misterios de nuestro tiempo.

Pero incluso en estos tiempos oscuros hay que mantener la fe en la opinión pública de una sociedad abierta (relativamente, al menos). Y es verdad que, a pesar de que los desmanes de su Gobierno –que es una amalgama de ultranacionalistas y ultraortodoxos religiosos– no han supuesto un coste significativo para la popularidad de Netanyahu, algo se está moviendo dentro de la sociedad israelí, con un número creciente de activistas manifestándose con fotos de niños gazatíes fallecidos en operaciones militares de su Ejército. Esto era impensable hace 22 meses, cuando empezó esta pesadilla. Y, dentro del propio Ejército, crece el descontento hacia el Ejecutivo. Muchos oficiales se han opuesto a las medidas más descabelladas de Netanyahu, como concentrar a la población de Gaza en una eufemísticamente llamada «ciudad humanitaria», que no dejaría de ser un campo de refugiados controlado completamente por Israel.

Netanyahu tiene, de hecho, una salida. Quizá la última. Si, como parece, no es posible un cese indefinido de las hostilidades, dada la intransigencia tanto de los israelíes como de los dirigentes de Hamás, envalentonados por la victoria moral del pueblo palestino tras la cruenta campaña militar israelí, y al mismo tiempo tampoco parece viable (al menos a corto plazo) una solución que reconozca un Estado palestino (con Gaza, Cisjordania y una parte de Jerusalén), ¿por qué no una opción intermedia? Es lo que proponen algunos analistas: alto el fuego, control israelí de las fronteras y apertura total para la entrada de ayuda humanitaria.

La devastación de Gaza es tremenda. Miles de muertos, cientos de miles al borde del hambre y unas ruinas que, en estos momentos, se calculan en 30 veces mayores que los escombros sacados de Manhattan tras el 11/S. Pero en todas las cenizas puede resurgir siempre un ave fénix.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Conflicto en la Franja de Gaza

Carmen Gómez-Cotta

Expertos en geopolítica, derechos humanos y filosofía exponen su visión sobre el conflicto entre Israel y Palestina.

COMENTARIOS

(adsbygoogle = window.adsbygoogle || []).push({});
SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME