Cuidar el territorio es el mejor escudo frente a los incendios forestales
España se enfrenta a un nuevo tipo de incendios forestales: más rápidos intensos e impredecibles. El cambio climático no es la única causa, pero sí un multiplicador del riesgo.
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España se enfrenta a un nuevo tipo de incendios forestales: más rápidos intensos e impredecibles. El cambio climático no es la única causa, pero sí un multiplicador del riesgo. Temperaturas cada vez más altas, sequías prolongadas, primaveras excepcionalmente lluviosas —como la de este 2025—, y olas de calor frecuentes configuran un escenario peligroso. Sin embargo, para entender por qué arde tanto y con tanta virulenta, hay que mirar más allá del termómetro.
Durante siglos, el monte fue un espacio útil y productivo: se recolectaba leña, se hacía carbón vegetal, se pastoreaba, se cultivaban pequeños huertos. El campo era economía. Pero con la transición energética hacia el petróleo y el gas, muchas de esas actividades dejaron de ser rentables. Miles de personas abandonaron el medio rural y, con ellas, desapareció el manejo cotidiano del paisaje. La naturaleza recuperó terreno, pero lo hizo sin orden: sin pastoreo, sin clareos, sin cortafuegos vivos. Hoy tenemos más masa forestal que nunca, pero también más vulnerable: continua, densa, inflamable.
Este abandono forestal es el gran factor silencioso detrás de los incendios actuales. Lo que antes era un mosaico de usos —cultivos, caminos, corrales— ahora es una alfombra ininterrumpida de combustible vegetal. Y al fuego solo le hace falta una chispa.
La prevención sí funciona
Pese a este escenario, hay motivos para la esperanza. En 2024, España registró 47.711 hectáreas quemadas, la cifra más baja desde 2018. Y en lo que llevamos de 2025, la superficie afectada ha sido un 52,7% menor que en el mismo periodo del año anterior. La inversión en medios de extinción, la anticipación de los dispositivos y una mayor conciencia social han tenido un impacto positivo. Pero es clave no bajar la guardia.
El abandono forestal es el gran factor silencioso detrás de los incendios actuales
Desde la Asociación Española de Sociedades de Protección contra Incendios (Tecnifuego) insistimos: la prevención debe ser el eje central. No podemos seguir apagando incendios cada verano como si fueran anomalías. Son la nueva normalidad, y hay que actuar antes de que el fuego se declare.
Una respuesta en tres niveles. El enfoque que proponemos se apoya en tres pilares:
- Planificación del paisaje. Diversificar usos del suelo, crear discontinuidades vegetales, recuperar pastos y actividad agrícola o forestal sostenible, para reducir la propagación del fuego y crear paisajes más resilientes.
- Adaptación de edificaciones e infraestructuras. Usar materiales ignífugos, instalar sistemas de protección activa y pasiva, mantener cortafuegos, hidrantes y vías de evacuación accesibles.
- Formación y concienciación ciudadana. Entender el riesgo, saber prevenir y responder en caso de emergencia. Una sociedad informada es una sociedad más segura.
Decálogo básico de autoprotección
La prevención empieza en casa. Literalmente. Estas son diez acciones clave que cualquier persona o comunidad puede poner en marcha en zonas de riesgo:
- Eliminar vegetación y residuos combustibles cerca de viviendas (mínimo 3 metros).
- Evitar setos inflamables como cipreses o coníferas junto a edificaciones.
- Limpiar tejados y canalones de hojas y ramas.
- Instalar protección activa y pasiva (rociadores, detectores o materiales ignífugos).
- Mantener cortafuegos perimetrales en urbanizaciones, adecuados al riesgo y a la legislación vigente (con un ancho orientativo mínimo de 25 metros).
- Asegurar la operatividad de hidrantes y accesibilidad de caminos.
- Garantizar dos vías de evacuación por núcleo habitado.
- Evitar actividades de riesgo, como quemas agrícolas sin control.
- Informar a la comunidad local del plan de autoprotección.
- Registrar oficialmente el plan de autoprotección en el ayuntamiento.
Son medidas sencillas, algunas incluso gratuitas, pero de gran impacto a la hora de reducir la velocidad e intensidad de un incendio. Y, lo más importante, pueden salvar vidas.
Una nueva mirada al territorio
Convivir con el fuego —porque no va a desaparecer— exige una nueva cultura del territorio. No basta con multar al que enciende una barbacoa donde no debe. Necesitamos políticas que favorezcan la gestión forestal, incentiven el retorno al medio rural y revaloricen los oficios del monte. Lo que hoy vemos como monte salvaje, hace solo unas décadas era un paisaje vivido y trabajado.
Como ciudadanos, también podemos contribuir a esa transformación. Apostar por productos locales, fomentar la economía de proximidad o apoyar la actividad agraria y forestal ayuda a mantener vivo el entorno. Y protegerlo, en definitiva, es protegernos.
La prevención no es solo técnica; es también social, económica, cultural Implica repensar cómo habitamos el territorio, cómo equilibramos conservación y actividad, cómo rompemos con décadas de abandono.
Convivir con el fuego, sin resignarse
Los incendios forestales no son fenómenos inevitables. Son consecuencia de muchas decisiones —o ausencias de ellas— a lo largo del tiempo. Por eso, prevenir compete a todos: gobiernos, ciudadanos, urbanistas, agricultores, medios de comunicación y comunidades locales.
Este verano, como cada año, los dispositivos están preparados. Pero la verdadera protección empieza antes: en cómo cuidamos el paisaje, cómo construimos nuestras viviendas, cómo entendemos el riesgo. No se trata solo de apagar fuegos. Se trata de no encender la mecha.
Por Ramon Maria Bosch, coordinador del comité especializado en incendios forestales de Tecnifuego
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