Cristina Monge
«Si lo ambiental colapsa, la economía colapsa»
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COLABORA2025
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Cristina Monge (Zaragoza, 1975), socióloga, politóloga y habitual de tertulias y medios de comunicación, acaba de publicar ‘La gran oportunidad’ (Editorial Tirant Lo Blanc, 2025), un ensayo en el que propone una salida a la crisis climática y democrática. Porque para ella se han convertido en dos caras de la misma moneda. Hay que construir una transición ecológica que tenga como principio rector la justicia social, apoyándose en el diálogo, la participación democrática y la negociación para evitar que nadie se sienta como un perdedor al que se haya sacrificado. Y advierte: «Nos va la vida en ello».
Hasta hace poco, la crisis climática no se tenía por un problema político de primer orden, pero parece que ya está en las agendas, bien para intervenir o bien para negar. ¿Hemos llegado demasiado tarde?
Sí, las ciencias sociales (sobre todo la sociología y la ciencia política) han llegado demasiado tarde al debate sobre la crisis climática. Anteriormente, se veía la crisis climática como una cuestión de las ciencias naturales o del ámbito económico. De hecho, los economistas entraron diciendo que la economía es una variable dependiente de la biosfera. Las dimensiones sociales y políticas han tardado más, pero las políticas están en un punto mucho más inicial. La pretensión del libro es evidenciar las consecuencias políticas de la crisis climática y de los diferentes modelos de transición ecológica. La crisis climática no es de derechas ni de izquierdas, es y ya está, pero la transición ecológica es un debate profundamente político.
Ha dicho que «la crisis climática no es de izquierdas ni de derechas, la crisis ambiental es», pero luego propone que se aborde con una politización más cercana a posturas progresistas de justicia social. ¿Esto no puede provocar que desde posiciones más conservadoras se reniegue de esa problemática?
Hay que diferenciar: la crisis climática es el problema. Una evidencia científica no sujeta a discusión. La transición ecológica es lo que ponemos en marcha para hacerle frente, y esa transición tiene muchas formas posibles que dependen de las diferentes familias políticas e ideologías. Lo que se discute es la manera de llegar al objetivo de sostenibilidad, no el objetivo en sí. En mis propuestas, opto por el carácter progresista porque tengo una ideología progresista. Estoy convencida de que si no hay justicia social, la transición ecológica no se podrá hacer. Necesita diálogo, deliberación y mucha negociación para remover estructuras de poder. Existen otras opciones, como las del ámbito liberal y neoliberal, que proponen dejar operar al mercado y la tecnología.
«Si no hay justicia social, la transición ecológica no se podrá hacer»
Señala que los grupos más vulnerables (mayores, inmigrantes, clase baja, países en desarrollo) son los más golpeados por los fenómenos extremos. ¿Esto explica que a muchas élites les cueste reaccionar, especialmente en Occidente?
Probablemente sí, por un lado, y por otro, porque esos cambios requieren modificar estructuras económicas y de poder en las que esas élites o ese Occidente formaban parte del grupo de los ganadores. Europa, sin embargo, ha sido un espacio de vanguardia en la transición ecológica. El interés de Occidente se dispara cuando se empiezan a desarrollar nuevas tecnologías y mercados que hacen de la economía verde un espacio muy rentable. De hecho, el discurso contrario (como el Drill baby drill) no triunfa porque la gente sigue invirtiendo en energías renovables, ya que sigue habiendo mucho beneficio en la economía verde. China, por ejemplo, ha visto esto de forma clara y está emergiendo como líder de la nueva economía.
La COP30 terminó sin mencionar los combustibles fósiles, al igual que la anterior. ¿Hay motivos para confiar en que seremos capaces de llevar a cabo esa transición o terminaremos arrastrando los pies?
Esta transición ya está en marcha, no hay que empezarla, aunque es muy lenta y poco ambiciosa para la magnitud del desafío. No es una línea recta, sino que tiene curvas y cualquier cosa (una pandemia, una guerra) te saca del camino. Sin embargo, hay poderosas razones para pensar que seguirá avanzando porque sigue siendo rentable. Porque las evidencias se acumulan, incluyendo fenómenos extremos y muertes asociadas, como los 3.800 fallecimientos relacionados con el calor que hemos tenido este verano en España. Y porque tenemos que pensar que es posible para que sea posible, ya que nos va la vida en ello. El colapso es solo un escenario. Hay muchísimas resistencias, pero es muy complicado que se paralice la transición, porque no hay más remedio y los intereses económicos se están alineando con estas nuevas economías.
Habla de territorios de sacrificio y del riesgo que supone no tenerlos en cuenta. Y señala que tenemos que abandonar la idea de sacrificio. ¿Esto es la cuadratura del círculo?
Este es uno de los mensajes centrales. La transición puede ayudarnos a mejorar nuestra convivencia y democracia, o a dinamitarlas. Si la transición incrementa la desigualdad —por ejemplo, considerando que unos territorios se sacrifican para beneficio de otros, o haciendo que paguen la transición los más desfavorecidos— se corre el riesgo de ruptura, aumento de desigualdades, y se da poder a la extrema derecha (como en el caso de la Dana de Valencia, que es la extrema derecha quién se está alimentando de un fenómeno con base climática). Este es el gran problema, de ahí la necesidad de la transición justa. La transición se puede hacer sin justicia social, pero nos hará más pobres, incrementará conflictos y romperá la cohesión. La gran oportunidad es hacer la transición justamente al revés, con criterios de justicia social. El objetivo es que los perdedores, que siempre va a haber, sean los menos posibles y se planteen políticas que les permitan salir del escenario de pérdidas.
«La transición puede ayudarnos a mejorar nuestra convivencia y democracia o a dinamitarlas»
Cita a Innerarity señalando que la política debe ser menos antropocéntrica y más biocéntrica. Esto parece difícil cuando nuestra tradición humanista y liberal pone al sujeto en el centro y entroniza la libertad individual.
El problema no lo tiene el planeta, el problema lo tenemos los seres vivos, incluidos los humanos. La especie humana es la que sufre, porque aun no extinguiéndose, colapso significa una pérdida de calidad de vida muy considerable. Esto extrema los conflictos sociales y es una amenaza para las personas, las sociedades y la democracia. Se debe renovar el contrato social, y ese nuevo contrato tiene que tener como perímetro la biosfera o el planeta. Esto ya no pone solamente a las personas en el centro. Ya no es un equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental. Lo ambiental es la base, es el terreno de juego, y en función de cómo esté eso, tendremos un tipo de economía y sociedades mejores o peores. Si lo ambiental colapsa, como ha pasado en el Mar Menor, la economía colapsa. Se genera pobreza, se acaba el turismo y la sociedad se vuelve desigual.
Cuando habla de la responsabilidad individual, señala que no siempre se puede ser un héroe, pero que siempre hay una cosa que podemos hacer: votar a partidos con políticas medioambientales. ¿Cree que la cuestión ecológica se convertirá en tema central de agenda en unas elecciones?
Prácticamente seguro que las prioridades de voto son otras, aunque la gente manifieste una gran preocupación por el cambio climático. Esta propuesta busca combatir el error que se ha cometido de culpabilizar al individuo, pues no siempre es posible vivir sin coger el coche o pagar la agricultura ecológica. Por eso planteo tres acciones. Primero, que actúe quien pueda. Segundo, exigir a los poderes públicos y empresas que hagan posible la acción individual como exigir un buen transporte público o agricultura ecológica de cercanía. Y tercero, el voto, que es fundamental y que hasta ahora ha tenido nulo o muy poquito peso. Es una incoherencia que si el 90% de los españoles se preocupa, luego no se mire lo que dice cada partido en materia ambiental al votar.
«La transición es poco ambiciosa para la magnitud del desafío»
¿Cree que las campañas de desinformación (generar dudas, rebatir la ciencia, centrar la responsabilidad en el individuo) son las culpables de que gran parte de la población no otorgue la importancia que merecen a las políticas ambientalistas al votar?
La desinformación ha estado funcionando desde hace tiempo. Antes las petroleras financiaban investigaciones que cuestionaban el cambio climático. Ahora, la desinformación va destinada a generar confusión y a cuestionar las políticas ambientales. Se miente directamente, como en la campaña de que en España se están demoliendo presas. Si estas campañas tienen éxito, por ejemplo en el mundo agrícola, es porque quizá las cosas no se están haciendo lo suficientemente bien como para que la mayoría del sector entienda que estas políticas buscan hacer sus negocios más resilientes y viables.
Usted señala que la IA es muy positiva en la lucha contra el cambio climático, pero que corre el riesgo de ser una industria extractiva muy peligrosa. Ante la posible burbuja financiera en torno a la IA, ¿cree posible que la especulación no se apodere de ella y se desarrolle de forma sostenible?
Eso dependerá de las decisiones políticas que se tomen. En Europa, los centros de datos tienen una opacidad total sobre el consumo de agua y energía, protegida como secreto industrial. Si nos lanzamos al desarrollo de la IA con un consumo de energía y agua desconocido y absolutamente acervado, no habrá sostenibilidad. El consumo de energía es el gran tema; de hecho, ya hay centros de datos en EE.UU. con mini reactores nucleares asociados. El consumo de agua también irá creciendo por las necesidades de refrigeración, lo que chocará con otros usos como el agrícola. Es necesario aplicar criterios de sostenibilidad en el consumo de energía y agua, en la transparencia y en la gestión de materiales, como en el caso de las tierras raras. Hay quien dice que los vertederos pueden ser la mayor mina. ¿Hay una estrategia de economía circular para todo esto? Y no podemos olvidar la otra dimensión. La gran mayoría de tierras raras está en el Sur Global y corremos el peligro de practicar el neocolonialismo con el Sur Global para la extracción de materias primas por parte de los países más poderosos, tanto Occidente como China.
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