Los centros de datos para ‘dummies’
Dependemos de ellos cada día. Los correos electrónicos, las fotos en redes sociales y las operaciones bancarias que se hacen desde el móvil viven en esos servidores. Son la infraestructura invisible que sostiene la vida digital.
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Todos utilizamos, seguramente sin saberlo, un centro de datos varias veces al día. Cada vez que entramos a Google, subimos una foto a Instagram, hacemos una videollamada o consultamos el saldo del banco desde el móvil, hay un centro de datos trabajando en segundo plano. Pero ¿qué es en realidad un data center?
No es una «nube» en la que se condensan datos como si fueran gotas de agua. Es, por el contrario, un edificio enorme diseñado y construido para almacenar, procesar y repartir la información que cada segundo circula por el universo digital. Cables, luces y máquinas que trabajan sin descanso, día y noche. La comparación más evidente es una biblioteca descomunal: en lugar de libros ordenados en estanterías, hay hileras infinitas de ordenadores zumbando. Y en lugar de novelas o enciclopedias, lo que custodian son nuestras fotos, vídeos, correos electrónicos y transacciones bancarias.
Es verdad que la imagen es futurista. Lo primero que llama la atención son los servidores, imponentes ordenadores creados para funcionar sin descanso, las 24 horas del día. Se apilan en grandes estructuras metálicas llamadas racks, como si fueran archivadores verticales, solo que en lugar de papeles guardan buena parte de nuestra vida digital. Lo que pasa por esas máquinas acaba en discos duros gigantes, capaces de conservar nuestras fotos, correos o vídeos durante años. Una maraña de cables conecta unos equipos con otros y permiten que los datos viajen de un extremo a otro del planeta en cuestión de segundos.
Para que un sistema tan complejo de máquinas funcione, hacen falta unas condiciones ambientales específicas. Los servidores generan una enorme cantidad de calor, por lo que la climatización es crucial, ya que sin sistemas de refrigeración avanzados, esos equipos se derretirían en pocas horas. A esto se suman generadores, baterías y mecanismos auxiliares que garantizan un suministro continuo de energía, porque el sistema no puede apagarse nunca. Y la seguridad física es férrea: cámaras, guardias, controles biométricos y protocolos estrictos protegen cada metro cuadrado.
Los centros de datos requieren condiciones ambientales específicas para su refrigeración y funcionamiento
Existen distintos tipos de centros de datos. Los hay privados, propiedad de bancos o empresas que los utilizan para sus procesos internos, y otros que funcionan como espacios compartidos ya que son utilizados por diferentes compañías. Y luego están los gigantes de la tecnología, que dan servicio a millones de clientes en todo el mundo. Su tamaño puede ir desde edificios relativamente discretos hasta auténticos complejos industriales que parecen aeropuertos, y su ubicación depende en gran medida de factores como la disponibilidad de energía barata, la climatología o la cercanía a grandes núcleos urbanos.
Google tiene un famoso centro de datos en The Dalles, junto al río Columbia, para aprovechar la energía hidroeléctrica para alimentar sus miles de servidores. Telefónica, en España, cuenta con un enorme centro en Alcalá de Henares, considerado uno de los más modernos de Europa, con más de 23.000 metros cuadrados dedicados a gestionar servicios críticos para empresas y administraciones. Amazon Web Services, por su parte, ha invertido miles de millones en la construcción de tres grandes centros en Aragón, que ya se han convertido en piezas clave de la infraestructura digital europea. Y en Suecia, Meta (antes Facebook) eligió la localidad de Luleå, cerca del círculo polar ártico, para levantar un centro que utiliza el frío natural como refrigeración, reduciendo así su consumo energético.
La energía es, precisamente, uno de los grandes retos de los centros de datos. El gasto eléctrico de un complejo de gran escala puede equivaler al de una pequeña ciudad. Por eso, la eficiencia se ha convertido en una prioridad. Muchas compañías buscan ubicaciones donde abunden las energías renovables, como Islandia o Noruega, que disponen de recursos hidroeléctricos y geotérmicos. También se están desarrollando sistemas de refrigeración innovadores que aprovechan el aire exterior o el agua de mar. Incluso se experimenta con reutilizar el calor generado por los servidores para calentar edificios cercanos, de modo que nada se desperdicie.
La sostenibilidad es el reto más urgente de estas macroinstalaciones: reducir su huella de carbono y su consumo energético es fundamental para que el crecimiento digital no implique un coste ambiental insostenible. La seguridad, tanto física como cibernética, es otro de los desafíos, ya que un ataque a gran escala podría tener consecuencias globales.
La luz del sol ha desaparecido y estamos aislados en un espacio cerrado en el que parpadean miles de luces y se escucha un zumbido constante. Un data center es una ciudad que no duerme, habitada por servidores que nunca se apagan y los cables y redes que los unen, carreteras por las que viajan los datos. La electricidad es la energía vital que lo mantiene todo en marcha y la seguridad son los vigilantes, siempre alertas. Y cada uno de nosotros, cada vez que usamos el móvil o el ordenador, nos convertimos en un visitante de esa ciudad invisible que sostiene nuestra vida digital.
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