TENDENCIAS
Siglo XXI

Dylan Reibling

«Internet puede moldearse hacia la democracia o hacia la manipulación»

Artículo

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
21
noviembre
2025

Artículo

Se dice que internet es de todos, que la nube está en todas partes… Pero ¿cuán cierto es esto en realidad? En sus inicios, la World Wide Web (la famosa triple w) fue pensada para que hubiera un acceso democrático y una libre transferencia de información. Sin embargo, hoy las dinámicas de internet están, en su gran mayoría, en manos de megacorporaciones que las definen y reconfiguran según sus intereses. ¿Qué representa esto para sus usuarios? ¿Hacía dónde irá a parar un internet cooptado por oligopolios? Sobre esto hablamos con Dylan Reibling (Canadá, 1979), el director del documental ‘The end of the internet’, presentado en España en el Another Way Film Festival.


The end of the internet repite una especie de estribillo a lo largo del documental. Se nos llama a pensar en internet como una nube: etérea, liviana, deslocalizada. No obstante, tiene una bases muy concretas: cables, antenas, servidores y centros de datos que requieren enormes cantidades de agua y energía. En su opinión, ¿para qué sirve esa idea de «ingravidez»? ¿Por qué se sigue usando una metáfora que está tan lejos de la realidad?

La metáfora de «la nube» fue acuñada por una empresa de Silicon Valley llamada General Magic en 1994 como una forma de ayudar a la gente a entender la web. En aquel momento, el público en general tenía dificultades para entender qué era internet y cómo podía serle útil, por lo que la idea era convertir todos los cables y servidores en un concepto sencillo y fácil de entender que ayudara a comercializar la web como una tecnología útil para la gente corriente. Por muy útil que fuera en aquel momento hacer que internet pareciera inofensivo, el trabajo ideológico que realiza la metáfora de la nube se ha ido alejando cada vez más de la realidad. La magnitud de la infraestructura de internet que existe actualmente ha eclipsado todas y cada una de las expectativas que la gente podía tener en los años 90. Y, sin embargo, los monopolios de las plataformas que controlan esta infraestructura siguen beneficiándose de esta concepción de una imagen inofensiva de nubes blancas y esponjosas.

Como ha advertido el exestratega de Google e investigador en ética James Williams, internet tiene poco más de 10.000 días de existencia. Pero hoy no podemos concebir un mundo en el que no exista la red (ni sus dinámicas de poder). ¿Por qué cree que se nos ha hecho pensar que es imposible transformar los usos actuales de internet?

El internet que experimentamos actualmente ha sido diseñado para ofrecer la máxima facilidad y comodidad. Los diseñadores e ingenieros de experiencia de usuario cobran mucho dinero por eliminar cualquier «fricción» en un servicio web o plataforma. Y, en cierto modo, la centralización ayuda a ello: es mucho más fácil diseñar un sistema sin contratiempos si se cuenta con un estilo de diseño de mando y control completamente centralizado. Las soluciones descentralizadas son mucho más complicadas: es más difícil evitar errores e ineficiencias cuando los datos tienen que existir en múltiples espacios, o cuyo contenido es invisible para un repositorio de control central. Por esta razón, las soluciones descentralizadas son más difíciles de ampliar, lo que en última instancia significa que son menos rentables que los sistemas centralizados. Así que nos encontramos con una situación en la que los sistemas alternativos son más difíciles de construir, y tienen la desventaja de no ofrecer incentivos para la inversión de capital riesgo. Esto no quiere decir que las soluciones descentralizadas sean imposibles, pero las circunstancias les son desfavorables. Y en un mundo en el que la gente valora el tiempo, la eficiencia y el compromiso, va a costar mucho cambiar esta situación. Sin embargo, diré que el movimiento de descentralización sigue avanzando poco a poco: con cada nueva iniciativa exitosa como Bluesky, se solucionan algunos de los errores del sistema. Así que hay esperanza. Pero los tiempos aún no están muy claros.

«El movimiento de descentralización de la web sigue avanzando poco a poco»

El documental muestra distintas iniciativas (Mapeo, Urbit, guifi.net, etc.) que, desde diferentes puntos del globo, llaman a la descentralización como una forma de «resistencia» frente al oligopolio. ¿Cree que este tipo de movimientos seguirán cobrando fuerza en el futuro?

Creo que los movimientos descentralizados seguirán avanzando, pero será un proceso largo, lento y con muchos obstáculos. La idea central del movimiento —crear tecnologías de infraestructura de internet alternativas para lograr una mayor libertad digital y resistir la coacción digital— es contagiosa. Incluso en las proyecciones de mi película, hay programadores que se me acercan para saber más sobre cómo pueden empezar a incorporar la descentralización en su propio trabajo. Pero, sin duda, hay retos: la única razón por la que la centralización es la tendencia dominante en la tecnología de la comunicación es porque es rentable. Cuando se centraliza un sistema, se puede ampliar y ganar más dinero por usuario. La tecnología de descentralización se resiste a este escenario económico, por lo que se necesita mucho más trabajo para alcanzar el umbral de rentabilidad. He visto a varios programadores muy ambiciosos agotarse por tener que dedicar demasiadas horas a proyectos que son emancipadores pero insostenibles. Sin embargo, no es un panorama del todo sombrío: los tecnólogos están realizando continuamente avances que facilitan el trabajo y los comparten con la comunidad. Así que el trabajo para crear hardware y software descentralizados es cada vez más rápido y mejor.

«Después de 20 años de modelo de ‘contenido gratuito’, sería muy difícil cambiar las expectativas de los usuarios»

Ahora voy más lejos: ¿cree posible el regreso a la «utopía» de un internet libre?

No estoy seguro de si la «utopía» de un internet libre existió realmente alguna vez: siempre hubo fuerzas del mercado en juego que influyeron en la forma en que las personas interactuaban y cambiaron la naturaleza de esas interacciones. Incluso los primeros foros de Internet, como The Well (Whole Earth ‘Lectronic Link), que generalmente se consideraban comunidades abiertas y democráticas, han sido criticados por sus prácticas explotadoras y extractivas. Pero, a menor escala, el efecto fue menos pronunciado. Creo que un obstáculo importante para volver a un internet libre, o más libre, es el gran acuerdo que se alcanzó a finales de los años 90 y principios de los 2000, cuando internet pasó de los modelos basados en suscripciones (jardines vallados) a la «web libre». Al hacer esta concesión, sí, la información se volvió «gratuita», pero también significó que las empresas necesitaban monetizar a sus usuarios de alguna manera, y eso se hizo mediante la creación de una economía de la atención. Para liberarse de este gran acuerdo, una posible solución sería volver al modelo de suscripción de pago, pero después de 20 años de modelo de «contenido gratuito», sería muy difícil cambiar las expectativas de los usuarios.

«La opacidad en la red dificulta la participación democrática genuina»

Porque además no se trata solamente de colonialismo de datos, de privacidad o de economía de la atención… Como me decía Johann Hari en una entrevista, las dinámicas actuales de internet y de las redes sociales están poniendo en riesgo a la democracia misma. ¿Cuál es su opinión sobre esto?

¡Creo que Johann Hari plantea un argumento muy convincente! Yo diría que la mayor parte de internet que utilizamos hoy en día se basa en plataformas que son empresas privadas, no infraestructura pública. Están diseñadas en torno a incentivos de mercado, no cívicos. Estos sistemas son cajas negras: no sabemos cómo toman decisiones, qué se amplifica o cuándo se nos manipula. Ese tipo de opacidad dificulta la participación democrática genuina, porque no queda claro cuándo actuamos por consentimiento informado o simplemente respondemos a estímulos diseñados. El peligro es que, a medida que las empresas digitales se expanden a áreas que antes estaban gobernadas por instituciones públicas, como la comunicación, la educación e incluso la identidad, comienzan a gobernar sin rendir cuentas. Así que el problema no es que la tecnología y la democracia sean incompatibles, sino que hemos permitido que los bienes comunes digitales se privaticen. Yo diría que debemos empezar a pensar en internet menos como un ecosistema de aplicaciones y más como una infraestructura pública, algo que requiere transparencia, supervisión y un sentido compartido de la responsabilidad.

«Debemos empezar a pensar en internet menos como un ecosistema de aplicaciones y más como una infraestructura pública»

¿Cree que vamos verdaderamente hacia el fin de internet?

No creo que nos dirijamos hacia el fin literal de internet, pero quizá nos acerquemos al fin de una determinada idea de lo que es. Una de las cosas que intenté transmitir en la película es que cualquier tecnología puede ser tanto una herramienta como un arma. Internet es una forma maleable; puede moldearse hacia la conexión, el conocimiento y la democracia, o hacia el control, la vigilancia y la manipulación. Lo que importa es quién la moldea. En este momento, el diseño y la gobernanza de internet están en gran medida en manos de las empresas, no de los ciudadanos. Si queremos que sirva a fines democráticos, debemos examinar críticamente su infraestructura —dónde se encuentran el poder y el control— y tomar decisiones deliberadas y colectivas sobre cómo debe funcionar. Internet no tiene un único destino. Es algo que debemos construir y reconstruir continuamente a través de la participación democrática. La cuestión no es si terminará, sino si recuperamos la capacidad de decidir en qué se convertirá.

 

ARTÍCULOS RELACIONADOS

La caja negra de los algoritmos

Óscar Granados

Entender cómo funcionan los sistemas permite saber por qué y cómo se tomaron ciertas decisiones en el mundo digital.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME