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Bienestar digital, o cómo reconectar con lo que importa

¿Cómo lograr que internet esté realmente al servicio de sus usuarios? ING ha puesto en marcha diferentes acciones para avanzar hacia un bienestar digital justo, responsable y ambientalmente sostenible.

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18
septiembre
2025

La revolución digital ha mejorado la eficiencia, ha conectado a gente de todo el mundo y ha llevado el conocimiento hasta los rincones más recónditos. Pero también tiene un impacto: en el medio ambiente, en nuestra salud y en la forma en que nos relacionamos. Según el I Estudio del Bienestar Digital de ING, solo un 10% de la población en España afirma tener una buena relación con las tecnologías digitales, el 54% cree necesario contar con un protocolo de desconexión laboral y solamente el 39% consigue apagar el móvil en momentos clave, pese a que el 63% cree fundamental hacerlo. Y otro dato muy revelador: apenas un 5,6 % de las personas encuestadas tiene conocimientos sobre la contaminación que genera internet.

Para avanzar hacia un uso más consciente, equitativo y sostenible de internet, ING está impulsando Bienestar Digital, un movimiento con el que pretende alinear a los diferentes sectores de la sociedad en la construcción de un universo digital más humano. En este marco, el banco y Ethic están organizando una serie de encuentros con expertos del mundo académico, el sector privado, la Administración pública y el tercer sector para desgranar los desafíos del bienestar digital en materia ambiental, personal y social.

La nube que no vemos

Pocas personas piensan en emisiones al enviar un correo electrónico. Sin embargo, según los cálculos de Mike Berners-Lee, los correos electrónicos podrían generar hasta 150 millones de toneladas de CO2 en un año, lo que supone alrededor del 0,3% de la huella de carbono mundial. Se estima que un solo correo electrónico extenso, que tarda 10 minutos en escribirse y 3 minutos en leerse, enviado y recibido en un ordenador portátil, genera 17 gramos de CO2.

Por su parte, cuatro de las principales empresas centradas en IA incrementaron de media un 150 % sus emisiones operacionales desde 2020, según un informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Las 166 empresas digitales analizadas generaron en conjunto el 0,8 % de todas las emisiones energéticas globales en 2023, una huella de carbono comparable a la suma de las emisiones anuales de Argentina, Bolivia y Chile. De hecho, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), si no se toman medidas, el consumo eléctrico global de los centros de datos podría duplicarse antes de 2030.

Ester Casado (ING): «La solución no está en desconectarse de internet, sino en aprender a reconectarnos con nosotros mismos»

Pero, aunque el camino es largo, empieza a percibirse un cambio. «Vivimos un momento de toma de conciencia. Poco a poco, ciudadanos, entidades y empresas empezamos a ser conscientes del impacto que tiene el uso de la tecnología en el medio ambiente», afirmó Ester Casado, responsable de Sostenibilidad de ING España y Portugal, en uno de los encuentros.

Y, como recordó María Lázaro, directora de Desarrollo y Marketing de Adigital, la tecnología también tiene el potencial de ser una gran aliada: «Menos desplazamientos o más teletrabajo favorecen la reducción de emisiones de CO2». Ahora, ¿cómo aprovechar estas ventajas de forma eficiente? Para Lázaro hay tres pilares: educación para ser conscientes del coste ambiental del mal uso de la tecnología, colaboración público-privada para crear un marco regulador coherente y armonizado, y más visibilidad para las buenas prácticas, como el uso de energía renovable por parte de los data centers.

Salud mental en la era del ‘scroll’

El bienestar digital también exige mirar hacia dentro. ¿Qué sucede cuando no somos capaces de desconectar? Según el informe El impacto de la tecnología en las familias españolas, realizado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud, el 59,1% de las personas entre 15 y 29 años considera que pasa demasiado tiempo en internet. Sin embargo, el impacto no tiene que ver solo con el tiempo, sino con el tipo de contenidos a los que se exponen de manera continuada. Como recordaba Susana Gato, directora de Sostenibilidad de Atresmedia y directora adjunta de la fundación de la misma entidad, «no es lo mismo estar viendo cosas que no aportan nada que estar comunicándote con otras personas, aprendiendo… Hay que delimitar las horas, pero también su uso».

En este contexto, Paula Valle, titular de Bienestar Digital y Protección al Menor de Telefónica, subrayó la importancia de replantear nuestros hábitos digitales y crear espacios donde compartir sin pantallas. Se trata de recuperar el control: decidir cuándo estar disponibles y cuándo desconectar.

Por ello, se hace necesario normalizar momentos de desconexión y avanzar hacia un diseño digital más ético, menos centrado en maximizar el tiempo de permanencia. ¿Cómo podemos conseguirlo? Con educación y a través de herramientas menos invasivas y modelos de consumo más conscientes. Un cambio que requiere colaboración y alianzas para compartir recursos, generar conocimiento y acelerar soluciones con verdadero impacto.

Yolanda Rueda (Cibervoluntarios): «La tecnología nos da el poder de hacer cosas, pero tenemos que ver cómo puede ser útil»

Ese enfoque también empieza a reflejarse en el plano institucional con normativas como la Ley de Servicios Digitales, que reconoce que la esfera virtual es una extensión de nuestra vida social, con los mismos derechos y responsabilidades. Algo necesario en un entorno en el que la frontera entre la vida online y offline se ha desdibujado.

Entornos digitales para romper barreras

Aunque España ha alcanzado una cobertura casi universal de acceso a internet —el 96,8% de los hogares, según los datos del INE—, la brecha digital persiste bajo otras formas más difíciles de detectar. Competencias básicas, acceso a dispositivos adecuados o la capacidad de comprender críticamente el entorno digital son factores que pueden ampliar desigualdades sociales existentes.

La inclusión digital requiere de acompañamiento, formación adaptada y soluciones tecnológicas pensadas desde el diseño universal. Por eso, en palabras de Nacho Rodríguez, director de Comunicación, Relaciones Institucionales y Sostenibilidad de ING, «diseñamos productos que son fáciles de usar y de consumir en Internet, con procesos claros, sencillos y accesibles».

«El nivel de democratización del conocimiento que ha traído la revolución digital no tiene parangón en la historia de la humanidad», subrayó Juan Pedro Moreno, presidente del Consejo Asesor Digitaliza Madrid, pero el verdadero reto está en asegurar que esa transformación no deje atrás a nadie.

Avanzar en inclusión exige estrategias colectivas, espacios de formación y una mirada más humana de la tecnología, que la entienda como herramienta para fortalecer vínculos, no para sustituirlos. En esa línea trabaja la Fundación Cibervoluntarios, que impulsa proyectos como Empodera.org, una plataforma de innovación social apoyada por Naciones Unidas que permite a cualquier persona crear soluciones tecnológicas con impacto positivo en su comunidad. Como explicó Yolanda Rueda, presidenta de la fundación, «la tecnología nos da el poder de hacer cosas, pero tenemos que ver cómo puede ser útil». La clave está en que las personas se conviertan en agentes activos: que utilicen las herramientas digitales para emprender iniciativas sociales, ecológicas o educativas que respondan a necesidades reales de su entorno.

Este enfoque también es el camino que promueve ING a través de su movimiento por un uso más consciente y humano de la tecnología. Un compromiso que trasciende lo individual y busca generar una transformación colectiva, donde el progreso digital no se mida solo en velocidad o conectividad, sino en calidad de vida, vínculos fortalecidos y oportunidades reales para todas las personas. Porque solo así la tecnología podrá cumplir su verdadero propósito: estar al servicio del bienestar común.

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