Cultura

Paquito el Chocolatero o el auge de la cultura popular

Más allá de ser la reina indiscutible de las verbenas, el éxito de Paquito el Chocolatero es un ejemplo de cómo está volviendo a cobrar fuerza la cultura popular. Reivindicada por unos y reapropiada con una nueva visión por otros, lo que antes formaba parte de un universo a rechazar por todo aquel que quisiera ser ‘cool’, es ahora tendencia.

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27
marzo
2023

Todos hemos oído la palabra inglesa folk, en España siendo muy empleado el término folclore y folclórico. Todos estos términos, ya sean ingleses o españoles, provienen o son adaptaciones del alemán volk, que significa «pueblo». Términos asociados y bien conocidos son volksgeist (concepto romántico que remite al «espíritu del pueblo»; algo así como un espíritu nacional) o Volkswagen («coche del pueblo»; fabricante de coches que surge por mediación del nazismo en los años treinta para crear un coche al alcance de todos los alemanes).

Folklore es un término inglés acuñado por el anticuario británico William John Thoms en 1846. Si folk es el pueblo, como hemos visto, lore, significa tradición. De este modo, el folclore español vendría a referir a esas tradiciones del pueblo, lo que también podríamos denominar como cultura popular. La cultura popular sería aquella que brota del pueblo, desde las calles, las villas, sin mediación de una élite profesional, que fabrica o prefabrica.

Al hablar de cultura popular, por otro lado, se suele hacer referencia a productos culturales como aquellos que no cuentan con un autor conocido, como si fuesen el producto de un esfuerzo colectivo. El arte de los trovadores sería popular, al igual que toda mitología, obras como El Cantar del Mío Cid o los cuentos de viejas recopilados por los hermanos Grimm en Alemania (entre ellos Hansel y Gretel, o Blancanieves). De este modo, una obra como El Quijote El buscón, ya no serían consideradas propiamente cultura popular. Esta haría referencia a productos emanados, recitados, escenificados y consumidos por el pueblo o la gente llana.

Naturalmente, la cultura popular ha sido la base de gran parte de la cultura española. No obstante, en el siglo XX, con la introducción de muchas y nuevas tecnologías y modos de distribución más amplios, la cultura popular ha tendido a no cobrar tanto protagonismo como antaño. Si la cultura popular era aquello que la gente vivía respiraba de primera mano, con los nuevos medios de comunicación se daba una intercesión y consumo de productos mucho más «intervenidos».

Dicho esto, definir la cultura popular puede ser complicado. Por poner dos ejemplos, el jazz y el flamenco son géneros musicales que son sumamente apreciados por élites culturales y económicas, a pesar de lo cual, son productos netamente populares, incluso provenientes de entornos marginales. Hay quien entiende hoy que la cultura del pueblo ha de identificarse con productos como el reguetón, Bad Bunny, David Bisbal y otros productos comúnmente considerados como chabacanos. De este modo, se estaría identificando los gustos populares con el llamado «mal gusto» o el horterismo.

No obstante, el jazz y el flamenco o el blues son productos que surgen de zonas económicamente oprimidas, y son folclóricos en sentido estricto. No solo eso, sino que la historia entera del rock –música tradicionalmente muy apreciada por las clases medias y altas– ha sido un producto eminentemente obrero e incluso marginal. Los Beatles provenían de la clase obrera, lo mismo que Jimi Hendrix, los Eagles, James Brown, casi todos los músicos negros de soul, Bruce Springsteen, Jon Bon Jovi, Nirvana, e innumerables otros artistas.

La cultura popular y folclórica ha cobrado nueva vida al ser revalorizado en el imaginario popular por muy distintas vías

Aun así, parece que cuando hablamos de folclore y música popular nos referimos a otra cosa: cosas como, por ejemplo, Paquito el Chocolatero, pasodoble compuesto en 1937 y estrenado en las fiestas de Moros y Cristianos de Cocentaina, pueblo de su autor, Gustavo Pascual Falcó. En las últimas décadas este tipo de música tan «de la tierra», tan inmediata, era rechazada por la gente que aspiraba a ser cool, distinguida o snob, siempre interesada en músicas y artes anglosajonas.

Sin embargo, en los últimos tiempos parece haber un retorno a lo cañí, más bien por vía de la ironía. Un paradigma estético que se nutre de la cultura popular, dándole un par de vueltas irónicas. Este es el caso del último disco de C Tangana, cuyo último disco, El madrileño, ha tenido mucho éxito, donde hace uso de cantaores flamencos y estéticas populares para vender algo que hoy algunos estiman como novedoso. También figuras como Lola Flores están siendo reivindicadas, en este caso no ya irónicamente, relacionándola en el mundo de la cultura, quizás de modo algo forzado, con figuras de actualidad como Rosalía o, de nuevo, C Tangana.

Al igual que en los ochenta y noventa llamar a una hija Manuela era considerado algo propio de gente pueblerina, para luego pasar a ser considerado algo molón, al ser dicho nombre empleado con cierta ironía y distanciamiento cool, hoy estéticas folclóricas, antaño más propias del ¡Hola! y las fiestas de pueblo, han cobrado una nueva relevancia por medio de cierto distanciamiento y reciclaje irónico. Digamos que la cultura popular y folclórica ha cobrado nueva vida al ser revalorizado en el imaginario popular por muy distintas vías.

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