Pensamiento

¿Qué es la verdad? Siete definiciones desde la filosofía

El propio concepto de verdad cuenta con tantos matices y variedades como explicaciones.

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04
septiembre
2024

Según el diccionario Merriam-Webster, la verdad es «la coincidencia entre una afirmación y los hechos, o la realidad a la que dicha afirmación se refiere». Esta es la tradicional definición de verdad sustentada en una concordancia entre la representación mental-verbal y la realidad externa. De este modo, la verdad implicaría una relación entre el pensamiento de un sujeto (una inteligencia) y un objeto (realidad material). Aun así, el propio concepto de verdad cuenta con tantos matices y variedades como explicaciones, por lo que no puede reducirse a una definición única.

En el caso de Sócrates, la verdad se identifica con el bien moral. Esto implica que quien conoce la verdad, necesariamente actuará moralmente. De hecho, el conocimiento era, para él, un bien moral en sí mismo. Afirmó por eso que «solo hay un bien, el conocimiento, y un mal, la ignorancia». Sócrates estimaba que era mejor hacer el mal con conocimiento, que hacerlo por ignorancia (algo que Aristóteles rechazó posteriormente como una falsedad autoevidente). Por otro lado, el filósofo ateniense trataba de hallar la verdad por medio de la mayéutica, una técnica que consistía en conversar con otro hasta alcanzar la certitud de un postulado por medio de argumentos y contraargumentos. El término mayéutica está etimológicamente vinculado a conceptos como «obstetricia», «ayudar a dar a luz» o «partear». Es por ello que Sócrates se consideraba una especie de partera de la verdad: ayudaba a parir la verdad por medio del diálogo con otros, diálogo que encerraba una dialéctica.

Para Platón, discípulo de Sócrates, la verdad es el bien, también emparentado directamente con la felicidad. Aquí entra también la virtud, que es para él «lo que se razona». Como vemos, su definición es en cierto sentido similar a la de Sócrates, solo que, en el caso de Platón, este hace referencia a un mundo de las ideas (aquel al que Sócrates accedía por medio de la mayéutica; siempre según Platón). De acuerdo con la teoría platónica, la verdad sería atributo esencial de las ideas en contraste con las cosas sensibles, que representan meros reflejos del mundo de las ideas (reino de las cosas en sí). En Platón, el principio rector y verdad última de las ideas es la idea del Bien. De este modo, alcanzar la verdad, para dicho filósofo, consiste en acercarse al mundo de las ideas, que trasciende toda realidad material y palpable.

Sócrates se consideraba una especie de partera de la verdad: ayudaba a parir la verdad por medio del diálogo, que encerraba una dialéctica

Es Santo Tomás de Aquino quien hace cristalizar la noción de verdad hoy dominante (aquella presente en la definición del diccionario Merriam-Webster antes mentada). Para él, la verdad representaría una relación de correspondencia entre el entendimiento y la cosa, entre el sujeto y el objeto. Esta es la verdad como adaequatio. En Santo Tomás, el ente (u objeto) es verdadero en relación con el entendimiento divino, que es su creador. A su vez, el entendimiento humano es verdadero siempre que se ajuste a lo que la cosa es (puesto que esta ha sido creada por Dios). Ya a finales del siglo XVIII, Kant emplea esta misma concepción cuando afirma que la verdad es una adecuación entre una proposición, por un lado, y un evento espacio-temporal, por otro.

Sin embargo, hemos de decir que esta verdad es intersubjetiva (subjetividad compartida) puesto que no hay acceso a una verdad absoluta. En Kant, resulta imposible conocer cómo son las cosas en sí mismas, más allá del filtro que representan nuestros aparatos cognitivos. Para ilustrar algo recurrimos a nuestra percepción del mundo sensible y a la imagen que de él nos hacemos como animales que somos. Imaginemos una rosa roja. ¿De qué color ve una mosca dicha flor? La percepción visual que una mosca tiene de la rosa es distinta de la nuestra. También su olor, textura, tamaño. Todas esas cualidades de la flor están condicionadas por el aparato cognitivo de la mosca, del ser humano, del perro, del microorganismo. Las abejas, por poner un ejemplo, no perciben el color rojo. Una rosa «roja» sería para ellas azul oscura. Los perros, por su parte, perciben el mundo en tonos amarillos y azules. Es decir, que el mismo objeto (la flor) es muy diferente dependiendo de quién lo percibe. ¿Cómo es la flor en sí misma, independientemente de nuestros sentidos? No lo sabemos; esa «realidad en sí» será para nosotros siempre una incógnita. Lo cierto es que a partir de esta debilidad a la hora de conocer señalada por Kant derivan muchísimas teorías (filosóficas, sociológicas, antropológicas, políticas) que desembocan en la visión constructivista de la actual posmodernidad y el pensamiento llamado woke, según el cual, todo es relativo-subjetivo. Hablamos de un pensamiento que excluye las verdades en sí.

Para Nietzsche la verdad ya ni siquiera existe, es una ilusión o error útil, una falsedad que sirve a la supervivencia de la especie

En el caso de Nietzsche, filósofo posterior, la verdad ya ni siquiera existe, es una ilusión o error útil, una falsedad que sirve a la supervivencia de la especie. Esto podríamos aplicarlo a las culturas, como hace el antropólogo neokantiano Franz Boas: cada cultura contaría con una verdad, puesto que esa verdad resultaría útil para la supervivencia de la tribu, la nación, etc. La definición nietzscheana de verdad es un desarrollo del principio kantiano antes referido, y halla sus raíces, también, en el positivismo y el evolucionismo biologicista: la especie necesitaría de ciertas verdades colectivas como herramientas para su desarrollo y supervivencia, al igual que cuenta con determinados rasgos físicos (garras, colmillos, tono de piel, et.c) que favorecen la conservación y propagación de la especie.

Algunas décadas después de Nietzsche, el filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein establece que la verdad no existe fuera del mundo de las matemáticas. Es decir, que este filósofo rechazaría la verdad como adaequatio, puesto que la verdad existiría tan solo en el seno del mundo teórico, nunca en relación con el reino físico o sensible. En Wittgenstein, la verdad o falta de ella solo es accesible dentro de un constructo axiomático o sistema axiomático formal. Sin duda, podríamos vincular esta noción de verdad a la de Platón, según la cual, la verdad existe verdaderamente solo en el mundo de las ideas, no en el medio sensible. La lógica y la matemática serían, pues, los reinos más próximos a eso que Platón denominó «mundo de las ideas», ya que, a pesar de ser aplicables al mundo físico, cuentan con su propia lógica, estructuras y reglas internas, sumamente claras y perfectas. Digamos que lógica y matemática representan para el mundo actual universos eidéticos en sí mismos.

Para terminar, hablaremos de Foucault, quien radicaliza las ideas de Nietzsche y establece que la verdad es un constructo social, de nuevo, una falsedad útil; en este caso, particularmente útil para el poder o los poderosos. Esta verdad favorable a los intereses del poder se vería reforzada por la sociedad en todos los planos (ya fuese por agentes sociales pertenecientes a altos o bajos estamentos) a través de la vigilancia y el castigo. Es decir, que aquellos que transgrediesen ciertos sistemas de conocimiento pagarían las consecuencias, como, de hecho, ocurre a menudo. Hoy en día, sin ir más lejos, negar ciertas «verdades» o contradecirlas puede acarrear el boicot, cancelación o acoso por parte de masas de personas que operan, sobre todo, en el ámbito de las redes sociales, internet y el mundo digital.

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