Pensamiento

Los tres estadios del alma según Platón

Platón consideraba que el alma estaba divida en tres partes, y que cada una de ellas habitaba en un lugar el cuerpo. El filósofo griego recogió en ‘La República’ su teoría sobre cómo crear un Estado ideal, basándose en una noción de justicia que tenía mucho que ver con la organización del alma humana.

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14
mayo
2024

El diálogo es la base del conocimiento. Así, al menos, lo creía Platón, quien en sus diálogos desarrolló su teoría filosófica a través de la mayéutica, creada por Sócrates, en la que el maestro enseñaba sus conocimientos al alumno a través de un intercambio de preguntas. No en vano, la palabra «mayéutica» se refiere originalmente a la asistencia en el parto: el pupilo da a luz a sus ideas a través de un diálogo guiado con el maestro.

En sus textos, como si de una obra de teatro se tratase, Platón presenta a todo un plantel de personajes que debaten en vivo sobre la página y alumbran conocimiento mutuo, un diálogo al que el lector asiste asombrado al ver cómo las luces se van encendiendo una detrás de otra. Los textos platónicos consiguen recoger la viveza y la lucidez de la conversación espontánea de los sabios. Volviendo a la etimología, no podemos obviar la de «diálogo», que significa «la palabra a través». Esta parece haber sido la máxima principal de Platón a la hora de transmitir su filosofía: el hacernos ver que el pensamiento, si viaja y se comparte, es más prolífico que si se tiene a solas.

Quizás el diálogo más conocido de Platón sea La República, una obra que, entre muchos otros temas, trata de dilucidar qué es exactamente la justicia y cómo podemos llegar a ella como individuos y como sociedad. Si nos atreviéramos a intentar reducir todas las reflexiones a propósito de este tema en unas pocas palabras, diríamos que, esencialmente, la justicia es una cuestión de equilibrios, de armonía. Uno de los ejemplos más conocidos para explicar esta reflexión es la teoría de las tres partes del alma, desarrollada por el pensador en el IV libro de La República.

Los antiguos solían entender la psique como una parte más de nuestra identidad: los afectos y sentimientos del ser humano tenían cada uno su lugar en el cuerpo, como un órgano más. De esta manera, si Platón consideraba que el alma estaba divida en tres partes, también pensaba que cada una de ellas habitaba en una parte del cuerpo. Las tres partes del alma según el filósofo son el logos o logistikon, localizado en la cabeza; el thymos o thumoeides, que estaba en el tórax; y el eros o epithumetikon, que actuaba desde el estómago.

Las tres partes del alma según el filósofo son el logos, el thymos y el eros

Además de una localización propia, cada una de estas partes se encargaría de «dirigir» cada uno de los tres grandes terrenos de la psique. El thymos se relaciona con las emociones, y el eros con los apetitos del cuerpo y del alma y en general con el deseo tanto natural (la sed, el hambre) como antinatural (dinero, reconocimiento). En el caso del logos, su responsabilidad es controlar lo racional, es decir, está encargado de templar a las otras dos partes a través del amor por la verdad, gobernándolas desde la igualdad.

La buena convivencia entre estas tres partes –que, aunque lideradas por el logos, deben considerarse como equitativas— va ligada a la idea de moderación que después recogerán filósofos como Aristóteles o los estoicos. El límite está donde acaba cada una de las partes, y debe ser respetado a toda costa para que no haya desequilibrios en la psique. Como en la música, la armonía consigue que cada parte cumpla su función: «Se hace amigo de sí mismo y pone de acuerdo sus tres elementos exactamente como los tres términos de la armonía, el de la cuerda grave, el de la alta, el de la media y cualquier otro que pueda haber entremedio», afirma Platón.

En La República, el filósofo también comparaba ese equilibrio de las tres partes del alma con la armonía entre las tres partes que conforman una sociedad: los gobernantes, los militares y los ciudadanos. Tanto para el alma como para la ciudad, lo que debe primar es la justicia, que no es otra cosa que garantizar que cada una de sus partes tenga su espacio y sus límites bien definidos, sin que ninguna prime sobre las demás. Cada uno debe cuidar sus intereses sin perjudicar a los del resto, y descuidar el alma y a los ciudadanos hasta el punto en que una parte de ellos tenga más poder que los otros Platón lo define inequívocamente como injusticia.

¿No es el respeto por la libertad ajena la premisa básica de cualquier sociedad democrática? Este necesario respeto hace que la única manera de llegar a la justicia sea la misma práctica que Platón llevaba a cabo para alcanzar el conocimiento: el diálogo libre y fluido. Estas tres partes, igual que los filósofos, deben dialogar entre sí para llegar a un entendimiento que nos permita vivir en armonía.

La conversación respetuosa es la única manera de contrastar necesidades y voluntades y de alumbrar conocimiento, tan necesario para el buen gobierno de la mente y del Estado. «El alma del que apetece algo, […] en cuanto quiere que se le entregue, se da asentimiento a sí misma, como si alguien le preguntara», afirma el filósofo en La República: este hablar sin tapujos y desde el más absoluto respeto por los límites de los demás, pidiendo permiso y consultando cada decisión, es la clave según Platón para llegar a vivir (y a ser gobernados) en el mejor de los mundos posibles.

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