Sociedad

Ludwig Wittgenstein: lenguaje, pensamiento y realidad

El filósofo vienés dedicó su vida al estudio de la lógica y la filosofía transformando ambas disciplinas y llegando a ser considerado el padre de la filosofía analítica. Su obra, de plena vigencia, revolucionó el campo de la filosofía del lenguaje.

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13
agosto
2024
Fotografías del álbum familiar, de arriba a la izquierda a abajo a la derecha: las hermanas Gretl, Helene y Hermine, y Ludwig Wittgenstein.

«Sobre aquello de lo que no se puede hablar se debe guardar silencio». Con este último aforismo, Ludwig Wittgenstein cerró la primera de sus dos grandes obras, el Tractatus logico-philosophicus. Inquieto, deseoso de paz para reflexionar y volcado en el estudio de la lógica, el filósofo austrohúngaro esbozó el intento inefable de abarcar la filosofía en su totalidad. Aunque no consiguió este propósito, su legado es hoy clave en la discusión y en el desarrollo de múltiples campos de la filosofía, desde la epistemología hasta la filosofía del lenguaje.

Wittgenstein nació en Viena en 1889, en el seno de una de las familias más adineradas del mundo en aquel momento. Sus padres eran amantes de la música, una pasión que transmitieron a sus hijos (Ludwig tenía tres hermanas y cuatro hermanos, tres de los cuales se suicidaron), quienes aprendieron a tocar instrumentos e incluso se dedicaron profesionalmente a este arte, como fue el caso de Paul, uno de los hermanos del filósofo, pianista de fama internacional.

El temprano contacto con el rico ambiente intelectual vienés del imperio austrohúngaro ofreció un abanico de intereses para el joven. Tras formarse en Linz, el futuro pensador se decantó por la ingeniería. Su traslado a Gran Bretaña para estudiar en la Universidad de Manchester amplió su toma de contacto con otras disciplinas en efervescencia en el país. Después del desarrollo de mejoras en motores aeronáuticos decidió estudiar matemáticas en Cambridge, siendo admitido en el Trinity College y donde pudo entablar contacto con la lógica, la filosofía y algunas de las otras grandes mentes de su tiempo, como Bertrand Russell, John M. Keynes o George A. Moore, entre otros.

En 1919 renunció a su parte de la herencia en favor de sus hermanas: quería dedicarse exclusivamente a la filosofía

La Gran Guerra desplegó su violencia sobre el continente europeo. Wittgenstein se alistó como soldado del imperio austrohúngaro. Durante su estancia en el ejército mantuvo intacta su necesidad de aislamiento para reflexionar y desarrollar su futuro pensamiento filosófico, en especial durante los dos años que pasó encarcelado en Italia, tras ser capturado durante la guerra. En 1919 renunció a su parte de la herencia en favor de sus hermanas: quería dedicarse exclusivamente a la filosofía.

Lenguaje, conocimiento y silencio

Al poco tiempo de ser liberado publicó la primera de sus dos grandes obras y la más nombrada del autor, el Tractatus logico-philosophicus. El Tractatus es un ensayo de singular belleza que concentra un pensamiento fraguado con serenidad, la misma que buscó reiteradamente el autor austrohúngaro durante su vida. Está compuesto por una sucesión encadenada de breves fragmentos donde despliega su estudio de la lógica para luego enfocarse en la naturaleza, el rol y el alcance del lenguaje en su capacidad para describir el mundo.

Para Wittgenstein, la filosofía es un método analítico tanto lingüístico como conceptual. Bajo su perspectiva, el mundo, como el lenguaje, está formado por estructuras complejas que pueden descomponerse en otras más simples según se las somete a análisis. El lenguaje, por tanto, se comporta como una obra pictórica respecto de la realidad, una representación infiel de lo inteligible, dando lugar a proposiciones verdaderas o falsas respecto a la propia realidad, a la distorsión referencial, a la más que probable imposibilidad de representar una forma lógica. Esta es la conocida como «escalera de Wittgenstein».

La relación entre realidad, lenguaje y pensamiento es directa para el vienés: los límites del lenguaje son los de la propia posibilidad epistémica. Asimismo, el mundo que conocemos es uno de entre los posibles, si bien se puede estudiar, como las propias reglas del lenguaje, mediante la lógica.

El Tractatus, como obra vertebral del «primer Wittgenstein», fue acogido entre loas y críticas. El vienés había concebido este trabajo como una atención universal a los problemas de la filosofía. En los años posteriores, el pensador siguió trabajando en la revisión de su opera prima edificando la revisión de su propio trabajo. Ocho años después de la publicación del Tractatus, en 1929, escribió Algunos comentarios sobre lógica formal. Durante sus clases, al margen de ellas y mientras conservó la cátedra de filosofía que heredó de George Moore en Cambridge, escribió los llamados cuadernos Azul y Marrón, con anotaciones y pensamientos donde desplegó tanto correcciones a su Tractatus como la continuidad de su investigación.

El «segundo Wittgenstein» y su final

Fruto de este esfuerzo nació Investigaciones filosóficas, su otra obra capital y la gran representante del considerado el «segundo Wittgenstein» por los estudios de su vida y pensamiento. Si el Tractatus se apoya en breves proposiciones siguiendo el estilo formal de la lógica matemática, las Investigaciones filosóficas utilizan una especie de mayéutica para imbuir al lector en la propia investigación y pensamiento del autor. La idea de Wittgenstein era trascender los propios límites del lenguaje haciendo partícipe al receptor de sus ideas, es decir, intentando que la filosofía surja en cada persona, en vez de limitarse a una discusión.

La lógica, la filosofía del lenguaje y de la mente y disciplinas como la epistemología no serían hoy las mismas sin sus contribuciones

En estas obras, Wittgenstein introduce el concepto de «juegos del lenguaje» y explora campos como la filosofía de la mente y la semántica. Por ejemplo, el significado de las palabras y las consecuencias lógicas de las diversas maneras de generar estructuras lingüísticas para describir la realidad. Nociones como la de «verdad» quedarían restringidas, por tanto, al ámbito del propio lenguaje.

Tras retirarse de la docencia, Ludwig Wittgenstein falleció de cáncer en 1951. Cuando la muerte le alcanzó se encontraba escribiendo en ensayo Sobre la certeza. La lógica, la filosofía del lenguaje y de la mente y disciplinas como la epistemología no serían hoy las mismas sin las contribuciones de aquel hombre, con apariencia algo exaltada, que pidió como último favor que se hiciera saber que había tenido una vida maravillosa.

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