Medio Ambiente
Patagonia, destino sostenible en el fin del mundo
Según Lonely Planet, esta región austral, compartida por Chile y Argentina, reúne múltiples cualidades que la convierten en un lugar responsable con el medio ambiente y con las comunidades locales.
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Algunos destinos turísticos se han convertido en lugares por los que discurren grandes masas de gente en busca del mismo fin: observar y fotografiar esa maravilla que, al parecer, no se encuentra en ningún otro sitio. Venecia, París, el Caribe o las islas Cíes son solo algunos ejemplos de territorios en los que la masificación ha generado desperfectos en monumentos, estructuras y espacios naturales.
Por este motivo, cada vez son más quienes prefieren decantarse por destinos turísticos sostenibles con el entorno. Y en uno de los primeros puestos, al menos según la famosa guía de viajes Lonely Planet, se sitúa la Patagonia, que abarca parte de Argentina y de Chile. La región sudamericana ha sido pionera en políticas de conservación ambiental y en la promoción del turismo respetuoso con el medio ambiente. Sus principales atractivos son sus majestuosos paisajes naturales, como glaciares, fiordos, bosques y estepas, así como su exuberante fauna, compuesta de pumas, gatos salvajes, ballenas y pingüinos, entre otras especies.
Los icónicos Parques Nacionales Torres del Paine y Laguna San Rafael pertenecen a la parte chilena de este territorio. Precisamente, Chile ha invertido grandes esfuerzos en preservar la naturaleza patagónica incluyendo gran parte de la región en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas. Esta acción supone también la implementación de programas de conservación de especies en peligro de extinción, así como la reforestación, el impulso del reciclaje y el desarrollo de actividades de educación ambiental.
Chile está impulsando el turismo rural comunitario a través de cooperativas locales
Y es que, aunque aquí el turismo supone una rentabilidad económica incuestionable, en Chile son conscientes de que si no se toman medidas preventivas, el deterioro del territorio sería irreversible. Por ello, uno de los objetivos principales pasa por reducir al máximo el impacto de las miles de visitas y por involucrar todo lo posible a las comunidades locales. Incluso existen zonas en las que se ha apostado por el turismo rural comunitario a través de la creación de cooperativas locales integradas por vecinos y vecinas.
Muchos hoteles y operadores turísticos patagónicos han adoptado prácticas ecológicas como las energías renovables, la reducción de residuos y la conservación del agua. Además, existen numerosas iniciativas de turismo indígena para revalorizar las tradiciones de pueblos originarios como los kawésqar y aónikenk. Lo importante es que estas acciones se lleven a cabo implicando a las comunidades, es decir, que estén involucradas en el desarrollo de las acciones estratégicas, incorporando su visión de cómo quieren ser vistas y transmitiendo su mensaje a quienes las visitan.
En el lado argentino, se están llevando a cabo acciones similares. Precisamente, en el denominado Parque Patagonia, la Fundación Rewilding Argentina está trabajando junto a la Fundación Freyja para recuperar especies fundamentales de la estepa patagónica, empleando el monitoreo, la restauración de ambientes, erradicando especies invasoras y apostando por la divulgación. El trabajo con las comunidades se ha vuelto también prioritario, generando además nuevas economías y turismo de naturaleza de baja escala, nutrido con las aportaciones del conocimiento local.
La relación entre el turismo y el cuidado del medio ambiente está cobrando cada vez más relevancia. Y no es para menos. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación y la degradación física de los territorios son tres problemas ambientales derivados del turismo. Sin duda, se trata de una actividad económicamente impactante, pero también ecológica y socialmente perjudicial. El modelo turístico tradicional necesita una revisión para que la pasión por conocer lugares no suponga, paradójicamente, la destrucción de los mismos. Así, la idea de lograr desarrollar turísticamente la región en conjunto con diversos actores parece la mejor fórmula para garantizar un turismo sostenible.
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