Siglo XXI

Destino, turismo sostenible

La industria turística se enfrenta a retos ambientales, económicos y sociales en su búsqueda de la sostenibilidad. Sin embargo, el mercado parece estar moviéndose hacia una necesaria reconversión, con tendencias turísticas que se muestran más responsables y verdes.

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26
julio
2023

Comienzos de este mismo verano. «Ivan + Hayley 23», dice un mensaje tallado recientemente en una de las paredes del Coliseo romano. Tras sonreír a la cámara mientras grababa su nombre y el de su pareja en uno de los patrimonios de la Humanidad —y posteriormente ser identificado por las autoridades italianas—, el turista británico implicado pidió disculpas alegando que no se había enterado de la antigüedad del edificio.

Si bien es cierto que con la llegada del covid-19 la industria turística se paralizó, las cifras de la Organización Mundial del Turismo (OMT) muestran que su recuperación no ha sido nada desdeñable, con todos los retos que esto conlleva. En 2022, viajaron 963 millones de turistas y, ante los resultados del primer trimestre de 2023, es probable que las llegadas internacionales alcancen el 80% a 95% de los niveles prepandémicos.

Esto significa cientos y cientos de millones de turistas consumiendo agua, energía, recursos, transportándose y, en general, emitiendo gases de efecto invernadero. De acuerdo con datos de la OMT, solo en 2019 la actividad turística generó 665 millones de toneladas de CO2. Para 2030, se estima que las emisiones de CO2 producidas por el turismo correspondientes al transporte aumenten un 25% con respecto a los niveles de 2016.

No cabe duda de que el turismo impacta sobre el medio ambiente. No solo por el inmenso gasto de agua, particularmente grave en destinos de sol y playa con escasez hídrica, sino también por su contaminación, un fenómeno que suele incrementarse en temporada alta, con bolsas, botellas y basura que se acumulan en las playas y los ríos y afectan a los ecosistemas. El turismo masivo es muchas veces el responsable de la erosión del suelo en los parques naturales, además de la alteración del comportamiento de la fauna local, sobre todo cuando los turistas les dan de comer a animales silvestres o los persiguen para capturar fotografías de cerca.

Sara Mestre: «La sostenibilidad turística va más allá de la preservación medioambiental»

Sin embargo, como afirma Sara Mestre, consultora en Turismo y Cultura del Centro Tecnológico Eurecat, «la sostenibilidad turística va más allá de la preservación medioambiental». Esta debe incluir las perspectivas socioculturales y económicas, por lo cual «los retos que debe afrontar el sector están vinculados, explícitamente, al modelo turístico y a su cadena de valor». «La diversificación de productos turísticos, la minimización de la desestacionalización o la desconcentración de la demanda son algunos de los objetivos a alcanzar», dice Mestre.

Lo cierto es que la turistificación puede tener un impacto negativo sobre la cultura local y el patrimonio —y lo que ocurrió en el Coliseo de Roma es un ejemplo—. La masificación turística en lugares donde los visitantes pueden fácilmente doblar o triplicar —e incluso más— a la población local puede desatar turismofobia, como ha sucedido en Barcelona, Venecia, Sevilla o San Sebastián. Además, el sobreturismo puede llevar al alza especulativa de los precios del alquiler y a la subsiguiente «expulsión» de la población local.

Por ello, las consecuencias negativas del turismo pueden tener muchas aristas. Según Tom Kucharz, portavoz de Ecologistas en Acción, «el impacto socioecológico ha sido tremendo; por ejemplo, el turismo del litoral mediterráneo y canario ha producido la gentrificación de estos territorios y la dependencia total de su economía del turismo».

¿Cambio de dirección?

Aun así, el turismo está dando señales de que se está produciendo un cambio. Según Booking.com, el 73% de su comunidad viajera tiene mayor predisposición a reservar un alojamiento que haya implementado prácticas sostenibles. Aunque se ha estado hablando de ecoturismo o de turismo rural desde ya hace años, el consumo está abriéndose nuevos caminos, en especial entre los jóvenes.  Se unen a nuevas formas de viajar, como con el turismo de voluntariado, en el que participan activamente en proyectos socioambientales del lugar de destino, y el turismo colaborativo, que impulsa el alojamiento y los coches compartidos.

Por otro lado, el turismo de proximidad propone la posibilidad de mitigar la huella ambiental del transporte, además de que fomenta el desarrollo local. Asimismo, el turismo regenerativo permite reducir el impacto a la vez que restaurar los territorios visitados, como con la limpieza de playas y bosques.

El 73% de los viajeros, según Booking, ya están más predispuestos a reservar un alojamiento que haya implementado prácticas sostenibles

Aunque probablemente la tendencia más rompedora es el llamado turismo slow. Este, a diferencia de los viajes tradicionales que se extienden durante pocos días, «se caracteriza por la integración del viajero en el destino estableciendo una conexión con su gente, cultura y tradiciones», apunta Mestre. «En otras palabras, parte de la idea del impacto emocional y de aprendizaje que supone viajar y, por lo tanto, prioriza una experiencia más profunda con el deseo de adentrarse en la cultura local y el estilo de vida, sin prisas, a la vez que reduce la movilidad y los desplazamientos durante el viaje», según explica la experta.

Ida y vuelta

Precisamente, la hipomovilidad es una de las medidas que propone Ecologistas en Acción para que las iniciativas de turismo sostenible no se queden en mero «lavado verde», en greenwashing. La oenegé recomienda reducir drásticamente la llegada de turistas del extranjero, limitar la llegada de cruceros, apostar por el turismo local y la movilidad centrada en trenes o medios públicos, así como la deconstrucción de infraestructura turística en las costas.

Pero, como en todo cambio de modelo, el giro hacia la sostenibilidad requiere «programas de educación y concientización para educar a las comunidades locales, los operadores turísticos y los turistas sobre los impactos potenciales de sus acciones», tal como explica Lori Pennington-Gray, directora del Centro para la Excelencia en Turismo y Desarrollo Económico de la Universidad de Carolina del Sur. En cuanto a prácticas concretas, los turistas deberían evitar el consumo de plásticos de un solo uso, renunciar al cambio diario de toallas y sábanas en los hoteles para ahorrar agua, potenciar la compra local, optar por operadores turísticos y alojamientos éticos, y, en general, intentar dejar el menor rastro posible.

El 14,6% de la economía española y el 14,4% de sus puestos de trabajo dependen de la industria del turismo

Y las empresas no pueden quedarse atrás. De acuerdo con un informe reciente del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés), para 2023 el turismo en España contribuirá al PIB con 194.000 millones de euros, un 3,2% más que en 2019. Al cierre de este año, el sector representará el 14,6% de la economía nacional, además del 14,4% de los puestos de trabajo. Se estima que, para 2033, emplee a más de 3,5 millones de personas en el país. Queda claro entonces que el sector turístico deberá ofrecer condiciones laborales dignas, además de invertir en el uso de materiales de mayor calidad y aislamiento y medidas para el reaprovechamiento del agua.

Como segundo país más visitado del mundo, España se enfrenta a los retos del sobreturismo, que no solo impacta sobre la biodiversidad y la vida local, sino que se agrava en coyunturas de estrés hídrico. Por eso, tanto la oferta como la demanda deben transformarse para hacer que los viajes sean más verdes: la sostenibilidad en el turismo es un viaje de ida y vuelta.

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