Medio Ambiente
La vuelta del oso
La población de osos del Pirineo ha llegado a su máximo de ejemplares en un siglo. Este crecimiento implica que esta especie protegida ha evitado el evidente riesgo de extinción a que se veía abocada no hace mucho.
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El oso pardo estuvo muy cerca de desaparecer de las zonas pirenaicas. Tanto que, en 1996, quedaba únicamente un reducto formado por cuatro machos y una hembra. Estos ejemplares subsistían en un pequeño perímetro occidental situado entre Francia, Aragón y Navarra. Si la situación era complicada para los plantígrados, cuando esa única hembra fue abatida por unos cazadores acabó por condenarse a la extinción en la cordillera a esta especie.
Si pensamos que el oso pardo habita en los Pirineos desde hace casi un millón de años –y que a principios del siglo pasado vivían en la zona entre 200 y 300 ejemplares–, no podemos dejar de cuestionarnos cómo se llegó, en apenas cien años, a una situación tan dramática. Lo que parecía lamentable crónica de una muerte anunciada fue desarrollándose a lo largo de la centuria debido, principalmente, a la caza furtiva y el uso de venenos. Un exterminio en toda regla.
Sin embargo, en pocos años, la especie no solo ha logrado sobrevivir, sino que mantiene un crecimiento sostenido de ejemplares. A primeros de este año, un informe del Grupo de Seguimiento Transfronterizo del Oso en los Pirineos (GSTOP) detallaba las actuaciones llevadas a cabo para lograr la conservación de la especie en la zona, y concluía que en 2022 la poblaban un mínimo de 76 ejemplares de oso pardo.
Y esta recuperación de la especie comenzó justamente en 1996, cuando se veía abocada a la absoluta desaparición. Aquel mismo año, se reintrodujeron dos ejemplares de hembra provenientes de Eslovenia. Una de estas fue, nuevamente, abatida por los cazadores. Pero se redoblaron esfuerzos y se introdujeron nuevos ejemplares en la zona. A la vez, se dio luz verde a las primeras ayudas europeas, a través de los fondos del Programa Life, único instrumento financiero de la Unión Europea dedicado en exclusiva al medio ambiente y la acción por el clima.
La introducción de dos femias de oso eslovenas fue el primer paso para recuperar la especie
Desde entonces, se ha desarrollado un programa sostenido de introducción de nuevos ejemplares, todos ellos provenientes de la zona eslovena por contar con características más similares a los pobladores originales del Pirineo. Más incluso que el oso pardo de la cordillera cantábrica, donde su permanencia está asegurada desde hace años.
Los esfuerzos para lograr la recuperación de la especie en la zona pirenaica han sido constantes. Lamentablemente, la caza furtiva ha continuado y ha hecho que dicha recuperación mantenga unos ritmos más bajos de lo esperado.
Históricamente, se ha mantenido una dura pugna entre partidarios y detractores de la presencia del oso pardo en los Pirineos. En el bando de quienes no desean dicha presencia han estado siempre numerosos ganaderos, que culpan al animal del ataque a los rebaños y la muerte de aquellos animales con cuya crianza ellos desarrollan su trabajo y mantienen la economía familiar. Cada cierto tiempo aparecen noticias de ovejas atacadas por osos y se encienden las alarmas. En el otro bando, asociaciones ecologistas y las propias autoridades, convencidas de la necesidad de mantener en la zona una especie que siempre ha formado parte de su ecosistema.
La solución para la convivencia entre los osos y los humanos radica en lograr un aumento de la inspección y seguimiento de los ejemplares de plantígrados que habitan la cordillera, así como el establecimiento de un sistema controlado de indemnización a los ganaderos que puedan verse afectados por el ataque de osos a sus rebaños. De esta manera, se restablece el equilibrio del ecosistema y se vela por el desarrollo socioeconómico de las comunidades rurales.
En dichas labores de seguimiento se aplican los miembros del GSTOP, representantes tanto de departamentos medioambientales como de los gobiernos de Cataluña, Aragón, Navarra, Andorra y Francia. Asimismo, estos han sido en todo momento apoyados por distintas asociaciones conservacionistas, como la Fundación Oso Pardo. El esfuerzo no ha sido en vano, y la reintroducción del oso en los Pirineos cuenta ya, también, con el apoyo de la población autóctona. Esto es lo que está permitiendo la evidente recuperación de una especie que se veía condenada a la extinción.
Los datos de análisis del GSTOP muestran un crecimiento sostenido y progresivo que tiene todos los visos de consolidar definitivamente la permanencia de una especie clave para el equilibrio del ecosistema en la zona y para el mantenimiento de una necesaria biodiversidad. En 2018 se registraron 52 ejemplares, 59 en 2019, 68 en 2020 y 70 en 2021. Los 76 ejemplares actuales permiten el optimismo.
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