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Medio Ambiente

El calentamiento de los océanos

En los últimos 20 años, el ritmo de calentamiento de los océanos se ha duplicado. Y esto tiene consecuencias: está alterando la biodiversidad, impactando en las tormentas, en las sequías y acelerando la subida del nivel del mar.

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26
agosto
2025

La isla de Toralla es una de las más reconocibles del skyline vigués, una isla privada con un edificio gigantesco que rompe con el resto de la imagen de la costa. Mucho más discreto para quien observa desde la ría es el centro en el que se investiga sobre los océanos. El pasado mes de julio, mientras los veraneantes gozaban del sol en el Atlántico, los científicos de la Universidade de Vigo analizaron cómo las altas temperaturas están cambiando el océano.

«Lo que se está estudiando en los experimentos en Vigo es el efecto de las olas de calor marinas sobre la comunidad planctónica, los microorganismos que viven en el agua de mar y que suponen la base de la red trófica marina», apunta José González Fernández, responsable de la Unidad de Oceanografía del Centro de Investigación Marina (CIM) de la Universidade de Vigo. «Tanto la frecuencia como la intensidad de las olas de calor marinas está aumentando, lo que significa que cada vez tendremos que enfrentarnos más a menudo a este fenómeno y que sus consecuencias serán mayores por su mayor duración», explica. Justo en el mes de junio, la ría de Vigo había vivido una de las olas de calor más largas que se han registrado.

La ría de Vigo es solo un ejemplo de lo que ocurre a nivel global. Como concluía en 2024 el Informe sobre el Estado del Océano de la Unesco, el ritmo de calentamiento oceánico se ha duplicado en los últimos 20 años. «La alteración del clima está teniendo un impacto cada vez más grave en el estado de los océanos. Temperatura, acidificación, nivel del mar: todas las alarmas están sonando», advertía en la presentación de resultados Audrey Azoulay, directora general del organismo.

Otro estudio, de científicos de la Universidad de Reading, señaló a principios de 2025 que se había pasado de un ritmo de calentamiento de los océanos de 0,06 grados por década a finales de los años 80 a uno actual de 0,27 grados por década, cuatro veces más.

Se ha pasado de un ritmo de calentamiento de 0,06 grados a 0,27 grados por década

El calor extremo del pasado mes de junio dejó también récords de temperaturas marinas en España. «En especial en el Mediterráneo, aunque el Cantábrico Oriental no se queda atrás en anomalías térmicas», confirma Mar Gómez, doctora en Físicas y responsable del área de meteorología de eltiempo.es. «Estamos viendo picos de temperatura del mar en torno a 28–29ºC en el Mediterráneo occidental, pero en 2025 ya hemos superado los 30ºC en junio en algunas zonas, con anomalías de hasta +6 ºC», apunta, algo que «no tiene precedentes». De hecho, Gómez explica que la temperatura del mar ha escalado en 1,5º desde los años 80 y que «la frecuencia de olas de calor marinas se ha duplicado en la última década».

Y el Atlántico también está registrando subidas. «La temperatura superficial en este océano está aumentando y lo está haciendo cada vez a un ritmo más rápido», confirma González Fernández. El Cantábrico ya superó este año los registros de la gran ola de calor marina de 2022.

Los efectos del calentamiento

Pero ¿por qué se calientan los océanos? «Porque la Tierra se está calentando por el calentamiento global», sintetiza Gómez. «Además, el agua tiene una enorme capacidad para absorber calor y lo libera más lentamente», apunta. Es ahí donde está la clave para comprender por qué las altas temperaturas del mar se vinculan a las tormentas y las lluvias torrenciales. Es la pescadilla que se muerde la cola.

El mar es uno de los grandes reservorios que protegen contra las emisiones, porque absorbe tanto CO2 como calor. Según el informe de la Unesco, los océanos absorben el 90% del calor liberado a la atmósfera, pero al hacerlo deben pagar un peaje. «A medida que el agua se calienta se expande», recuerda la investigación. Cuanto más cálida está el agua, más aumenta el nivel del mar: la subida de temperaturas se vincula al 40% de ese aumento, uno que va más rápido ahora que en el pasado. En los últimos 30 años, su tasa se ha duplicado.

Cuanto más cálida está el agua, más aumenta el nivel del mar

Además, al calentarse el agua, las condiciones de vida en los ecosistemas marinos cambian. Los corales, las praderas de posidonia y las algas sufren, algo especialmente preocupante porque son repositorios de CO2. «Si el mar pierde esa capacidad, el cambio climático se acelera aún más», apunta Gómez.

Igual ocurre con las especies que tenían en una zona sus hábitats y que se ven obligadas a migrar. «El incremento de la temperatura hace que especies de latitudes tropicales aparezcan cada vez a latitudes más altas y las especies propias de latitudes medias se desplacen más al norte», explica González Fernández. Ocurre con el pulpo, que se está yendo a las aguas inglesas desde las aguas gallegas.

«Este calentamiento generalizado de los océanos no solo tiene consecuencias para los organismos marinos, sino que estos cambios en la temperatura tienen también efectos sobre la circulación oceánica e incluso sobre la atmosférica», apunta el profesor de la UVigo. Se pueden formar tormentas y huracanes de forma más intensa o frecuente o que lleguen olas de calor o frío donde no eran habituales y que lo hagan de forma más constante. Cuando el calor marino se combina con una Dana, aparecen las lluvias intensas, las inundaciones o el granizo que se ha visto ya en más de una ocasión en los últimos años. «El mar caliente aporta más vapor de agua a la atmósfera, que luego cae de golpe en forma de lluvias descontroladas», indica Gómez.

Lo cierto es que este verano ya se está viendo de forma tangible uno de los efectos directos de estos océanos más cálidos: el incremento de las noches tropicales. Son «noches en las que la temperatura mínima no baja de 20ºC y esto da lugar a dificultades para conciliar el sueño, lo cual afecta a la concentración, el rendimiento cognitivo y el estado de ánimo», indica Gómez. Cuando observamos qué pasa con el tiempo, «las temperaturas mínimas son casi tan importantes como las máximas», advierte Daniel Argüeso, de la Universitat de les Illes Balears, porque ese momento de enfriamiento es el que permitía recuperarse y lo estamos perdiendo.

Y lo que ocurre en el mar no se queda allí, sino que desencadena un dominó que toca a lo que pasa tierra adentro. Las olas de calor, las sequías o hasta los incendios forestales se pueden conectar a ese mar cálido que «alimenta condiciones más secas en tierra», como señala Gómez.

Lo que estamos viendo ahora mismo es un aviso. Las voces científicas confirman que es muy difícil establecer cuál será el límite, pero recuerdan una cuestión fundamental: incluso si parásemos ahora mismo todo aquello que genera calentamiento, no lograríamos que el planeta se dejase de calentar de golpe porque no se podría romper la inercia. Es como si intentas frenar un camión que va a toda velocidad, ejemplifica Argüeso, todavía tardará en frenar de todo. «Pero lo último que se nos ocurriría es seguir acelerando», advierte.

Otros problemas de los océanos

Además, los océanos se enfrentan a más problemas. Uno es su cada vez mayor acidificación, vinculada al crecimiento de las emisiones y al papel que el mar tiene a la hora de absorber CO2. Otro es la erosión de sus costas, que podría llevar a que desapareciesen las playas que ahora conocemos por la subida del nivel del mar y la pérdida de la arena.

El calentamiento del mar está llevando también a la erosión de las costas y a la pérdida de arena

«La arena es un bien escaso», señala Francesca Ribas, investigadora del Departamento de Física de la Universitat Politècnica de Catalunya, «pensamos que es infinita y no es verdad». No siempre se podrán regenerar todas las playas, como se hace ahora verano tras verano. La desaparición de las playas «tiene implicaciones sociales y económicas», alerta Ruth Durán, investigadora del ICM-CSIC, ya que se pierde una zona de disfrute de la sociedad y un espacio del que depende la economía de muchas áreas. Y, por supuesto, tiene también un coste para el entorno. «La arena de las playas juega muchos roles», explica Ribas: nos protege contra los temporales y el oleaje y es en sí misma una zona natural importante. «Es un ecosistema dinámico y complejo», indica Durán.

Aunque las playas son, en sí mismas, resilientes y podrían adaptarse a los cambios, las hemos «fijado» e intervenido tanto sobre ellas que no les damos margen para hacerlo. La (mala) salud de los ríos, las infraestructuras portuarias, los paseos marítimos o las construcciones a pie de playa impactan sobre la salud de las playas y sobre su capacidad para adaptarse a las nuevas condiciones.

Las expertas confirman que las playas retrocederán, pero no siempre podrán hacerlo. Por eso, es importante renaturalizar entornos o afrontar el futuro de las playas con esto en mente. No siempre es materialmente posible (ocurre, por ejemplo, con las ciudades que tienen playas urbanas), pero otras veces sí. Ya existen proyectos que recuperan las dunas o que evitan paseos a pie de playa de hormigón. «Las playas de dentro de 50 años no van a ser las mismas de ahora», indica Durán.

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