Medio Ambiente

Recuperar la capa de ozono, un logro colectivo

La capa de ozono, esa barrera que resguarda nuestro planeta de los dañinos rayos ultravioleta del Sol, ha sido el foco de intensos esfuerzos para su restauración. A lo largo de las últimas décadas, la comunidad global ha trabajado incansablemente y parece que lo está consiguiendo.

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18
marzo
2024

En mayo de 1985, los geofísicos Joe Farman, Brian Gardiner y John Shanklin publicaron un estudio en la revista Nature que demostraba la rápida reducción de la capa de ozono en la Antártida. Los científicos apuntaron a los gases clorofluorocarburos (CFCs), utilizados en productos cotidianos como refrigerantes en fungicidas, aerosoles o cosméticos, como los causantes de la destrucción de la capa de ozono en zonas australes.

El fenómeno era especialmente alarmante, porque no solo afectaba a los ecosistemas globales, sino también a la salud humana, ya que la ozonosfera, o manto de ozono, actúa como defensa contra los rayos ultravioleta solares, absorbiendo aproximadamente entre un 97% y un 99% de la radiación solar.

La gravedad del problema impulsó a la comunidad internacional a establecer un mecanismo de cooperación para tomar medidas. Esto se formalizó en el Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, que fue aprobado y firmado por 28 países el 22 de marzo de 1985. En septiembre de 1987, se dio un paso más con la redacción del Protocolo de Montreal, un acuerdo internacional que prohibió el uso de estos componentes, reemplazándolos por sustancias inofensivas para la capa de ozono. Ratificado por todos los miembros de las Naciones Unidas, fue el primer convenio internacional vinculante, mostrándose como el acuerdo ambiental más efectivo hasta la fecha.

La ozonosfera absorbe entre un 97% y un 99% de la radiación solar

En retrospectiva, el Protocolo de Montreal fue un hito crucial que marcó el compromiso internacional para prohibir gradualmente la producción y el consumo de sustancias perjudiciales, estableciendo un marco legal que ha sido fundamental para el progreso logrado hasta ahora. Y es que, a medida que nos acercamos a 2050, las proyecciones y datos indican que la capa de ozono se está recuperando de manera impresionante.

Los informes científicos revelan una disminución significativa en la concentración de sustancias dañinas en la atmósfera, confirmando que las medidas adoptadas han surtido efecto. Los esfuerzos colectivos para eliminar gradualmente los CFCs y halones han llevado a una reducción sustancial de estas sustancias en la estratosfera, permitiendo que la capa de ozono se regenere de forma natural.

La tecnología también ha desempeñado un papel: los avances en la investigación y desarrollo de alternativas a los productos químicos dañinos han allanado el camino para soluciones sostenibles y respetuosas con el medio ambiente. La adopción generalizada de tecnologías más limpias y amigables con la capa de ozono ha sido un factor clave en su regeneración.

Un informe reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) confirma que la eliminación gradual del 99% de las sustancias prohibidas en 1987 ha contribuido a la recuperación progresiva de la capa de ozono en la estratosfera superior. Esto ha reducido nuestra exposición a la radiación ultravioleta del sol. Según el documento, si se mantienen las medidas actuales, la capa de ozono sobre la Antártida se recuperará a los niveles de 1980 para 2066, mientras que en el Ártico alcanzará su plena recuperación en 2045, cinco años más tarde que en el resto del mundo, cuya recuperación total se estima para el año 2040.

La restauración de la capa de ozono es un testimonio alentador de que cuando la comunidad global se une con un propósito común puede lograr resultados tangibles para proteger y preservar el entorno. Pero no es la única amenaza a la que nos enfrentamos. El cambio climático y la degradación ambiental son recordatorios constantes de la urgencia de abordar los peligros debidos a la acción humana.

Si se mantienen las medidas actuales, para 2066, la capa de ozono sobre la Antártida se recuperará a los niveles de 1980

Aunque el agujero de la capa de ozono no contribuye directamente al aumento de la temperatura, las medidas acordadas en el Protocolo de Montreal han ayudado a reducir los efectos del calentamiento global. El problema, según la comunidad científica, es que algunos fluorocarbonos no prohibidos en Montreal, como los hidrofluorocarbonos, son inocuos para la capa de ozono, pero dañinos para el calentamiento global, de ahí que recientemente hayan sido incluidos en la lista de sustancias prohibidas, según la Enmienda Kigali, que ha entrado en vigor recientemente. Según el Grupo de Evaluación Científica, esta enmienda debería contribuir a evitar entre 0,3 y 0,5 °C de calentamiento de aquí a 2100.

También hay voces que alertan de que no hay que dejarse llevar por el optimismo. Investigadores de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, han publicado recientemente en la revista Nature un estudio según el cual los agujeros de esta capa no solo no se han reducido, sino que son más grandes y profundos de lo que se creía. De confirmarse este hallazgo, significaría que puede haber otros factores, y no solo la acción de los CFC, que contribuyen al problema, lo que podría requerir una revisión y adaptación de las estrategias actuales para abordar la protección de la capa de ozono.

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