Se busca inteligencia colectiva para reparar el planeta
Aunque expertos como Jean-François Noubel defienden luchar por el medio ambiente a través de una «economía del regalo», lo cierto es que las dificultades para transformar nuestra economía extractiva siguen siendo enormes.
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Sabemos que estamos a un paso del punto de no retorno en la «emergencia climática»: la propia expresión, que ha desplazado a la de «cambio climático», nos advierte. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) es taxativo a este respecto, pero las medidas económicas, políticas y sociales aún no son suficientes. En la actualidad ya estamos viviendo la posibilidad de un colapso energético y un agotamiento radical de las materias primas, lo que conlleva una urgente necesidad a la hora de encontrar nuevas propuestas eficaces para sobrevivir en un escenario cada vez más incierto.
No obstante, hay alternativas, compromiso y voluntad. Buena muestra de ello son los testimonios que se escuchan en la XIII edición del festival Despierta, centrado en la conciencia y el combate del deterioro medioambiental. Una de sus sesiones, organizadas por la Asociación Cultural Despierta y celebrada este miércoles en La casa encendida, en Madrid, transmitió con claridad los valores en cuestión. En dicha jornada, Adaptación e inteligencia colectiva, el «terrícola de código abierto» –como le gusta definirse– Jean-François Noubel, experto en I+D, inteligencia colectiva, actos evolutivos, conversó con Cristina Monge, socióloga y politóloga especialista en movimientos sociales y emergencia climática.
La solución está ahí mismo, delante de nuestro ojos. Al menos así lo explicaba Noubel: solo tenemos que observar de qué manera resuelven los seres vivos las cuestiones más complejas, como sucede con las hormigas. Para el experto, resulta imprescindible adoptar un modelo de «inteligencia holomidal», un neologismo surgido de la fusión entre los conceptos «holístico» y «piramidal» que alude a un tipo de inteligencia colectiva sin cadenas de mandos ni grupos de poder; es decir, un tipo de inteligencia a través de la cual se establecen redes sociales capaces de actuar como una supraestructura inteligente que cuida de cada uno de sus individuos.
Nouble defiende un modelo de inteligencia ‘holomidal’, sin cadenas de mando ni grupos de poder
«Al principio fue la inteligencia piramidal, que surgió con la tecnología y permitió el desarrollo de las civilizaciones, con pocas personas ocupando el poder en lo alto de la pirámide, otras muchas en distintas cadenas de mando y la gran mayoría en la base», explicaba el francés. Esta estructura creó el dinero, la economía de mercado y la economía extractiva, pero esta organización, a su juicio, tiende a estancarse primero y colapsar después porque «hay poca cabeza y mucho cuerpo». Con esa disposición, defiende, «somos incapaces de atajar los desafíos que plantea el cambio climático».
De lo que se trata ahora, tal y como sugiere Noubel, es de empezar a aplicar una inteligencia colectiva holomidal: «La inteligencia colectiva es una propiedad de la vida misma. No hay ser vivo que subsista por sí mismo. Siempre se da una colaboración para que la vida continúe». De ahí que este tipo de estructura permita, según el francés, «que cada uno de nosotros formemos parte del cerebro, como una red neuronal; es decir, que formemos parte de la solución y del propio cuerpo: tarde o temprano, dejaremos de ser homo sapiens para convertirnos en holo sapiens».
Una economía del regalo
Una de las principales consecuencias de adoptar la inteligencia colectiva holomidal, según la hipótesis de Noubel, es que nos permitirá vivir en «la economía del regalo», en la que uno ofrece lo tiene a quien lo necesita sin exigir nada a cambio. Tal como explicó, «vivimos así con los amigos y con la familia, por lo que se trata de expandir esa manera de relacionarnos con todos nuestros semejantes». Él, de hecho, afirmó haber estado viviendo de esa manera desde hace 11 años. «¿De dónde viene la manzana que comemos? No del establecimiento donde la compramos, sino de la propia naturaleza, que nos la regala. Se trata de ayudarnos los unos a los otros, no de hacer negocios. Se trata de gratitud».
Noubel: «Es curiosa la expresión «ganarse la vida», como si tuviéramos que conseguir el derecho a vivir»
En contraposición a este luminoso planteamiento de la economía del regalo, la socióloga Cristina Monge apuntó que es difícil que este prospere en una sociedad en la que impera lo que denominó como «economía de la sospecha». Según ejemplificó, «hay quienes están en contra de la renta básica porque, a su juicio, fomenta el hecho de que la gente no trabaje, a pesar de que se ha demostrado que esto no sucede, porque las personas lo que necesitan y desean es ganarse la vida por ellas mismas».
«Es curiosa esa expresión: «ganarse la vida», como si tuviéramos que ganarnos el derecho a vivir, como si nos exigieran demostrar nuestro valor», matizó Noubel. A lo que añadió: «Esto ocurre, es verdad. Por eso decidí ser un inútil. Desde esa inutilidad me opongo a la economía del mercado, a la economía de la extracción: seamos como los gatos o los perros, felices, dando lo que podamos dar y cuidando los unos de los otros».
Monge recordó entonces cómo uno de los esqueletos que se conservan en el yacimiento de Atapuerca pertenece a una niña con discapacidad intelectual de unos 14 ó 16 años: «Si sobrevivió durante esos años es porque ya había entonces una función de los cuidados, porque la comunidad cuidaba de los miembros más frágiles. ¿En qué momento perdimos esa práctica, si pareciera estar en nuestro ADN?». No obstante, según la socióloga, lo cierto es que «sigue en nuestro ADN, lo que ocurre es que el sistema nos convierte en hologramas, del mismo modo que las nuevas tecnologías, como el metaverso, hacen de nosotros un duplicado con una identidad digital que está vacía, aunque parezca más verdadera que la real. El sistema nos desconecta de nosotros mismos y, cuando eso sucede, dejamos de cuidar al otro y solo pensamos en nuestros beneficios, viviendo como zombis».
La esfera de la conciencia
La solución a esa desconexión a la que nos induce el sistema viene de lo que Noubel cataloga de ceosfera, la esfera de la conciencia: «Necesitamos de las otras esferas como la biosfera, la geoesfera, la atmósfera y la hidroesfera, pero no son suficientes, tenemos que asegurarnos el estar conectados a nuestra propia conciencia».
Monge: «El poder también está en quien define las palabras»
La cuestión es el cómo. En el decir del experto en inteligencia colectiva, basta con pequeños gestos, como respirar antes de hablar. «Una respiración profunda antes de emitir un juicio o una opinión permite una corriente capaz de generar creatividad, rompiendo la respuesta mecánica y tendiendo un puente hacia el otro, lo que modifica nuestra percepción. Nos permite no ser predecibles». Y añadió: «El sistema piramidal nos domestica, hace de nosotros seres que actuamos según lo esperado. Nos normatiza, pero ante los desafíos del planeta necesitamos convertirnos en seres creativos y colaborativos. Tenemos que desprendernos de todas las etiquetas –el nombre, la edad, la profesión, las creencias o las ideologías– para llegar al fondo de cada uno de nosotros. Eso es lo que nos une a los demás, y a ello ayuda respirar antes de hablar. Y si el resto, mientras yo respiro, se pone a hablar, es que tal vez no hacía falta lo que yo fuera a decir».
Otro instrumento que contribuye a cambiar el mundo es cambiar el modo en que usamos el lenguaje. Así lo explicó Noubel: «Nos quedan diez minutos de conversación. Alguien podría decirnos que no perdamos el tiempo, pero ¿por qué no crear tiempo en vez de perderlo? ¿Por qué no empezamos a pensar que en esos diez minutos mi vida puede cambiar y por qué no comenzamos a valorar la intensidad y la cualidad de las cosas en lugar de su cantidad?». Monge también recordó que «el poder está también en quien define las palabras». El ejemplo fue claro: la oposición y resistencia que está teniendo la utilización de un lenguaje inclusivo y no sexista. «Una de las tareas que me impongo es no usar el verbo ser. Si digo que alguien es tal cosa, como por ejemplo impaciente, no le doy opción a que sea de otra manera. Las cosas no tienen que ser como son para siempre. Intentemos no condicionarlas: mi narrativa me hace responsable de la realidad».
Colaborar y articularnos como parte activa de una inteligencia común, holomidal, así como resignificar el mundo a través de las palabras y su uso y la práctica de la economía del regalo son, a juicio de Noubel, los instrumentos necesarios para un objetivo esencial: hacer de nuestro planeta un lugar más respirable.
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