Siglo XXI

El metaverso, un innovador canto de sirenas

Cada nueva ola tecnológica abre un sinfín de oportunidades de propuestas y modelos de negocio e innovación. En la medida en que esta tecnología es más de propósito general, el espacio de innovación que abre es mayor.

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05
abril
2022
El creador de Meta, Mark Zuckerberg, frente a su avatar virtual.

La realidad virtual (o metaverso, si atendemos al concepto popularizado por la compañía Meta) es el nuevo hype y, al igual que los cantos de las sirenas, atrae alrededor de su propuesta un espacio ingente de innovación en todos los ámbitos. Para definirlo, quizás lo mejor son las analogías: se trataría de una evolución del ciberespacio –más concretamente, la reencarnación– de Second Life con una mejor tecnología e inversión.

Cada nueva ola tecnológica abre un sinfín de oportunidades de propuestas y modelos de negocio e innovación. En la medida en que esta tecnología es más de propósito general, el espacio de innovación que abre es mayor: no es de extrañar que las compañías –también las hay españolas como Uttopion  busquen tomar posiciones y ser los primeros en un espacio que espera un crecimiento astronómico en usuarios y cifras de negocio.

Las estrellas parecen alineadas para dar la bienvenida a este fenómeno. Es como si el confinamiento masivo de la población causado por la pandemia de la covid-19 haya aplanado el camino a la necesidad de nuevos espacios virtuales de interacción no solo para el teletrabajo, sino para toda nuestra gama de actividades sociales. También sorprende el aparente volumen de inversión que ya se está movilizando: Meta dedicó el pasado año 10.000 millones de dólares al desarrollo del metaverso; en la actualidad, la inversión pública y privada en I+D de un país como España se encuentra alrededor de los 15.000 millones. También hay voces, aunque pocas, que alertan sobre el gran incremento en el consumo de recursos computacionales y energéticos.  

Meta ya dedicó el pasado año 10.000 millones de dólares al desarrollo del metaverso

Esta arena promete ser un campo fértil para avanzar en la investigación y aplicación de métodos basado en la inteligencia artificial. No en vano, absolutamente todo será digital en el metaverso. Prácticamente todo lo que podamos imaginar va a ser posible: desde vestidos inteligentes que se adaptan al entorno manteniendo un estilo determinado hasta la posesión de superpoderes.

El metaverso supondrá también un cambio en la concepción de negocio de las redes sociales. Los modelos actuales basan la captura de valor en la publicidad y en los datos, que son especialmente importantes en cuanto permiten una publicidad –al menos en principio– más efectiva. El metaverso cambiará este modelo de negocio de manera radical: allí compraremos casas, iremos a hoteles, adquiriremos ropa y asistiremos a conciertos. Sin duda, los datos seguirán siendo importantes, pero la captura de valor estará gobernada por el precio de bienes que, si bien virtuales, seguirán conservando el mismo sentido económico que los reales. 

Este modelo transformará radicalmente el modelo de negocio de corporaciones enteras, como Meta. Los cambios más radicales vendrán del propio modelo operativo, que es lo que define cómo se crea el valor de las organizaciones: aquí encontraremos que el coste de producción será prácticamente cero a partir de un volumen que diluya la inversión inicial. Como en el caso de los Kindle, no tendremos rendimientos decrecientes en escala, sino crecientes: el coste inicial se diluirá en escala y los efectos red incrementarán el valor del bien también en escala, permitiendo bien un incremento de precio o bien su uso como elemento tractor de otros bienes (y, por lo tanto, una mayor captura de valor). 

Sin restricción alguna en la producción, que se convierte en una copia realizada por los recursos de los propios usuarios, encontraremos que los productos o las propuestas más atractivas podrán escalar casi indefinidamente. Encontraremos, por tanto, una distribución long-tail donde algunas propuestas serán hiperpopulares, así como muchas de ellas serán nicho. 

Todo ello tendrá efectos importantes en los mercados, ya que estos tendrán más el aspecto de winner-takes-it-all, donde unos pocos dispondrán de la capacidad de generar o comprar estas propuestas hiperpopulares y muchos otros estarán abocados a nichos de mercado muy reducidos. 

Hay un último punto importante, que es el de la gobernanza de estos espacios. Mientras los mercados tienen reglas y diseños que pueden ser definidos democráticamente, el metaverso no: serán espacios privados, como las plataformas, con una regulación genérica y no específica que probablemente llegue tarde y no sea experimental, sino basada en principios y juicios en el mejor de los casos, y en el oportunismo político más crudo o en los intereses de unos pocos en el peor.

Las autoridades y la sociedad deberían preguntarse cuáles serán sus efectos, especialmente en relación con los adolescentes y niños que apenas cuenten con otros canales de comunicación y experimentación social más allá de los proveídos por internet. Además, ¿qué leyes regirán en este nuevo espacio y cómo se protegerán los derechos digitales y analógicos de los ciudadanos? ¿Cómo se controlarán los contenidos –y su veracidad– y cómo se establecerán las responsabilidades y las obligaciones de los desarrolladores? Especialmente relevante parece el ámbito de los pagos y la economía, pues ¿cuál será, por ejemplo, la moneda del metaverso? Este nuevo universo suscita más preguntas de las que responde, pero también nos advierte de que el mundo global que viene no tiene por qué ser necesariamente democrático ni estar orientado al bienestar de sus ciudadanos. De nosotros y de nuestra implicación en su diseño depende que lo sea; de ello, además, dependerá nuestro futuro.


Esteve Almirall es profesor de Operaciones, Innovación y Data Sciences de Esade.

Ulises Cortés es catedrático de Inteligencia Artificial en la Universidad Politécnica de Cataluña.

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