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Sociedad

Soledad y chemsex

En los últimos años, ha aumentado el número de espacios donde se hace un uso intencionado de drogas para mantener relaciones sexuales durante largos periodos. A esto se le conoce como chemsex.

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Mariana Toro
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05
junio
2025

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Mariana Toro

Es sábado por la tarde. No hay planes. Me siento solo, aburrido. Cojo el móvil. Abro Grindr. Me invitan a una fiesta. Decido ir. Hay un lugar abierto las 24 horas. Chute de dopamina. Desde la llegada de las aplicaciones de citas en 2014, todo se ha vuelto más fácil. La geolocalización permite encuentros sexuales rápidos y cercanos. En la era de la inmediatez, todo parece estar al alcance de un clic. Entre otras cosas, ha aumentado el número de espacios donde se hace un uso intencionado de drogas para mantener relaciones sexuales durante largos periodos de tiempo, especialmente entre hombres que tienen sexo con otros hombres. A esto se le conoce como chemsex. Se trata de un fenómeno que suele practicarse de manera preferencial en espacios privados como casas, aunque también en fiestas o clubes de sexo. Su práctica ha crecido desde 2014, particularmente en las grandes ciudades. Se estima que entre un 10% y un 13% de los hombres gais han practicado chemsex, aunque algunos estudios sugieren que la cifra podría oscilar entre el 3% y el 30%. Aunque la mayoría lo hace de forma recreativa y sin que interfiera en su vida cotidiana, existe un porcentaje que desarrolla un consumo problemático.

El aumento del chemsex se debe a varios factores: fácil acceso a las sustancias, percepción de bajo riesgo, búsqueda de comunidad y necesidad de pertenencia. Su peligrosidad no siempre es evidente al inicio, y no todas las personas desarrollan adicción. Sin embargo, ciertos factores elevan el riesgo, como tener antecedentes de trauma, duelos no resueltos, los problemas emocionales, la migración, las dificultades económicas, las rupturas afectivas o la falta de apoyo social. Las drogas más comunes en sesiones de chemsex son GHB/GBL, metanfetamina, cocaína, mefedrona, poppers y, en menor medida, alcohol. El policonsumo es habitual, y algunas sustancias se administran por vía intravenosa, aumentando el riesgo de adicción, VIH, hepatitis C u otras complicaciones. Sus efectos incluyen euforia, energía, desinhibición, pérdida de apetito, sensación de conexión o pertenencia y disminución de las preocupaciones. El consumo puede extenderse durante 24 o 48 horas. También puede desarrollarse un uso compulsivo de las aplicaciones de citas.

Se estima que entre un 10% y un 13% de los hombres gais han practicado chemsex

Algunos grupos, como la población LGTBIQ+, las personas con VIH o los trabajadores sexuales, se ven especialmente afectados. En particular, la población LGTBIQ+ tiene mayores dificultades en su desarrollo emocional y social, con una salud mental a menudo más frágil debido al estigma. De hecho, se estima que el 20% de los hombres que tienen sexo con hombres (HSH) presentan problemas de salud mental. El chemsex, por tanto, no solo tiene una dimensión individual, sino también una raíz social y cultural. Está ligado a una vivencia de la sexualidad marcada por la discriminación, lo heteronormativo, el tabú en torno al sexo, el VIH y el estigma que este conlleva, así como la presión social por tener un cuerpo perfecto.

La socióloga Noreena Hertz, en El siglo de la soledad, señala varios cambios sociales y culturales que pueden estar detrás del aumento de la soledad en la sociedad actual, como el auge de las redes sociales, la aparición de aplicaciones de citas, el individualismo creciente, la dispersión geográfica y el aumento de personas que viven solas. Además, el modelo actual de ocio —que asocia el trabajo con sufrimiento y el ocio con descontrol— crea un entorno propicio para este tipo de prácticas.

La conexión entre chemsex y soledad es clara, pero compleja. Aún cuesta hablar de ello, por la vergüenza y el silencio que persisten dentro y fuera del colectivo LGTBIQ+. Estudios muestran que los jóvenes LGTBIQ+ experimentan casi el doble de soledad que los heterosexuales, debido a la discriminación y a la falta de conexión comunitaria. En personas mayores LGTBIQ+, el envejecimiento conlleva una doble discriminación por edad y orientación sexual, aumentando el riesgo de aislamiento. La homofobia internalizada y las experiencias de rechazo a lo largo de la vida agravan aún más esa sensación de soledad. En el contexto chemsex, la soledad se vincula al aislamiento, al rechazo y a la búsqueda de pertenencia.

La relación es bidireccional: la soledad puede llevar al chemsex, y esta conducta puede intensificarla. Cuando se usa como vía de escape ante emociones negativas, como el aislamiento, el aburrimiento o la inseguridad, el chemsex se convierte en una conducta de riesgo para la soledad. El refuerzo emocional que genera —euforia, desinhibición, sensación de comunidad—puede desaparecer tras el subidón, dejando una resaca emocional y más soledad; sobre todo si la comunidad que se encuentra está formada por vínculos inestables y poco duraderos o si esta forma de relacionarse sustituye al disfrute de quedar con amigos con los que se tenga una relación más profunda.

Otro fenómeno relacionado es el cambio en la manera de vivir la sexualidad. Cada vez más, la sexualidad se experimenta desde una perspectiva de riesgo o urgencia. Los nuevos paradigmas sexuales permiten que personas encuentren relaciones fugaces y vivan experiencias intensas a través de las aplicaciones. En este contexto, el sexo se vincula al aburrimiento, la soledad, el vacío, la necesidad de conexión y de pertenencia, a menudo reduciéndolo a un uso instrumental de las relaciones.

Estudios demuestran que los jóvenes LGTBIQ+ experimentan casi el doble de soledad que los heterosexuales

Los impactos negativos del chemsex son diversos y afectan tanto la salud mental como física. En el ámbito psicológico, pueden surgir trastornos como estrés postraumático, psicosis (especialmente con consumo intravenoso), ansiedad y depresión. En cuanto a la salud física, los riesgos incluyen infecciones de transmisión sexual (ITS), sobredosis, insomnio, desnutrición y posibles disfunciones sexuales. Muchos usuarios buscan ayuda psiquiátrica o psicológica tras un deterioro significativo en su salud física, emocional y social, cuando afecta sus relaciones, el trabajo o por estar cada vez más aisladas. La ayuda también se solicita cuando el consumo deja de ser ocasional, llevando a sobredosis, cuando se hace un uso intravenoso de drogas o cuando la actividad sexual ya no es posible sin esas sustancias. Aunque el vínculo entre la soledad y el chemsex se ve todavía reforzado por las barreras que muchos hombres gais tienen a la hora de buscar ayuda. Entre las consecuencias del chemsex también se encuentran los abusos sexuales (que no reciben la misma visibilidad ni se denuncian con la misma frecuencia que en la población heterosexual), así como los problemas económicos, laborales y legales, como señala el psiquiatra Daniel Hernández.

Existen intervenciones efectivas para abordar este problema, enfocadas en la prevención, el acompañamiento y la reducción de daños. Según los psiquiatras expertos en chemsex Javier Curto Ramos y Helen Dolengevich Segal, la clave está en apoyar la adaptación de la intervención a las necesidades de cada usuario, en función de diferentes factores, como su biografía, su momento vital y sus objetivos terapéuticos, que pueden ir desde la abstinencia hasta la reducción de riesgos y daños. Las intervenciones incluyen psicoeducación, entrevistas motivacionales, fortalecimiento de habilidades emocionales y fomento del autocuidado, el acompañamiento y la eliminación del estigma.

Es fundamental trabajar en la reflexión sobre el sistema de creencias y prejuicios sobre la sexualidad, el consentimiento y la regulación emocional, además de ofrecer apoyo comunitario en espacios seguros y libres de juicios. Conocer testimonios de quienes han superado la adicción a esta práctica puede ser clave para romper la soledad. El aislamiento y la falta de redes de apoyo perpetúan el problema, por lo que es crucial fomentar la inclusión y las experiencias de ocio saludable. Para abordar la soledad es esencial reconocerla, comprender sus causas y fomentar experiencias de conexión genuina, no abusar de las aplicaciones de citas y mantener una buena red de apoyo. La adicción al chemsex debe abordarse desde una perspectiva libre de moralidad, prejuicios e ideologías. El chemsex problemático debe verse como un síntoma de algo que falla y no como una mala elección aislada.

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