Erika Lust
«Las fantasías nos ayudan a entender quiénes somos»
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Erika Lust (1977) es directora de cine adulto y autora de libros como ‘La canción de Nora’ (Espasa, 2013). En abril de 2025 se publicó en la editorial independiente Continta Me Tienes una conversación entre Sara Torres y Erika Lust, titulada ‘La abundancia del deseo’. En ella debatieron sobre el porno como representación de la sexualidad, las imágenes sexuales, la intimidad, la masculinidad dentro del porno, la fantasía y la imaginación. Hablamos con ella tanto sobre estos temas como sobre el papel de la pornografía en la educación sexual y la ética dentro del cine adulto.
En referencia al título de La abundancia del deseo, ¿crees que hay una abundancia de imágenes sobre el deseo sexual? ¿Nos afectan a la hora de desear?
Vivimos rodeados de imágenes sexuales, pero lo que falta es una verdadera diversidad y representación en esas imágenes. Creo que podemos coincidir en que hay muchas que son puramente repetitivas y que, en definitiva, forman parte de fórmulas que reducen el sexo, el cuerpo y el placer a una fórmula única, simplificada, y predecible. Consumir ciertas imágenes de forma repetitiva afecta y termina moldeando la forma en que imaginamos, deseamos e incluso cómo nos sentimos respecto de nuestros propios cuerpos; las imágenes reflejan la cultura y también la forman. Por esta razón, La abundancia del deseo para mí no tiene que ver con cantidad sino con posibilidad de abrirse a otras formas de ver, mirar y excitarse. Se trata de permitirse pensar, sentir, explorar y, en definitiva, descubrir algo nuevo sobre nosotros mismos.
«Cuando consumimos una y otra vez las mismas imágenes los imaginarios se estrechan y el deseo se empobrece»
¿Cómo abordáis en ERIKALUST el porno feminista? ¿Cómo puede alejarse de ese porno masivo que denominas de tubesites y que a la vez puede ser tan nocivo? Cuando me refiero a nocivo pienso en datos: por ejemplo, en la conversación con Sara Torres presentas el hecho de que hay hombres que tienen problemas para mantener erecciones y solo lo consiguen viendo pornografía, o que se muestren imágenes tan violentas hacia las mujeres.
La pornografía feminista nace del deseo y también de la necesidad de contar historias donde todas las personas involucradas se sientan respetadas, vistas y, sobre todo, representadas. Historias en las que el deseo no se limite, sino que se multiplique. Forma parte de un cambio de mirada: es un giro en cómo entendemos el sexo, el placer y la representación. Y ese cambio no está solo en lo que se muestra, sino también en cómo se produce: quién está detrás, cómo se trabaja, con qué valores se da vida a cada historia. En nuestros sets eso se traduce en consentimiento explícito, diálogo real antes de filmar, límites claros, condiciones laborales justas. Es un enfoque artesanal, ético, emocional. Cuando consumimos una y otra vez las mismas imágenes los imaginarios se estrechan y el deseo se empobrece. Nos desconectamos, y eso afecta directamente cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con otros, tanto a nivel social como sexual. Lo verdaderamente nocivo es la normalización de esa desconexión. Por eso el porno feminista propone lo contrario: reconectar. Generar emociones reales, abrazando una sexualidad más libre, abierta y consciente.
Un detalle que me sorprendió de la conversación es que trabajas con coordinadores de intimidad, que es una figura profesional que cada vez es más relevante en el cine convencional. ¿Qué papel tienen dentro de la pornografía que diriges?
En ERIKALUST, la figura de la coordinadora de intimidad es fundamental en cada una de nuestras producciones. Su trabajo comienza mucho antes del rodaje: está presente en las reuniones previas con los performers, en la preparación de las escenas, en la definición de los límites y los acuerdos. Una coordinadora de intimidad garantiza que todas las escenas se desarrollen en un entorno seguro, respetuoso y consensuado; es un gran acompañamiento integral. Su trabajo combina una dimensión técnica y una emocional, asegurando que lo acordado se cumpla durante el rodaje acompañando, cuidando y sosteniendo a cada performer a lo largo de todo el proceso creativo. Contar con su presencia ayuda a crear un espacio de confianza: se facilita el diálogo entre performers y equipo y refuerza la idea de que el consentimiento no es un momento aislado, sino un proceso vivo. Por esas razones, es clave incorporar este papel: permite una forma de producir más humana, ética, consciente, y porque nos acerca a seguir construyendo una industria del cine para adultos donde el cuidado también forme parte del placer.
También reflexionáis sobre la mano como órgano sexual. ¿La sorpresa y el descubrimiento de reconocer las manos como tal proviene de una perspectiva más masculina (o menos queer) hacia el sexo? Las manos representan una imagen visual muy significativa en los cuidados, en la representación del cariño, pero también, como apunta Sara, actúan como un órgano sexual en las relaciones.
Las manos han sido históricamente invisibilizadas como órgano sexual, tal vez porque no encajan en la lógica visual centrada en lo explícito que ha dominado la pornografía producida en masa. Las manos quedan al margen, como si no tuvieran nada que decir sobre el deseo. Pero claro que lo tienen: las manos hablan, acarician, sostienen, guían, y provocan. Están presentes en los cuidados, en la ternura, en la entrega y también en el placer. Son una herramienta de contacto, una forma de lenguaje erótico, y por eso me parece tan poderosa la idea de considerarlas un órgano sexual.
En definitiva, hablar de las manos es hablar de otro tipo de erotismo. Es casi una metáfora de lo que el deseo puede ser cuando dejamos de verlo con los ojos del guion patriarcal y predominante.
«Hablar de las manos es hablar de otro tipo de erotismo»
Cada vez se representan más las relaciones sexuales en las películas convencionales, desde un punto más positivo. Pienso en películas como Challengers y Babygirl o series como Normal People. Y también empieza a surgir en cantantes como Sabrina Carpenter, que basa parte de su imagen como artista en el sexo y en sus relaciones. ¿Crees que esto repercute en el porno, o en la sociedad en cómo percibe las relaciones sexuales desde la ficción?
Sí, claro. Lo que vemos en la ficción moldea lo que creemos posible. Cuando el cine o la música empiezan a mostrar sexualidades más complejas, más emocionales, menos estereotipadas, eso impacta en cómo vivimos nuestras propias relaciones con el sexo y también en la pornografía.
La pornografía no está aislada, forma parte de un ecosistema cultural más amplio y se alimenta de él. Por eso, cuando otros lenguajes se animan a hablar de sexo desde lugares más honestos y humanos, es una señal de que algo está cambiando, pero sobre todo es una oportunidad. Una invitación a pensar el deseo desde la pluralidad, no desde la imposición, a cuestionar lo aprendido, y por qué no, a conocerse un poco más.
«La pornografía no está aislada, forma parte de un ecosistema cultural más amplio y se alimenta de él»
Otra de las reflexiones centrales sobre la que conversáis Sara Torres y tú en el libro es el concepto de fantasía. Torres enlaza el concepto a «un escenario de la imaginación que estructura no solamente lo secreto o lo íntimo, sino también nuestra forma de pensar el mundo de forma abierta y pública». ¿Qué escenario le das a las fantasías —sean más aceptadas culturalmente o más secretas— dentro de tus películas?
Las fantasías nos permiten ampliar lo posible, nos abren preguntas, nos ayudan a entender quiénes somos o quiénes podríamos ser. Es un espacio de libertad y juego, y por eso son centrales en nuestro trabajo: ahí es donde los deseos se vuelven historias y donde la imaginación puede desplegarse libremente. En cada película intentamos que haya lugar para todo tipo de fantasías, no solo las más «correctas» o culturalmente aceptadas, porque creemos que el cine tiene esa capacidad única: poner en escena eso que, a veces, ni siquiera nos animamos a nombrar y a aceptar. Al mismo tiempo, incluso creando historias que parten de una fantasía, el consentimiento sigue siendo lo fundamental. Imaginar no significa renunciar al cuidado, sino crear un marco seguro para explorar sin culpas y conocerse.
El Ministerio de Igualdad de España presentó en noviembre del año pasado la campaña «Vamos a hablar de pornografía», en la que se confirma que el 90% de adolescentes consume pornografía y el consumo se inicia desde los ocho años. ¿Por qué el porno ha ocupado un lugar educativo e informativo dentro de la educación personal? ¿Crees que la industria debería tomar acciones dentro de esa responsabilidad, además de que se deba informar más abiertamente desde los centros escolares?
Claramente la pornografía ha ocupado ese lugar porque hay un vacío. Y esa es la cuestión: si no hablamos de sexualidad en casa, ni en las escuelas, ni en los medios, alguien lo va a hacer. Y muchas veces ese lugar lo ocupa una pornografía que no está pensada para educar, pero que termina cumpliendo ese papel, de forma distorsionada y sin contexto. Dicho esto, y como parte de la industria, tenemos una responsabilidad sobre lo que producimos: las historias que elegimos contar, la forma en que trabajamos, los valores que ponemos en escena. La pornografía e internet no reemplazan a la educación, pero sí es importante hablar de estos temas con nuestros hijos.
Desde ERIKALUST impulsamos The Porn Conversation justamente por eso: para abrir espacios de diálogo, de preguntas, de pensamiento crítico. No se trata de juzgar el consumo, sino de acompañar a los jóvenes a entender lo que ven, lo que sienten, lo que desean. También pienso que los sistemas educativos tienen que actualizarse y dejar de evitar estos temas. Hablar de pornografía es empezar a tratar la sexualidad sin tanto tabú, con la honestidad y el cuidado que merece.
Existe una cuestión compleja, y es que hay cierta parte del feminismo que consideraría que tu porno no puede ser ético ni feminista por formar parte de los trabajos sexuales. ¿Qué opinas de ello? ¿Crees que tiene que ver en general por el porno mainstream y las posibles condiciones de las actrices?
Hay debates dentro del feminismo sobre estos temas, pero en mi opinión reducir todo el trabajo sexual a explotación es negar la experiencia y la autonomía de muchas personas que lo ejercen desde un lugar consciente y elegido. En ERIKALUST trabajamos para crear un entorno donde ese trabajo sea digno, seguro y respetado. Ético no significa perfecto, pero sí significa tener principios, seguir procesos, actuar con cuidados y normas claras. Y feminista, es justamente eso: mirar el deseo, el placer y los cuerpos desde una perspectiva que respete la diversidad, la libertad, la dignidad, que permita que existan otras miradas, relatos y representaciones la sexualidad.
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