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Matilde Fernández

«La soledad es un sentimiento subjetivo, pero sus causas son muy objetivas»

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04
junio
2025

Matilde Fernández (Madrid, 1950) ha sido psicóloga, sindicalista y política –de hecho, fue una de las primeras ministras de la democracia– y ahora es la presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, que se encarga de hacer investigación y divulgación sobre el tema al tiempo que perfila potenciales soluciones.


En general, creemos saber de qué hablamos al hablar de soledad, pero cuando se entra en materia no lo tenemos tan claro. ¿Qué es exactamente la soledad no deseada?

Se habla mucho de ella, no digamos tras el covid-19 y el crecimiento de la soledad, dicho por personas de diferentes edades y circunstancias. La soledad es un sentimiento subjetivo de las personas que tienen la sensación de que sus relaciones familiares y sociales son menores que a las que aspiran. Pero las causas son muy objetivas. Es un sentimiento subjetivo que está vinculado a muchas pérdidas. Las primeras tienen que ver con tus relaciones familiares, con tus relaciones sociales y con tus relaciones vecinales, con el entorno en el que te sitúas. En las investigaciones, aparecen muchas más causas que producen soledad, como no llegar a fin de mes, tener menos educación o menos cultura o pertenecer a una minoría. Parecen déficits muy tangibles e, incluso, aparecen en fallos en el desarrollo de nuestros derechos y del estado de bienestar.

«Aparecen muchas más causas que producen soledad, como no llegar a fin de mes, tener menos educación o pertenecer a una minoría»

Al final la soledad no deseada es un poco como el canario en la mina: nos está dando una alerta de que algo está fallando en la estructura de nuestra sociedad. 

También. Cuando se habla de soledad, casi todos los profesionales coincidimos en que tenemos que hacer nuestras políticas poniendo en el centro a la persona. Ante una persona que está diciendo «me pesa la soledad» tienes que actuar primero en ella y ver cómo la refuerzas. Hay una tarea de tipo personal y después un trabajo comunitario. Cuando les preguntas a las personas quiénes creen que deben jugar un papel importante en resolver estos problemas dicen que las administraciones y los poderes públicos. Dentro [está] la más cercana: los municipios. Luego hablan de los medios de comunicación. [Después] todo lo que es hacer comunidad. Yo a veces digo hacer democracia. Como tengo mis años de vida política, pues es hacer una mejor democracia, hacer barrio, distrito. Hacer pueblo poniendo todo a disposición de la gente. Luego hay un tercer nivel, que es el de revisar las políticas públicas: lo que se está haciendo en toda Europa, no solo en España, para ver qué está fallando y qué hay que mejorar. Ya te adelanto que hay que mejorar en más contratación de personas, pero también es una visión nueva de tener más equipamientos intergeneracionales y más comunitarios.

Es muy interesante que tengáis un grupo de trabajo de políticas públicas en el Observatorio en el que están los ayuntamientos. La verdad es que no había pensado en los municipios como solución a la soledad. ¿Olvidamos el papel fundamental que tienen nuestras ciudades y pueblos y cómo están diseñados para atajar estos problemas?

El primer estudio que hicimos, el de percepción, me ratificó cosas que estaban olvidadas. Primero, que la sociedad dice «oiga, creo que la soledad existe más de lo que se cuenta», que es más invisible de lo que realmente es. Con el paso del tiempo, será un problema mayor, por lo que tenemos que trabajarlo y lo tienen que atender los poderes públicos. Hay gente que dice de forma significativa que ir fuera de su barrio para ser voluntario o voluntaria luchando contra la soledad no le apetece tanto, pero en su entorno estaría encantado de ayudar y colaborar. Por lo tanto, la sabiduría de la ciudadanía sí se nota, dice «las cosas las tenemos que hacer aquí». El ayuntamiento es la administración cercana a los ciudadanos, la más próxima, y las políticas contra la soledad son políticas de proximidad. En tu entorno es donde tienes que fortalecer la comunidad y, a la vez, hacer una red, que todo el mundo sepa de qué disponen. [Es hora] de volver a lo que se hizo al principio de la democracia, la guía de lo que había. Tienes un centro de mayores en tal sitio, o un centro comunitario, o un teatro municipal. Todo eso está a disposición de las personas. Para que no se pierda.

«Las políticas contra la soledad son políticas de proximidad»

Hablamos mucho en los medios de los mayores de 65 años cuando tocamos el tema de la soledad no deseada, pero vuestro estudio muestra que uno de cada cuatro españoles de entre 16 y 29 años se siente solo. ¿La tecnología les hace sentirse más solos o es un problema de la vida moderna, la precariedad empuja a la soledad? ¿Cómo lo veis con los datos en la mano?

Desde el primer estudio al último barómetro, el dato global es que el 20% de la población siente soledad, pero la soledad crónica – esa que sobrevive después de dos años y cada vez es más molesta y dolorosa – es de un 13,5%. En jóvenes es un 25%. Por sexos, es un 20% en hombres jóvenes y un 30% en mujeres jóvenes. ¿Por qué los jóvenes se sienten solos? Las causas son muchas. Dices la tecnología. Lo que vimos es que un joven que está tres horas diarias conectado (que es bastante habitual) no tiene por qué sentir soledad. No la siente cuando después de esas horas sale a la calle y se relaciona, conecta con amistades. Soledad es la de aquel joven que está esas 3 horas conectado, pero luego se queda aislado en casa. Las relaciones de amistad en los jóvenes son muy importantes, si no las ejercen se produce soledad. Hay soledad cuando los jóvenes son desplazados, porque tienen que ir a unos estudios o a un trabajo lejos de donde han vivido. Incluso, hay un porcentaje significativo que dicen que si les pasase algo no tendrían a quién recurrir. Es un dato que, a mí como psicóloga, me impactó. También me impactó lo que hemos ido viendo en los diferentes estudios, que es la exclusión económica, el acoso, la discriminación. No estamos teniendo colegios, ni entornos, ni barrios, lo suficientemente inclusivos como para que una persona por tener una discapacidad, o porque su padre o su madre sean de otro país, o porque está yendo con frecuencia al hospital a un tratamiento [se sientan incluidas]. No estamos incluyendo los problemas con los que viven las personas y esta es una llamada de atención muy importante.

Habéis calculado que la soledad tiene costes económicos. ¿Qué coste tiene para las personas el efecto de la soledad no deseada? ¿Pasa factura en la salud física y el bienestar, más allá de sentirse sola?

Sí. Hemos hablado de costes sanitarios, pero tiene costes sociales. De esos 14.000 millones de euros, 106 son pérdida de productividad. Las personas que no pueden más por la soledad y la tristeza implican reducir jornadas de trabajo, pedir y prolongar bajas. Ahí se van casi 8.000 millones de euros. Es un coste social, que también conviene saberlo. ¿Qué otros efectos tiene que no sea el económico? En la parte psicológica se avanza el aislamiento de las personas y en la parte médica existen estudios de las sociedades científicas diciendo que [causa] depresión, problemas coronarios y otras manifestaciones de enfermedad.

«El 20% de la población siente soledad»

En uno de vuestros eventos recientes abordabais el papel de las empresas en la lucha contra la soledad no deseada. ¿Qué pueden hacer entonces las compañías para tener un impacto positivo?

Cuando hicimos el estudio sobre si las tecnologías servían para generar compañía y para combatir la soledad, queríamos acercarnos al mundo empresarial, no solo al de la tecnología. Las personas decían que la tecnología acompaña. Las personas con discapacidad han visto cómo tenían ayudas de todo tipo gracias a la tecnología. La población en general le dice al mundo empresarial que diseñe estas tecnologías y la inteligencia artificial en contacto con ellos para que se adecúen a sus necesidades. Fíjate qué mensaje más importante al mundo de la investigación y del desarrollo. Y dicen después «hágalo muy sencillo», porque sobre todo a los mayores les cuesta aprender este mundo de las tecnologías. Si tenemos que manejarlas, desde luego tienen que dedicar tiempo a enseñarnos y contar con nosotros para ver cómo se mejoran y que sean lo más empáticas, lo más sencillas posibles. Luego, te reunías con expertos y reconocían que ese era el reto del desarrollo de las nuevas tecnologías. Hicimos este trabajo porque nos parecía de interés. Te diré que también como psicóloga una cosa que me llamó la atención es que las personas, según pasan los años, más valoran la tecnología aun reconociendo que saben manejarla poco. Es un contrasentido para este sector, pero también un reto. Pero tu pregunta era más global y es por qué nos hemos dirigido a la CEOE. Pues para decirles que cuando se jubilan sus trabajadores, si ellos quieren, les ayuden a tener su asociación de extrabajadores, que es una forma de seguir en contacto. Hay muchas en España y las grandes empresas las tienen. Por un lado, apoyar que haya asociaciones de jubilados. Por otro, es responsabilidad social corporativa, que puedan convertirse en protagonistas, apoyar proyectos en la zona en la que están, que mejoren los entornos, los espacios.

 

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