Llegar tarde a los libros
Cada seis minutos se publica en España un nuevo libro. El mercado saturado de novedades empuja a estar siempre leyendo lo último. Quizás ha llegado el momento de reivindicar otro tipo de lectura.
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Cuando la periodista Ana Bulnes estaba leyendo la biografía de Virginia Woolf en 2021 se tropezó con un paralelismo que le hizo «mucha gracia». Cuando se encontraba con fragmentos del diario de la escritora que tenían justo entonces 100 años, «pensaba “están igual que nosotros”». De esa experiencia lectora surgió otra: ahora lee los diarios de Woolf en tiempo real. Solo lee la entrada que toca en el día exacto en el que fue escrita, aunque en el siglo después en el que vive ella. ¿No le cuesta no seguir leyendo para ver qué pasa? Bulnes confiesa que no y que su proceso lector es «muy fácil, cuando termina el día, paro». Su lectura es lenta y reposada: evita la sensación de que todo se mezcla cuando se lee de una sentada un diario o una colección de cartas. Leer a Woolf en el día exacto o hacerlo siguiendo una newsletter que recupera el ritmo de publicación seriada o revive la línea del tiempo de una novela clásica (ejemplos que también existen) pueden romper la inercia de estar siempre al día, de estar leyendo el libro del momento. Pueden ayudar a permitirse llegar tarde a los libros.
No es fácil. El mundo del libro crea FoMO. Es una maquinaria bien engrasada que siempre está publicando novedades para capturar y mantener nuestra atención (y ganarse nuestros euros), y más ahora que tiene que competir con una maraña cada vez más amplia de potenciales contenidos nuevos, frescos y llamativos (desde series hasta podcasts). En el Día del Libro, los medios se llenan de listas de títulos recomendados. Cada cierre de año, se seleccionan los 100 libros que deberíamos haber leído. Y, cada vez que pasa algo importante y noticioso, las editoriales nos preparan rápidamente una mesa de novedades con las lecturas que necesitamos para saber qué está ocurriendo.
Algunos cálculos estiman que cada hora se publican 10 libros en España, lo que equivale a uno cada seis minutos. Según datos del Ministerio de Cultura, solo en 2024 se lanzaron en el país 89.300 libros. Hablan, eso sí, de publicaciones con un ISBN registrado en España. El mundo de la autoedición posiblemente amplíe la cuenta.
Se estima que cada hora se publican unos 10 libros en España
De los datos del ISBN se desprende también que el 95,9% de lo publicado son primeras ediciones y que existen en todo el Estado 3.158 editores que publican una media de 28 libros al año.
Muchos de esos libros resultan invisibles para el público, incapaces de llegar a sus potenciales lectores. Incluso, y desde la perspectiva de los periodistas que reciben una avalancha de notas de prensa con avisos de próximas publicaciones, es imposible estar al día de todo lo que ocurre y de todo lo que se lanza. En el furgón de lo que no hemos descubierto se quedarán muchos títulos que seguramente no nos hubiesen interesado, pero también –y más triste– muchos que lo hubiesen hecho o que son obras de arte sin que nadie se dé cuenta de ello.
En parte, esta invisibilidad viene marcada por una especie de obsesión por la novedad. Aunque los datos del propio sector indican que las novedades son solo un tercio de la facturación del libro, son estos títulos los que lo dominan todo. El paso de los meses hace que los libros —especialmente las novelas— se queden obsoletos: desaparecen de las zonas destacadas de las librerías, antes de ser devueltos a los almacenes como paso previo al reciclaje, y también de los medios de comunicación, que se ven obligados a hablar de los libros que a sus audiencias les interesan en esos momentos, esto es, más novedades.
De hecho, algunos escritores y escritoras ya han comentado alguna vez lo difícil que es mantener una novela. Su vida en librerías es mínima, la presión de las editoriales por lograr ventas (de las que dependen contratos futuros y hasta que se mantengan los ya existentes) es elevada y la capacidad por seguir siendo relevantes en un mercado lleno de reclamos es limitada. El mundo del libro es cada vez más efímero y sobrevivir en él más complicado.
En una obsesión por la novedad, en pocos meses los libros recién publicados quedan ‘obsoletos’
Quizás esto debería empujar a reflexionar sobre cómo leemos. Algunos lectores y lectoras ya lo están haciendo, optando por una lectura reposada en fondo y forma. Los clubs de lectura silenciosos son una evidencia de este cambio. «El enfoque principal aquí es simplemente proporcionar un espacio y un tiempo dedicados exclusivamente a la lectura individual, de manera sosegada, y tranquila», explica en su web la Librería Bandini, una de las que ya los han puesto en marcha. También hay quien ha abandonado los sistemas de trackeo de lecturas. Bulnes cuenta que ahora ya no usa Goodreads y que comparte sus lecturas en redes sociales sin numerarlas, para que leer ya no vaya de números.
Y otra vía es relativizar la importancia que tiene realmente estar al día con las novedades. Como reflexionaba en X (antes Twitter) Gonzalo Torné: «Llegué tres mil años tarde a La Odisea me va a preocupar leer un libro del año pasado».
Al final, unas cosas y otras llevan de vuelta a otra cuestión fundamental, la de poder acceder a los libros cuando se necesitan o se quiere leerlos, sin sentir la presión de que si no te haces con ellos ahora mismo te arriesgas a que se hayan convertido en pulpa de papel cuando les vayas a dar su momento. Una razón más para reivindicar el valor tanto de las librerías de fondo como de las bibliotecas.
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