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Educación

El largo camino hacia una educación transformadora en Iberoamérica

La región tiene todavía tareas pendientes para superar déficits históricos para los que desde hace años se viene alzando la voz desde el sector educativo.

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05
noviembre
2025

Muy poco recordamos ya de los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). No surgieron de la nada, sino que venían de anteriores intentos de buscar y afianzar iniciativas comunes en períodos determinados como decenios temáticos promovidos por las Naciones Unidas, o planes a nivel mundial como la ‘Agenda 21’, entre otros).

El objetivo de educación en aquel momento era el 2 y se proyectaba hacia el año 2015. Este se centraba básicamente en lograr la enseñanza primaria universal y lo hacía con el objetivo de que «todos los niños, sin importar su género, puedan completar un ciclo completo de educación primaria». Entonces el progreso en educación se medía principalmente con la tasa de matriculación y tasa de finalización en primaria y alfabetización de jóvenes adultos.

Con el paso del tiempo no podemos negar que el nuevo planteamiento ha sido notablemente mejor. Cuando empezamos a mirar a 2030 ya se marcaron 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS)— más del doble que los anteriores—, y el de educación, el ODS 4, ahora ponía el foco en la calidad, la equidad y la inclusión, ampliando su horizonte en varias metas que tenían y siguen teniendo que ver con distintos campos de actuación: primaria y secundaria, primera infancia, enseñanza universitaria, aprendizaje y competencias, acceso al empleo, personas más vulnerables, alfabetización de adultos, desarrollo sostenible, espacios seguros, becas o formación docente.

¿Qué vendrá después de 2030? Es difícil atreverse a imaginar los propósitos para 2045. Tal vez objetivos regionales por continente, por países según su índice de desarrollo humano (IDH), o por áreas geográficas concretas. Quizá los siguientes objetivos den mayor protagonismo a cuestiones como cambio climático y migraciones en los currículos, al liderazgo de los equipos directivos, a la transformación digital, las plataformas virtuales, los aprendizajes híbridos, la tecnología en las administraciones, o la innovación educativa, sin dejar de lado a la inteligencia artificial. Puede que hasta se abandone esta idea de llamamientos universales compartidos para toda la comunidad educativa o incluso se quiera calcular el impacto de los aportes del sector privado. Quién sabe.

¿Qué vendrá después de 2030? Es difícil atreverse a imaginar los propósitos para 2045.

Lo cierto es que esperamos nuevos propósitos para evitar cualquier paso atrás. En Iberoamérica hasta el momento se han hecho muchas cosas bien y hay que seguir haciéndolas, sean cuales sean los próximos objetivos que cumplir. Cada vez contamos con más datos y uso de evidencias, se realizan más evaluaciones y varios gobiernos han demostrado mayor voluntad elevando el gasto, aunque todavía esté por debajo de los países OCDE. También ha existido mayor coordinación y compromiso entre los principales actores. El cambio ha llegado de la mano de la colaboración y del trabajo conjunto a todos los niveles (local, nacional y regional), de la complementariedad de todos los sectores (educación, finanzas, salud, etc.) y también del diálogo entre profesores, directores, administradores, tomadores de decisiones, familia, ONG y organismos internacionales.

Sin embargo, a pesar de los mecanismos de seguimiento, de la firmeza de las autoridades y de la sinergia de las acciones intersectoriales, los resultados de nuestros estudiantes siguen demandando más esfuerzos en todos los sentidos tal y como lo demuestran algunos datos de matemáticas o lectura en muchos de los países. Que existan agendas globales consensuadas es un buen punto de partida para que cada país planifique su estrategia, analice sus desafíos a todos los niveles y examine en profundidad sus avances y el impulso de sus marcos normativos y políticas públicas igualitarias.

Nada está estático. El tiempo nos dirá cómo y hacia dónde ir focalizando los recursos, con qué objetivos y cómo destinarlos a criterios de más igualdad para todos los estudiantes. La financiación debe ser transparente, constante y progresiva en el tiempo hacia políticas eficientes.

Es necesario que lo que ahora sabemos de los ODM y de los ODS nos sirva para que la región avance de manera decidida y nuestros sistemas afronten los próximos 15 años con la mayor de las garantías. Que aprendamos del pasado para planificar el futuro. Que las lecciones se conviertan en políticas efectivas. Que se use todo el conocimiento acumulado. Que los aprendizajes, resultados y discusiones de los debates se lleven al trabajo en el aula y que los objetivos globales aterricen en las aulas.

En este sentido, cualesquiera que sean las orientaciones y enfoques para la región, siempre hay que saber reconocer la complejidad de los procesos educativos en una realidad tan cambiante, tanto dentro como fuera de los centros escolares. Por eso se hace necesario proyectar nuevos horizontes, con visión de progreso, medibles y en los que se pueda hablar y sentir la educación desde una perspectiva integral, constante y sostenida.

Por aportar algunas luces, vamos a tener que valorar continuamente qué competencias necesitan los alumnos (competencias verdes, socioemocionales, para la vida, STEAM, etc.). También tendremos que acompañar en todo momento a docentes y directores en su formación inicial y continua. Sin olvidar que todavía se necesitarán más profesores y directores por alumno en la región, desde los propios ministerios de educación y entidades locales también deben tener en cuenta aspectos clave como su motivación, su reconocimiento, unas condiciones laborales dignas con salarios más competitivos y oportunidades de crecimiento y desarrollo profesional. Como señala un reciente informe realizado a nivel regional entre la OEI y el Informe GEM Unesco, impulsar el liderazgo de los directores es un aspecto fundamental para nuestros sistemas educativos.

Iberoamérica tiene todavía tareas pendientes para superar déficits históricos para los que desde hace años se viene alzando la voz desde el sector educativo. El contexto es complejo, pero, en definitiva, nuestra respuesta debe ser rápida, conjunta, si lo que perseguimos es construir un escenario que sitúe a la región como un referente global en educación para después de 2030. El camino ya está allanado para nuevas metas y compromisos.


Juan José Leal Martínez es responsable de Convenios de Cooperación de Educación en la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI)

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