P. Duchement
«Nos cuesta mucho reconocer que nuestro hijo es el que está ejerciendo acoso escolar»
En redes sociales, el perito judicial y profesor P. Duchement es muy claro cuando habla de los derechos de los niños y niñas y del impacto que tiene internet en su día a día. Igualmente, es una de las voces que analiza cómo nace el acoso escolar y qué se debe hacer para afrontar el ‘bullying’. Este es el tema al que dedica ‘Te espero a la salida’ (Vergara).
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En redes sociales, el perito judicial y profesor P. Duchement es muy claro cuando habla de los derechos de los niños y del impacto que tiene internet en su día a día. También cuando analiza el acaso escolar: cómo nace y qué hacer afrontarlo. A este tema dedica su libro ‘Te espero a la salida’ (Vergara). Mientras lo escribía, surgieron algunas preguntas incómodas. «Tuve que documentarme mucho antes de escribir el libro y hubo algo que no encontré: no hay libros que traten el asunto desde la perspectiva de “¿y si mi hijo es el acosador?”», cuenta. «Creo que si no es el primero anda cerca de ser el primero que se sienta a decirle a un padre qué puedes hacer para ayudar a tu hijo a dejar de ser un acosador», señala.
Me pregunto si siempre se siente que nuestros hijos o hijas no pueden ser «el malo», que son la víctima.
Nunca nos paramos a pensar que para que acosen a un niño hace falta otro niño que acosa. Yo soy profesor y una de las principales carencias que noto es, cuando llamas a las familias para decir «tu hijo ha hecho esto», un porcentaje brutal te lo niegan. Dicen: «no, mi hijo no ha hecho eso». Incluso los hay que se inventan un psicodrama en el que todo es una conspiración para culpa a su hijo y él es la verdadera víctima. Nos cuesta mucho reconocer que nuestro hijo es el que está provocando el daño. Es un problema que no se trata desde esa perspectiva, cuando quienes más podrían hacer para que el acosador dejase de acosar son sus padres.
En el libro das dos estadísticas. El 2,1% de los niños y niñas se reconoce como acosador. El 6,2% como víctima de bullying. ¿Son cifras muy altas?
Son inmensas. Después de todo, entendemos que el bullying es un acto de dominación que raya la tortura. Solo con que existiera sería suficiente para considerarlas altas, pero sí, son muy elevadas. Las últimas cifras ya nos sitúan a un agresor por cada dos aulas.
Luego está eso que alguna gente dice que «en el pasado las cosas fueron peores». ¿Hay ahora más bullying o no?
El bullying ha cambiado. Las estadísticas nos dicen que el bullying individual (que era del que más había antes), el de una persona que le hace la vida imposible a otra, ha disminuido. Sin embargo, ha subido el grupal. Es decir, ahora hay muchos más casos de grupos haciéndole la vida infeliz a una persona. Además, no ha subido en la misma medida que el otro bajaba: ha subido muchísimo más. Esto puede deberse a la aparición de las redes sociales.
«Hay personas que, en la impunidad y en el anonimato de las redes, se comportan de una manera totalmente diferente a como se comportarían en persona»
En redes sociales nos sentimos que somos parte de una muchedumbre. ¿Crees que esto también se traslada a la vida cotidiana? ¿Igual que nos despersonalizamos en la red, están haciéndolo los niños y niñas en la vida real?
Sí, yo creo que es el mismo efecto. Es verdad que está asentándose de una manera un tanto diferente, pero sí que nos encontramos gente en las redes sociales que, amparados en la impunidad y en el anonimato aparente, se comportan de una manera totalmente diferente a como se comportarían en persona.
Cuentas en el libro que se habla ya de 10,3% de niños y niñas que se reconocen como víctimas del ciberbullying. Son cifras altísimas. ¿Piensas que van a seguir subiendo o hemos conseguido ya una cierta sensibilidad ante estos temas que llevarán a que se tomen medidas para que eso no suceda?
Es una pregunta muy difícil de responder, porque mi impresión es la de que sí que hay gente concienciada con el asunto, pero que no es precisamente a la que debemos concienciar. Cuando hago una charla para familias, quienes vienen son justamente aquellas cuyos niños tienen una serie de valores ya aprendidos para los que este tipo de cosas son significativas. En resumen, que quienes más necesitan escucharla son quienes no vienen. Entonces, es muy difícil hacer un pronóstico. Si nos guiamos por las estadísticas, esto todavía va a empeorar más.
Mi impresión es que sí que hay gente que se está moviendo y que, por lo menos, ya es un tema que se considera en muchos ámbitos, incluido los medios de comunicación, con la seriedad que se merece. Antes el bullying era una cosa de niños. Ahora por fin hemos entendido que es una conducta de abuso que cuando la ejerce un niño está tan mal como si lo ejerciera un adulto.
«El ‘bullying’ surge de una persona con un problema de autoestima que se dirige a otra persona con un problema de autoestima»
Entiendo que además ese es el primer paso para afrontar estas cosas. Todo tu libro aborda esto, pero si tuviésemos que resumirlo ¿cómo pueden afrontar el acoso, tanto padres y madres como profesorado? ¿Cómo hacer esa prevención? ¿Es una cuestión simplemente de educar en valores, en ciudadanía?
No, el bullying tiene dos grandes puntos débiles. Si los atacamos, haremos muchísimo trabajo de prevención. El acoso tiene un problema fuente y es la baja autoestima. La mayoría de los casos de acoso escolar surgen de una persona que tiene una baja autoestima intrínseca y que necesita la validación de los demás. ¿Y cómo la consigue? Pues dominando y destruyendo la autoestima de otro. Escoge a otra persona que detecta que tiene una baja autoestima. Es la más fácil de destruir.
En resumen, el bullying surge de una persona con un problema de autoestima que se dirige a otra persona con un problema de autoestima. Si los niños no tuvieran problemas de autoestima, muy poco bullying quedaría. Pero los tienen, porque es muy difícil entrenar la autoestima de nuestros pequeños, sobre todo si no nos formamos al respecto. Ahí hay un trabajo grande que pueden hacer los profesores, pero sobre todo las familias.
Más allá de la cuestión del ciberbullying, otro tema candente en internet es la presencia infantil, el que se les cree una huella digital. Como experto en esto que también eres, ¿hemos banalizado este tipo de comportamientos sin pensar en que realmente es algo que tiene consecuencias? Quien más o quien menos o lo hace o conoce a quien sube fotos de las criaturas de su entorno a sus perfiles sociales.
Para banalizar hace falta tenerlo claro y quitarle importancia. Creo que, directamente, todavía no lo tenemos claro, que no se entiende el efecto que produce y la vulnerabilidad que crea en nuestros peques.
Salió un estudio muy interesante, que había puesto sobre el papel a presos por delitos sexuales contra menores. El 70% tenía en sus colecciones de pornografía infantil material de menores que se considera en la escala de sexualización en nivel cero. Era material del día a día que habían subido sus propios padres a redes sociales. Estamos hablando del 70%. Es una barbaridad. Si empezamos a entender que imagen que subimos, imagen que pueda acabar en la colección de un tipo que pueda obsesionarse con nuestro pequeño y lo marque como un objetivo, quizás empezaremos a entenderlo, pero se nos va. Se nos escapa porque no le ponemos nombre y apellido, no le ponemos cara.
Una vez avisé en un colegio en el que trabajaba a una mamá, porque su hija tenía [un perfil en redes sociales]. La niña publicaba mucho y tenía muchos seguidores. Creo recordar que 7000 y pico. Es una barbaridad. Cuando hablé con los padres no veían el peligro. Lo que hice fue coger la última foto que había subido y les pregunté: «¿Qué les parece si cogemos esta foto, hacemos 7000 copias y se la entregamos a 7000 desconocidos por la calle?». En ese momento ese papá y esa mamá entendieron que aquello era peligroso. Si lo sacamos del mundo digital, no hay ni un solo padre que no le vea el peligro.
Olvidamos que detrás de esa pantalla hay persona y no sabemos quién es.
Al final los menores lo que quieren es tener más followers, más me gusta, más viralidad, pero cada número que va subiendo en ese contador es un desconocido que está consumiendo nuestra imagen. No entienden que detrás de esos numeritos hay un desconocido con sus propias intenciones.
Imagino que la cultura propia de las redes sociales, la obsesión con el engagement, nos ciega.
Aquí hay que romper una danza de favor de los menores. A los menores los ciega porque es una herramienta que no está hecha para ellos. Y eso es otra cosa que se nos olvida. Vamos a ver, ¿qué hace un menor de 10 años teniendo una cuenta de TikTok? Está prohibido para menores de 13 años. De hecho, en España es todavía más, es a menores de 14 años, porque [es esa edad cuando se] puede gestionar sus propios datos personales. Es una plataforma que está pensada para adultos y tiene algoritmos que hacen un seguimiento para adultos. Cuando se aplican a menores tienen efectos no deseados.
Tú has hablado mucho de los teachtokers. ¿Qué pasa cuando nos pueden las buenas intenciones de divulgar contenidos importantes o cosas bonitas y positivas?
Esta pregunta se la vas a tener que hacer a otra persona, porque yo no comulgo con la de idea de que haya buenas intenciones. Quiero decir, cuando tú, por ejemplo, le pones sellitos amistosos a las notas de los exámenes o haces un baile con tus niños, las buenas intenciones están en la dinámica, no en que la grabes y la subas. Cuando tú la grabas y la subes, hay otras intenciones. Hay una intención de compartir, de conseguir engagement y visualizaciones. Esas no son buenas intenciones, cuando el fruto son niños.
Es como el que nos dice «quiero compartir cómo trato las rabietas de mi hijo». Si tú coges y muestras a tu hijo en una rabieta, tú no estás buscando compartir el método. Buscas el morbo que produce a la gente ver a tu hijo sufriendo.
«Yo no comulgo con la de idea de que haya buenas intenciones entre los ‘teachtokers’»
Alguna influencer ha contado como en el momento en el que dejó de sacar a sus hijos porque se dio cuenta de que esto tenía implicaciones, cayó el engagement y cayeron los acuerdos con las marcas.
Claro. Esto pasa mucho. Esto no quiere decir que cuando mostraba a su hijo lo hiciese con buenas intenciones, era parte de su negocio. Es muy triste que nuestros hijos se conviertan en parte de nuestro negocio.
A veces pienso en cómo, como persona adulta de cierta edad, tengo una huella digital llena de basura de todos esos productos online que íbamos probando y que nunca se irá. Pero a mí no me abrió Fotolog mi madre, lo hice yo. ¿Qué les pasará a todos esos niños y niñas cuando lleguen a la edad adulta? ¿Cómo podrán gestionar esa huella digital? ¿Es posible borrarla o no?
Es inviable, aunque la ley está de su parte. Y técnicamente amparándose a la ley hay mecanismos para auditar y borrar la huella. No tenemos que olvidar que cada persona que vio la foto y quiso hacer una captura o descargarla tiene tu foto. Eso no vas a conseguir borrarlo.
Tuve la oportunidad de tratar el caso de una chica, adulta, que había tenido un OnlyFans. Se había asustado con la repercusión que había tenido y lo borró. Ese contenido sigue, aunque no en la plataforma original. Hay gente que lo copia para su disfrute personal, entre comillas, y lo vuelve a compartir sin consentimiento. Existen mecanismos legales para crujir a la persona que haga eso y esta chica puede meterse en un juicio durante dos años para conseguir que ese señor quite la foto. Pero mientras no lo haga, pongamos que 600 personas se la descargan y hacen lo mismo. 600 personas por 2 años para cada una son 1200 años, es inviable. Incluso si esta chica quisiera meterse en un juicio por cada caso.
Volviendo al principio, y después de todo lo que hemos hablado, ¿estamos las personas adultas, tanto las familias como a veces el profesorado, perdidas ante internet y el impacto que tiene? ¿Y está la infancia un tanto perdida?
Con los adultos no es que no les importe, es que cuando les informas te lo discuten. La típica leyenda de que si subes una foto a una red social cualquiera puede cogerla y compartirla. Y es mentira. No funciona así. Por muy público que sea el lugar en el que la has encontrado, no está a disposición del público. La gente te discute, [incluso] a mí que soy auditor de la Ley Orgánica de Protección de Datos.
Estamos perdidísimos y queremos seguir perdidos. La gente que viene y nos lo explica nos sobra. En el fondo es mucho más fácil pensar que si tú te descargas algo de internet ya está, es tuyo y tienes derecho. Hay un caso que es paradigmático. Es un vídeo que se ha hecho viral de un papá que está en una competición de salto a la piscina. Su hijo participa. Hizo mucha gracia en internet y la gente se descargaba el vídeo y lo subían como publicación propia. Es ilegal, lo miren por donde lo miren. No tienen el consentimiento de la familia para usar la imagen de ese niño.
La gente si cree que algo va a funcionar, se lo descarga y lo sube como publicación propia. No estamos hablando de los compartir y los retuiteos, que sí tienen derecho al olvido y si el original es retirado de la red se retiran todas las copias. Cuando lo descargas y lo subes, estás mandando el derecho al olvido a freír espárragos.
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