«La polarización política es un enorme obstáculo para la salida de las crisis sanitaria y económica»
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COLABORA2020
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El jefe de filas de Ciudadanos en Europa, Luis Garicano, es una de las voces más representativas del liberalismo progresista en España. En esta entrevista, este profesor de economía, cuya primera y gran vocación –nos dice– es la educación, apuesta por una reindustrialización en clave ecológica de la economía española y se muestra convencido de que Europa vencerá las tentaciones populistas y saldrá más fortalecida de esta crisis.
¿Cuáles son las claves para que España y Europa salgan de la crisis económica?
La clave principal es la epidemiológica o sanitaria. Dados los bajos niveles de inmunidad que parecen predominar en toda Europa, no podemos descartar que haya una segunda ola fuerte en otoño, que venga a la vez que el virus de la gripe, y que provoque de nuevo bastante caos social, económico o político y, sobre todo, sanitario. Estar preparados para esa segunda oleada es la primera clave. No creo que en nuestro país se hayan hecho los deberes, pero es necesario que los hagamos para evitar que los niños vuelvan a perder meses de clase o para garantizar que tengamos equipos de protección. La segunda clave está en el nivel de endeudamiento con el que salgamos. Es cierto que, cuando los países enfrentan niveles muy elevados de deuda, la tasa de crecimiento se reduce. También lo es que los cálculos que se hicieron en 2010 tuvieron errores, pero yo creo que nadie puede dudar que una carga muy elevada de deuda puede tener un impacto negativo sobre el crecimiento. Por ello es tan importante que la salida la acometamos juntos todos países europeos y que la deuda la asumamos también juntos por medio del Fondo de Reconstrucción, que es clave. Ahora mismo todavía no está aprobado –habrá una reunión del Consejo el día 19 de junio y otra el 9 de julio–, pero lo ideal para que hubiera una recuperación potente sería que en julio se aprobara el plan y que en otoño empezáramos a ver inversiones europeas en algunas áreas. Además de los factores epidemiológicos y del endeudamiento, también tenemos que tener en cuenta la desglobalización: si vemos una vuelta de las fronteras, esto tendrá unas consecuencias extremadamente negativas para los países en vías de desarrollo, que están creciendo gracias a la apertura del comercio, y tendrá también un impacto negativo en el crecimiento económico.
«España debería ser una superpotencia climática de generación de energías limpias»
¿Qué opina de la apuesta por la recuperación verde, a través de esa hoja de ruta que ya existía, el Green Deal impulsado por Ursula von der Leyen?
Todos en Europa tienen claro que el plan de recuperación tiene que ir muy imbricado en la recuperación verde y en el Green Deal. Es curioso: el plan de comunicación y marketing de la Comisión Europea sobre el Plan de Recuperación habla mucho del Green Deal, del «do no harm», de la taxonomía… Pero la propuesta de reglamento no lo hace. Es decir, la Comisión ha hecho un planteamiento que, desde una perspectiva externa, parece exigir a los países que en el plan de recuperación y resiliencia presenten medidas para luchar contra el cambio climático, pero luego, a la hora de concretar la regulación, no parece exigirlo. Supongo que el Parlamento hará enmiendas para ello, porque creo que es muy importante. Podemos generar un nuevo ciclo de desarrollo económico e industrial y de empleo de calidad por el lado del Green Deal: si hay que volver a reconstruir o invertir en una nueva industria automovilística, eso serán nuevos empleos, pero para eso España tiene que estar preparada. No podemos permitir que todo esto suceda a nuestras espaldas.
Si he entendido bien, sostiene entonces que hay más marketing que fondo en las políticas verdes lanzadas desde la Comisión Europea.
En particular, en el Fondo de Recuperación y Reconstrucción, que es la política clave. Hay una propuesta formal por parte de la Comisión de 750.000 millones de euros, basada en la propuesta francoalemana, que viene con una serie de comunicaciones sobre cuál es la intención y con regulaciones sobre cuáles son las reglas. Las primeras sí son muy verdes, las segundas en la práctica no lo son. Habría que profundizar, y en el Parlamento tendremos que hacer esas reformas para asegurarnos de que va en esa dirección.
Hablabas de la necesidad de que España esté preparada. Países del sur como el nuestro –muy dependientes energéticamente y con economías muy vulnerables porque dependen en gran parte del sector servicios–, ¿no deberían apostar por desarrollar un sector de las energías limpias potente, que sirva para reindustrializar el país y crear empleo de calidad?
Hay varias áreas en las que debería ser posible, como la industria automovilística eléctrica, la economía circular… Hablamos de 2021 como fecha límite para los plásticos de un solo uso y realmente no estamos oyendo hablar de inversiones de ningún tipo. Además, en España es crucial el turismo sostenible y seguro. En todas esas áreas habría mucho que podríamos hacer y que no estamos haciendo. Esa apuesta es necesaria y debemos balancear dos cosas: por un lado, creo que el Gobierno tiene una posición –en mi opinión, excesivamente voluntarista–, en la que está claro que España quiere liderar a nivel mundial la lucha contra el cambio climático, pero no está tan claro que tenga un plan para liderar la economía verde. Hace falta este segundo plan, porque no es solo que seamos capaces de contaminar menos, sino que generemos una industria capaz de competir en la parte energética. España tuvo un momento de gran apuesta, que quizás fue demasiado prematura, pero claramente debería ser una superpotencia climática, en el sentido de que tenemos muchísima más facilidad que el resto de países tanto para las energías fotovoltaicas como para las eólicas.
«La desigualdad educativa es nuestro gran fracaso histórico, y me temo que la ley Celaá no va a solucionarlo»
La desigualdad social, además de un abismo del sistema, es fuente de grandes tensiones. En España, el problema está más agudizado, según distintos informes, desde el FMI hasta el informe Foessa de Cáritas. ¿Cómo la combatimos?
Hay que partir de cuál es la realidad de la desigualdad en España, que es fundamentalmente laboral y tiene que ver con la precariedad del empleo de un segmento amplísimo de la población, mucho más que en otros países. Hay un gran número de personas que pasan de la temporalidad al desempleo y viceversa, sin tener un agarre permanente al mercado laboral, y esto tiene, a su vez, mucho que ver con la desigualdad educativa. Este segundo eje creo que es el gran fracaso histórico de nuestro país. Hemos hecho muy bien las cosas en sanidad, pero muy mal en educación: seguimos siendo los líderes en fracaso escolar y uno de los países donde más se hereda el fracaso educativo, es decir, los padres que abandonaron la escuela pronto tienen hijos que también abandonan la escuela pronto. Esto crea una perpetuación de las desigualdades sociales, y, además, ambas cosas se agudizan con la pandemia. Primero, con respecto a la precarización del empleo, vemos que la digitalización y la robotización que ya estaban eliminando trabajos de clase media se aceleran con la COVID-19 –las máquinas no se ponen enfermas–, que también profundiza en la sustitución de capital por trabajo –los cajeros de los supermercados están expuestos al contagio, pero eso no sucede si hay cajas en las que las personas se cobran solas– y eso va a agravar la precariedad. En el aspecto educativo, se ha agudizado la desigualdad de oportunidades, porque hemos visto que aquellos niños de colegios mejores –los niños con más medios, que disponen de ordenador e internet en casa y que tienen su propio cuarto–, han podido mantener su formación sin perder ni un día de clase; mientras, aquellos que no tienen su propia habitación, ni conexión a internet u ordenador o iPad, no han podido hacerlo.
En ese trasfondo de desigualdad está el no haber podido conseguir un gran pacto por la educación que trascendiera ideologías. Ahora que tenemos una nueva reforma en marcha, la Ley Celaá, ¿puede ser efectiva?
No creo que ninguna ley que parta de «un lado» o que se abstraiga de la necesidad de un gran pacto nos vaya a servir. Lo esencial en una ley de educación es que nos sentemos todos. Había una Comisión Nacional para la Educación, con una subcomisión nacional por el pacto educativo en la anterior legislatura que avanzó muchísimo –y que, de hecho, estaba llegando a un acuerdo– y que se rompió cuando Sánchez, por motivos políticos, decidió levantarse con aquella idea de que no se garantizaba el 5% del PIB para educación, algo absurdo, porque lo importante era buscar los acuerdos sobre cómo se organiza la educación. Es imprescindible que los haya porque, si no, vamos a seguir con los bandazos y será una reforma para dos años, tras los que habrá otra contrarreforma.
Ciudadanos ha votado a favor del ingreso mínimo vital. ¿Cómo podemos hacer que sea una medida «técnicamente impecable» que no desincentive la búsqueda de empleo y provoque distorsiones o efectos no deseados, como nos decía la semana pasada José Ignacio Goirigolzarri?
Para eso hay dos requisitos clave. El primero es que vaya unida siempre a la formación y a la existencia de mecanismos de seguimiento a quienes reciben la renta para ayudarles a reincorporarse al mercado de trabajo; y el segundo es que el diseño no cree «trampas de pobreza». Es decir, si uno tiene derecho a una renta mínima o a una serie de ayudas muy amplias (para la vivienda o para la educación, por ejemplo) que se pierden todas a la vez al empezar a trabajar, el coste de empezar a trabajar es muy alto para el que las recibe. Lo que hay que hacer es asegurar –y esto, al menos en parte, parece que la propuesta de gobierno lo hace– que las ayudas se eliminan de una forma muy progresiva.
«Hay que reducir la precariedad laboral y el exceso de temporalidad, y para eso la clave está en el contrato único»
Voces relevantes del Gobierno, como el vicepresidente Pablo Iglesias, defienden una derogación total de la reforma laboral.
No creo que ni siquiera el señor Iglesias quiera volver a la situación anterior a la reforma laboral, que era la legislación que hubo durante el Gobierno de Zapatero y durante la cual se perdían centenares de miles de empleos cada trimestre. Lo que vemos es que la precariedad existente a finales de los años 2000 era tal que, cuando vino la crisis, nos volvimos al 25% de paro en cuestión de pocos trimestres. Esto no sucede en ningún otro sitio y muestra que la regulación laboral que había en aquel momento era nefasta, porque lo que necesita hacer la legislación es evitar que la reacción de nuestro mercado laboral ante la primera crisis sea cortar todos los contratos temporales, contrariamente a lo que sucede en el resto de países. Hay que asegurar que las empresas puedan adaptar salarios, horarios y empleos para evitar perder puestos de trabajo y que se mantengan los contratos, que la solución más fácil no sea el despido ni la eliminación del empleo.
¿Qué zonas de mejora ve en esa ley del mercado de trabajo?
El mismo día que salió estuve toda la noche blogueando en Nada es gratis, mi blog de entonces, y mi evaluación fue que la reforma ayudaba a adaptarse al flexibilizar la negociación colectiva, pero no hacía nada por acabar con la dualidad laboral y, efectivamente, no lo ha hecho, porque la temporalidad y la precariedad no han desaparecido. El cambio clave que hay que hacer es reducir ambas y para hacer eso, lo que yo he propuesto –y conmigo muchos economistas, que es también lo que propone Ciudadanos– es el contrato único. Eso supondría ir hacia una eliminación de todos los contratos temporales y apostar por un contrato único que sume las necesidades de las empresas.
Dice el periodista Chapu Apaolaza que «hay dos Españas, porque con tres la gente se hace un lío».
Es una verdadera desgracia la polarización con la que España está respondiendo en esta crisis. Tenemos dos ejes de polarización: uno es el de izquierda-derecha, en el que tenemos populismos tirando de cada uno de los dos lados; y luego tenemos otro nacionalista, digamos periférico, contra el ahora emergente nacionalista español. A mí me parece un error histórico que nuestro país reproduzca los errores de los años 30 en este sentido, y me parece no haber aprendido nada que haya gente como Pablo Iglesias que, en vez de valorar la transición democrática, quiera desmontarla. La Transición fue un éxito histórico de nuestro país, en el que la gente decidió bajar el pistón de todo el griterío, y el que ahora volvamos a las andadas de «los rojos» y «los azules» me parece muy triste. Ahora vemos con claridad que solo hay dos tipos de países: aquellos donde la crisis sanitaria se interpreta en clave de arrojarse basura política –Reino Unido, Brasil, México, España o Estados Unidos– y aquellos en los que eso no sucede. La polarización es un obstáculo enorme para la salida de las crisis sanitaria y económica, porque se necesita recuperar la confianza de los ciudadanos y la credibilidad de las administraciones y del gobierno, y eso no puede hacerse en medio del navajeo político.
«Es un error histórico reproducir los errores de los años treinta y volver a las andadas de rojos y azules»
Ha dicho recientemente que hay que mirar al futuro, pero para mirar adelante y avanzar es necesaria la autocrítica. Con la perspectiva que da el tiempo, ¿qué crítica hace de la estrategia de Ciudadanos en 2019?
No le hago crítica porque, sinceramente, como has dicho, no voy a mirar atrás. Hay que mirar hacia delante. Estamos en una situación muy complicada para España y lo que tenemos que hacer es pensar en cómo salimos de ella, no mirarnos el ombligo.
Se habló mucho de su posible salida del partido. ¿Por qué aguantó?
Ciudadanos está demostrando por qué es absolutamente imprescindible para España. No ha habido una frase que haya oído decir más a Albert Rivera que lo de que tenemos que superar la división entre rojos y azules. La posición de Ciudadanos fue precisamente la de superar esas divisiones históricas e ir hacia esa tercera España, y esa es mi ideología desde que tengo uso de razón. Cuando era estudiante, me monté en un autobús para ir la convención del Partido Reformista de Roca y Garrigues, que no tuvo éxito.
¿Hay una suerte de malditismo en torno al centro político?
Primero fue la UCD, luego el CDS y ese Partido Reformista, luego UPyD… Creo que Ciudadanos ha conseguido ocupar ese espacio, y no tengo ninguna duda de que es imprescindible que exista.
¿Y qué opina de las salidas de tono de Juan Carlos Girauta?
Ya sabéis que no entro en esas cosas, ni con él, ni con nadie.
«El coronavirus pudo haber sido una herida de muerte para Europa, pero está haciendo su parte y saldrá reforzada»
Siempre me ha sorprendido la falta de discurso activo de Ciudadanos frente al desafío climático. La lucha por el medio ambiente es una lucha ilustrada en la que confluyen la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso. En Francia, Macron lo entendió muy bien.
No comparto esa reflexión. Creo que ha sido España en su conjunto la que no ha estado muy interesada en ello hasta hace relativamente poco, no es un tema que haya dominado los debates o haya sido popular entre la gente. En general, Ciudadanos sí ha tenido una posición firme, por ejemplo, cuando Melisa Rodríguez fue la portavoz de Medio Ambiente del partido en la legislatura anterior, tuvimos una posición sobre la economía circular o sobre los ODS, y en el Parlamento Europeo sí que la tenemos y lideramos esta agenda. Sinceramente, creo que lo que ocurre es que el debate español ha estado tan centrado en algunos temas muy concretos –y que tienen mucho que ver con estos enfrentamientos de los que hablábamos al principio– que no ha habido espacio para muchos de estos debates. Este en particular no ha adquirido la importancia que puede tener en otros países, en los que ocupa un espacio central, pero no solo por parte de Ciudadanos, sino de todos los partidos. No dudes de que Ciudadanos liderará este debate buscando, como decía antes, el equilibrio y el objetivo dual de que España lidere la lucha contra el cambio climático y la descarbonización, y también la economía verde.
La Unión Europea se enfrenta a una ola creciente de populismos de todo signo político y a un creciente euroescepticismo. ¿Cómo valora la gestión que está haciendo de la pandemia: saldremos más unidos o se abrirán más grietas?
Ha habido un momento de mucho miedo en Bruselas. Europa parecía descoyuntada. Esa primera reacción de cierre de fronteras en Alemania, Francia y otros países para proteger sus propias mascarillas, sus equipos de protección y respiradores y no exportarlos pudo haber sido una herida de muerte para Europa. La esencia del mercado único es saber que yo no voy a producir plátanos o mascarillas, pero que tú me los vas a exportar. Si, de repente, cuando hay una escasez, me dices que no tienes o que no me los vas a vender, todo el proyecto europeo se derrumba. Esto fue un momento concreto que coincidió con un momento de pánico económico mundial, en marzo, cuando también unas declaraciones poco medidas de la presidenta del Parlamento Europeo generaron muchísima preocupación. A partir de ahí, Europa ha demostrado lo necesaria que es, el Banco Central Europeo con la enorme compra de activos, el Consejo y la Comisión con los tres programas de liquidez –el Sur para los programas de empleo, el BEI para las empresas y el MEDE para gastos sanitarios relacionados, sin condicionalidad– y ahora con el plan de recuperación, que es enorme, muy significativo y muy novedoso. Europa está haciendo su parte en esta crisis y saldrá reforzada.
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