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Héctor Abad Faciolince

«Un escritor no es nada: es alguien que recibe señales, palabras de otros»

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Fotografía

Daniela Abad
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10
julio
2025

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Daniela Abad

A mediados de 2023, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) acudió a la feria del libro de Kiev para presentar la traducción al ucraniano de su novela ‘El olvido que seremos’ y apoyar la lucha de ese pueblo contra Rusia. En plena guerra, unos cuantos participantes decidieron viajar cerca del frente de la ciudad ucraniana de Donetsk. Decidieron despedirse comiendo algo y les encontró un misil ruso. La única que murió en la mesa de Abad fue Victoria Amelina, escritora y traductora nativa, ocupante –por un cambio azaroso– del lugar del escritor. En otras estancias del restaurante, murieron doce personas más. Esta terrible experiencia la cuenta en el imprescindible ‘Ahora y en la hora’, publicado recientemente por Alfaguara.


Ahora y en la hora te encoge el corazón y a la vez te lo expande. En la página 135 dices que te has hecho amigo ya de Valentina.

Es raro que uno se haga amigo de alguien después de muerto. Que uno nunca le haya dicho, con el apelativo cariñoso de todos sus amigos, Vika, sino Victoria, casi distante y respetuosamente, y volverse amigo de ella leyéndola, leyendo sus discursos, sus artículos, sus poemas, sus libros, hasta su libro póstumo que logró salir. La relación se fue afianzando cada vez más por muchas sensaciones, por el pensamiento al ver su fecha exacta de nacimiento, primero de enero del 86, muy cerca del nacimiento de mi hija. Eso me creó una obsesión porque cuando uno sobrevive a algo monstruoso, como que hay un impulso de «¡ah, sobreviví!» como de alegría, de felicidad de estar vivo. Pero luego, sobre todo si te das cuenta de que la que no murió y estaba en tu lugar, tiene la edad de tu hija, te das cuenta de que no es tan así. Y si sabes luego que hay dos gemelas de 14 años, Juliya y Hanna Aksenchenko, que mueren frente al padre y el padre sobrevive, entiendes que la supervivencia del viejo es algo que va contra el orden del mundo. Nosotros creemos que el orden del mundo es que los viejos se vayan muriendo y luego los mayores y luego los jóvenes y los niños no se mueran nunca, o pareciera que no se van a morir nunca. Pero que hubiera también un niño con el cráneo destrozado dentro de ese restaurante es como una violación del orden del mundo, un error cósmico. La sensación más rara, y la que yo sentía mientras escribía este libro que era un poco sobre la muerte, era que a lo mejor yo sí me había muerto, pero no me había dado cuenta de que yo me había muerto y pensaba que había sobrevivido, y el mundo seguía más o menos igual, pero yo en realidad sí estaba muerto. Entonces escribí este libro con ideas muy locas, porque yo he sido muy racionalista: como que Victoria me podía dictar capítulos o frases… como que yo estaba soñando unos sueños tan raros que esos sueños no eran míos. Que yo estaba soñando sueños de Victoria donde la gente hablaba otras lenguas que Victoria entendía pero yo no. O como que la que se había muerto era mi hija y me soplaba cosas desde el más allá. Estuve muy mal.

«Cuando uno sobrevive a algo monstruoso, hay un impulso de felicidad de estar vivo»

Eso se acerca a la mística. Es casi como una iluminación tenebrosa.

Sí, pero es que era una iluminación al mismo tiempo muy oscura, porque yo cogía mis cuadernos y escribía, escribía, escribía y después repasaba o lo iba a pasar a limpio y me daba cuenta de que todo estaba mal escrito, de que repetía palabras, de que la gramática estaba mal, la sintaxis estaba mal, a veces me equivocaba hasta en la ortografía y todo eso era porque no quería escribir el libro. No quería quedarme en ese espanto, no quería quedarme atrás en lo que había vivido. La tentación era el silencio todo el tiempo. Sabía que para contarlo bien tenía que revivirlo en mi mente minuciosamente y al mismo tiempo estaba tomando antidepresivos que trataban de quitarme la depresión y la tristeza por lo vivido. Entonces el antidepresivo como que se opone a que uno reviva en la mente la tristeza. Y solamente reviviendo en la mente el horror y la tristeza yo podía escribirlo bien. Entonces era una lucha química también, una lucha mística, de locuras…

El antidepresivo te abotarga.

Lo pone más tonto de lo que uno es. Es difícil concentrarse, y sobre todo concentrarse en las cosas malas. Era horrible.

Me estremeció el gráfico donde explicas cómo se cambiaron de lugar en la mesa del restaurante, un gráfico cuasimatemático que trata de ordenar el azar.

Una ruleta rusa con un tambor de cinco tiros, y que a alguien le toca la bala, y todos estamos jugándolo. Hice muchísimos croquis del movimiento, hice muchísimos croquis de cómo yo me levanté, me cambié de puesto, fui al baño y alguien que había en el baño falleció, porque el misil cayó exactamente sobre la cocina, el bar y el baño… Hice el croquis de los movimientos. Llamé minuciosamente a todos los testigos: confirmé que Sergio estaba debajo de la mesa sirviéndose su whisky, comprobé que él había ido al bar por los vasos con hielo para infringir la ley. Pero escribí el libro de una manera muy loca, y lo que tengo que decir, me interesa decirlo y reconocerlo, es que además yo escribí dos libros. Escribí este y, al mismo tiempo, intercalado con los capítulos de no ficción, había un libro de ficción de un viejo que va a Gaza a tratar de meter comida de contrabando porque no soporta que la gente se esté muriendo de hambre allí. Y les entregué a mis editoras un libro muy loco, con un capítulo de ficción, otro de no ficción, y yo estaba tan mal psicológicamente que les dije «no soy capaz de hacer nada más, vean ustedes qué pueden hacer» porque yo estaba en una situación psicológica muy difícil. Y además otra situación muy loca: habían nacido mis primeros nietos prematuros extremos. Estaban en la UCI con mi hija, y yo pensaba que los tres se morían, y no podía escribir nada más. Entonces actué un poco como un director de cine, que ha rodado toda la película en desorden, y le entrega al editor: «Mira, esta es la película, esto es lo que hay, móntala». «Yo creo que puede ir más o menos en este orden, pero móntala tú como quieras». Ahora que mucha gente dice que el futuro de la edición es la autoedición, yo con la autoedición no hubiera sido capaz. Tú vas a escribir lo que te dé la gana rápido, y se lo mandas a Amazon, y Amazon te imprime el libro y chao. Es una mierda, eso no sirve, o por lo menos es despreciar el trabajo de unos lectores serios, los editores, que dedican su vida a leer con cuidado, porque saben. Entonces ellas me montaron el libro. Volviendo a tu pregunta, yo no mandé ese dibujo, yo mandé un croquis de mierda… Un escritor no es nada, un escritor es alguien que recibe señales, palabras de otros. Mi esposa me dice «¿pero te has fijado que Victoria parece un cisne?». Y yo no me había dado cuenta, y claro, parece un puro cisne. Y las editoras leen la página del cisne, y encuentran una pintura sueca… Es un trabajo bonito, es un trabajo conjunto.

Normalmente uno piensa solo, y pensar juntos es precioso.

Es como morirse, que uno siempre piensa que uno se muere solo, y que la muerte es solo. Y por eso le puse ese título, porque curiosamente hay una que es nuestra muerte, es la hora de nuestra muerte. Morimos muchos a veces, es raro. Con estos amigos que sobrevivieron, que se han vuelto mucho más amigos míos –y hoy ceno con uno de ellos, que viene por casualidad, con Sergio Jaramillo– esos son mis compañeros de muerte, por el resto de la vida, de nuestra muerte.

Me dio por casualidad, porque me impactó muchísimo el libro, de coger el listado de muertos, y buscar en internet las noticias de su muerte, y encontré algunos. Los muertos en internet pesan diferente, los ucranianos, tienen una referencia leve y de pronto, el estadounidense, Ian Tortorici, él tiene en YouTube, grabado completo, casi dos horas, el funeral. Con un típico funeral norteamericano, aparecen sus padres, sus amigos… Me recordó a The Deer Hunter, El cazador.

¿Y de las gemelas encontraste muchas cosas?

No demasiadas.

Debían ser pobres, normales, gente de un pueblo, chicas de pueblo.

¿Qué se va a hacer con ese cuento de Gaza? ¿Le han extirpado la ficción?

Sí, quirúrgicamente. Fue como extirpar un cáncer, sin embargo, como la vida es bonita y rara, hace un mes recibo una llamada y me dicen «mira, ¿no tendrás tú, por casualidad, una historia de unas 60-70 páginas, que tengas por ahí, como atrancada, y que nos puedas ceder para un proyecto que tenemos?». Y estoy trabajando en eso, entonces a lo mejor sale. Tenía más, tenía unas 160 páginas, pero era demasiado larga: creo que la voy a publicar en esa propuesta que me hicieron.

¿Tú has sido imprudente durante tu vida, o solamente esta vez?

Nada, yo nunca soy imprudente pero me han pasado muchas cosas muy raras y muy fuertes… Mi papá no me dejaba subir a los árboles, mi papá era un especialista en medicina preventiva, no me dejaba correr ningún riesgo, entonces eso probablemente me ha hecho ser tan cobarde, tan cuidadoso. Pero lo que sí soy es muy poco reflexivo, no hago nada por temeridad, sino como que me dejo llevar. Soy muy manso, no tengo carácter para decir que no. Intento, lo intento, pero después me dejo llevar.

«Los países se ganan su existencia a veces con el sufrimiento»

¿Nos hemos olvidado de Ucrania?

Es espantoso. Elon Musk acaba de declarar que el más grave problema de Occidente es la empatía, como si ellos estuvieran de verdad logrando que la empatía desapareciera, como si estuvieran logrando los hombres ricos, fuertes, exitosos y con ejércitos enormes imponernos de nuevo la idea de que el mundo debe ser dominado por los hombres fuertes, por los países fuertes, y los demás debemos agachar la cabeza y obedecer. Y este es el mundo de los fuertes, y vamos a volver a un mundo en que solo haya China, Rusia y Estados Unidos, y cada cual se reparte sus zonas de interés como le da la gana. Un día Trump dice que Zelenski es despreciable, y el otro día dice que Putin está loco. Y nos hemos olvidado, pero yo creo que ha pasado una cosa: el éxito de Ucrania. Y es por lo que Ucrania puede ahora permitirse hacer un armisticio que se parezca al de Corea del Norte y Corea del Sur, que teóricamente siguen en guerra, pero trazaron una línea en el meridiano y por ahora estamos en cese al fuego. Los países se ganan su existencia a veces con el sufrimiento. Ucrania ha sufrido tanto… Antes teníamos una idea muy vaga, por lo menos yo tenía una idea muy vaga de lo que era Ucrania, de cómo era, de si el ucraniano se hablaba, cómo se hablaba, si se parecía al ruso, si era un dialecto ruso, si era como el portugués y el español, o si se parecía más al polaco. Y ante lo que está pasando en Estados Unidos, Europa no puede olvidar que la cuña contra el autoritarismo más salvaje, contra la libertad de expresión, de pensamiento, de prensa, de cátedra, contra la gente que impone los textos históricos en todos los colegios, la lucha contra eso la está dando Ucrania. Europa no puede abandonar a Ucrania. Tiene que ayudarle a hacer este cese al fuego. Si no quieren con armas ofensivas, al menos con armas de defensa, todas las que se puedan, para que no los destruyan.

«Yo estaba como alguien que lucha contra la muerte pero que se siente medio muerto a ratos»

Tanto el libro El olvido que seremos como este, ¿tienen dentro también una especie de terapia, de reconciliación?

No, a mí no me sirvió de terapia, me sirvió de todo lo contrario. Por eso mi mujer decía que el viaje a Ucrania nos había jodido la vida para siempre. El año y medio que estuve escribiendo este libro, estuve metido en algo horrible, en algo infernal. No quería estar ahí, teniendo que revivir y escribir eso. Tenía que tomar antidepresivos, tenía que ir al psiquiatra, estaba mal, me quejaba con los amigos, me convertía en una persona que pensaba solo en la muerte. Haberlo escrito es otra cosa: haberlo escrito es maravilloso, pero yo estaba como alguien que lucha contra la muerte pero que se siente medio muerto a ratos. Y lo que pasó fue también medio místico. Cuando entregué el libro y mis editoras me lo acabaron, fue el nacimiento de mis primeros nietos que son mellizos y que en mi locura actual son como la reencarnación de esas gemelas que se murieron y que le cambian la perspectiva a mi vida, no hacia el pasado, sino hacia el futuro.

Y de repente… Tuvo un final medio feliz.

Hasta el momento.

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